Mujeres de la vanguardia española (III) : Remedios Varo6
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La pintora catalana Remedios Varo (1908-1963), cuya carrera artística se desarrolló en su mayor parte en México, fue una de las artistas con mayor libertad creativa de todo el siglo XX y, sin duda, su obra supuso una de las alternativas más interesantes que se dieron dentro del movimiento surrealista.
María de los Remedios Varo y Uranga nació en un pequeño pueblo de la provincia de Gerona, siendo la segunda de tres hermanos. Debido a la profesión de su padre, que se dedicaba a obras de ingeniería hidráulica, pasó buena parte de su infancia de un lugar a otro, especialmente entre Tánger y Algeciras. En 1917 se traslada a Madrid junto a su familia e ingresa en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, de 1924 a 1930. Tras finalizar sus estudios, contrae matrimonio con el también pintor Gerardo Lizárraga y, después de un breve paso por la capital francesa, deciden instalarse de manera permanente en Barcelona.
En Barcelona comparte estudio con el pintor surrealista Esteban Francés, y en 1935 conoce a Oscar Domínguez, uno de los grandes nombres del movimiento surrealista. Un año después, al igual que la artista Maruja Mallo, participa en la Exposición Logicofobista de Barcelona, donde se mostraba lo más vanguardista en relación a la corriente surrealista en nuestro país.
En 1937, debido a la inestabilidad generada por la Guerra Civil española, marcha a París junto al poeta surrealista Benjamin Péret, a quién había conocido un año antes por mediación de Óscar Domínguez y con quien mantendría, en palabras del propio escritor, un “asunto amoroso”. Estos años en la capital parisina serán cruciales para el desarrollo posterior de su obra, pues participó activamente en el grupo surrealista y conoció a aristas como Max Ernst y Leonora Carrington.
En 1941, debido al estallido de la Segunda Guerra Mundial y a la ocupación de París por parte de los nazis, Remedios Varo decide abandonar la desolada Europa y marcha junto a Péret a México, donde residiría hasta su muerte en 1963. En un país que ya por aquellos años conocía la obra de pintoras tan excepcionales como Frida Kahlo y María Izquierdo, Remedios Varo desarrolló su obra de madurez enmarcándose siempre en un surrealismo onírico y personal que haría de ella una de las creadoras más fascinantes del siglo XX. México, el país surrealista por excelencia como afirmaría André Breton, supuso para la artista, como ella misma indicó, un remanso de paz donde poder ejercer su actividad pictórica: “Llegué a México buscando la paz que no había encontrado en España –la de la revolución– ni en Europa –la de la terrible contienda–, para mí era imposible pintar entre tanta inquietud”.
Es en México donde Remedios Varo consolida su estilo personal, con una visión de la realidad que poco tiene que ver con la de sus compañeros surrealistas y donde aúna el aprendizaje académico recibido en Europa con una imaginación extraordinaria. Las escenas de sus cuadros aparecen siempre rodeadas de una atmósfera mágica, con personajes irreales que parecen salidos de los propios sueños de la pintora. A partir de su desarrollo como artista surrealista, supo crear un mundo propio donde tanto las estructuras arquitectónicas como el carácter narrativo y literario de las escenas están muy presentes.
Al igual que sucede con la obra de Frida Kahlo, es posible hacer una lectura en clave feminista de los cuadros de Remedios Varo, ya que también expresó la realidad desde su propia experiencia femenina. Rechazó la visión androcéntrica del movimiento surrealista y la concepción que éste hizo de la mujer, desechando así los estereotipos de la mujer fatal y de la mujer niña. Su mundo lo protagonizan seres femeninos o andróginos que en repetidas ocasiones aparecen realizando las labores desarrolladas tradicionalmente por las mujeres en el ámbito doméstico: bordar, guisar, etc. Con ello, como afirma Janet Kaplan, Remedios Varo pretendía recalcar que “su andadura era un viaje específicamente femenino, presentado desde el punto de vista de una mujer”. Pero sus seres fantásticos no se quedan encerrados en las labores del hogar, sino que emprenden la búsqueda de nuevos mundos llenos de magia y conocimiento. En numerosas ocasiones se sirve de símbolos como la luna creciente para expresar esa idea del “despertar psíquico como experiencia femenina”.
Durante sus años en México, mantuvo una profunda amistad con la también surrealista Leonora Carrington. Dada su estrecha relación, se influenciaron mutuamente, pero, a pesar de sus similitudes, cada una decidió expresar su mundo interior de manera diferente, si bien ambas lo hicieron desde la experiencia femenina. Frente a la colectividad de Carrington, la obra de Varo es mucho más íntima e individualista. No obstante, las dos pintaron siempre desde una misma visión mágica y con la misma capacidad imaginativa, algo que, sin duda, influyó de manera decisiva en su duradera amistad.
Remedios Varo se consideraba más mexicana que española, del mismo modo que el país americano ha tomado su legado como propio, siendo hoy una de las artistas más admiradas allí junto a Frida Kahlo. Desde su primera exposición en aquel país, en 1954-55, la pintora obtuvo un éxito extraordinario; un éxito que, tanto para el público como para la crítica, se ha mantenido hasta nuestros días.
Vía| MUÑOZ, P., Mujeres españolas en las artes plásticas: pintura y escultura, Madrid2000: Editorial Síntesis, 2003; ALARIO, Mª T.,Arte y feminismo, San Sebastián: Nerea, D.L., 2008; KAPLAN, J., Viajes inesperados: el arte y la vida de Remedios Varo, México.: Ediciones Era, 1998; L.F. CAO, M. (Coord.), Creación artística y mujeres: Recuperar la memoria, Madrid: Narcea Ediciones, 2000; MENDOZA, E., “Los bocetos de Remedios Varo”, en Lectura y signo, 4 (2009), pp. 141-159.; DELGADO, A., Conflictos y cicatrices. Fronteras y migraciones en el mundo hispánico, Madrid: Editorial Dykinson, 2014.
Más información| CHADWICK, W., Les Femmes dans le mouvement surréaliste, París: Thames & Hudson, 2002; El País: Remedios Varo la logicofobista.
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