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Lavinia Fontana fue una de las muchas artistas que alcanzaron el éxito en la ciudad italiana de Bolonia durante el Renacimiento. No es casualidad que alrededor de veintitrés pintoras ejercieran su profesión en dicha ciudad durante los siglos XVI y XVII, pues en aquella urbe estaba permitido, aunque de manera eventual, el acceso de las mujeres a la universidad, y su profesionalización gozaba de cierta aceptación por parte de la sociedad del momento.
Otro de los hechos cruciales en la vida de Lavinia fue el de haber sido hija, además de alumna, de un pintor como Prospero Fontana, maestro de nada menos que los Carracci, y que estaba familiarizado con la obra de algunos de los mejores artistas del momento, como el Parmigianino. Lavinia Fontana fue una mujer avanzada a su tiempo, que no se detuvo ante ninguna de las restricciones a las que por aquel entonces se veían sujetas las mujeres. Ese carácter perseverante queda reflejado en su propia vida personal, pues contrajo matrimonio con un alumno de su padre, Gian Paolo Zappi, que gozaba de un talento mucho menor al de ella, y que sería quien se encargase de las labores domésticas, del cuidado de los hijos y de ayudarla en el taller, siendo ella la que verdaderamente sostenía económicamente a la familia. Un hecho, sin duda, sorprendente para la época de la que hablamos.
Una de las principales causas del éxito de Lavinia Fontana fue la de haber abarcado multitud de géneros pictóricos, incluso los que por aquel entonces estaban reservado exclusivamente a los hombres, como la pintura mitológica o el desnudo. Sin embargo, si por algo se conoce hoy a Lavinia Fontana es, sin duda, por su faceta como retratista, al igual que sucede con la otra gran pintora italiana del Renacimiento, Sofonisba Anguissola. Si bien empezó pintando temas religiosos, pronto se hizo famosa en toda Bolonia por sus retratos de la nobleza, donde introduce poses naturales y gestos amables, como vemos en el retrato de Bianca Degli Utili Maselli con sus hijos, donde el más pequeño de ellos aparece agarrando con una mano el dedo de su madre, mientras con la otra acaricia una de las patas del perro. Otro de sus retratos más famosos es el que hace de lafamilia Gozzadini, también una composición de grupo en la que destaca, además de la naturalidad de la que antes hablábamos, la forma de plasmar la jerarquía familiar.
Como decíamos arriba, Lavinia Fontana no sólo se dedicó al retrato, sino que se atrevió con otros géneros. De su obra de temática histórica destaca La visita de la reina de Saba, una ambiciosa composición de grupo donde aparece la reina, junto a su séquito de damas, arrodillada ante el rey Salomón en muestra de respeto. En dicha obra, Lavinia combina a la perfección tanto la caracterización de los personajes, como los ropajes y la ambientación. Más sorprendente aún resultan sus pinturas de desnudo, algo nada frecuente en una mujer pintora de la época, aunque estos aparezcan siempre como excusa en pinturas mitológicas o religiosas. Un ejemplo conocido es su Minerva vistiéndose de 1613, actualmente conservado en la Galería Borghese.
Junto a los temas profanos, sin duda los más característicos que salieron de su pincel, la pintura de temática religiosa ocupa la otra gran parte de la obra de Lavinia Fontana, y es aquí donde puede rastrearse de una manera más evidente el manierismo heredado de su padre, como vemos en su obra Cristo con los símbolos de la Pasión (1576).
El talento de Lavinia le hizo gozar de gran popularidad no sólo en su ciudad natal, sino por toda Italia e incluso en Europa. Su creciente fama le llevó a ser llamada por el papa Gregorio XIII para trasladarse a Roma en 1600 y convertirse en artista de la corte papal, uno de los mayores honores de los que podía gozar un artista del momento. En Roma realizó numerosas pinturas religiosas y retratos, entre ellos uno del propio pontífice. Antes de su estancia en Roma, Lavinia ya había sido llamada por la corte española en 1589 con el objetivo de pintar un retablo para el Escorial, donde realizaría una Sagrada Familia con San Juan Bautista por la que se llegó a pagar la sorprendente cantidad de mil ducados, y que se convertiría en una de sus obras religiosas más importantes. El prestigio que alcanzó Lavinia Fontana hizo que incluso fuera elegida miembro de la Academia Romana.
Sin embargo, como muchas otras artistas de la época, su obra fue olvidada, dispersa y atribuida a otros autores. Ha sido en las últimas décadas cuando se ha recuperado su obra, hasta el punto de que hoy día podemos hablar de ciento treinta y cinco obras datadas de Lavinia Fontana. En definitiva, nos encontramos ante un caso de artista excepcional que supo equilibrar su papel de mujer y esposa con el de pintora, y que supo ganarse el prestigio gracias a su talento, alcanzando fama internacional como otras artistas de la época moderna, como Sofonisba Anguissola o Luisa Roldán.
Vía| GREER, G., La carrera de obstáculos: Vida y obra de pintoras antes de 1950, Madrid: Editorial Bercimuel, 1979; COMBALÍA, V., Amazonas con pincel: Vida y obra de las grandes artistas del siglo XVI al XXI, Barcelona: Destino, 2006; DE DIEGO, E., La mujer y la pintura del XIX español: cuatrocientas olvidadas y alguna más, Madrid: Cátedra, 2009; CASO, A., Las olvidadas. Una historia de mujeres creadoras, Barcelona: Editoral Planeta, 2005.
Más información| Mujeres pintoras: Lavinia Fontana
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