Ortega y Gasset: El sentido de todo es la realización humana
Por MU-KIEN ADRIANA SANG
mu-kiensang[@]pucmm.edu.do
10 septiembre, 2016http://hoy.com.do/ortega-y-gasset-el-sentido-de-todo-es-la-realizacion-humana/
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10 septiembre, 2016http://hoy.com.do/ortega-y-gasset-el-sentido-de-todo-es-la-realizacion-humana/
Ortega ha sido clasificado por los críticos como un existencialista. Esto significa que él sostiene que el hombre existe, es un ser, pero su humanidad debe fabricarla. Eligiendo hacer aquello que le corresponde para formar su esencia. El hombre debe hacerse hombre. Sin embargo, su existencia, que le es dada –Ortega dice que nos dan la existencia sin nuestra anuencia previa- trae un elemento definido: un ser auténtico que es tal ser, peculiar, irrepetible e inmodificable que solo puede ser hallado y respetado tal cual es o no ser hallado en absoluto. Este es el punto donde la tesis de Ortega sirve de fundamento a este trabajo: la realización humana es la felicidad y ésta consiste en hacer coincidir el ser efectivo (vida diaria: formación de la esencia) con el ser auténtico (ser innato: existencia). Ser auténtico es ser feliz, es realizarse. Fraño Paukner Nogués [1].
El profesor y filósofo Paukner escribió un interesante ensayo sobre la esencia del pensamiento de Ortega y Gasset. Y plantea, sin duda alguna, que el principio y el fin del pensador español es el ser humano. Plantea que para Ortega la humanidad es esencialmente problematizadora y su ser íntimo y propio es la pregunta. A partir de entonces, interroga a Dios, a la naturaleza y a los otros seres humanos. Es una búsqueda desesperada por encontrar respuestas a sus preguntas. Al leer esto pensé en las dudas existenciales que antes que Ortega, plantearon Confucio, Sócrates, Descartes y Hegel, solo para mencionar algunos. Como los demás, el español se planteó la duda como método y como el punto de partida de su pensamiento:
Solo duda quien está perdido. Dudar significa no sentirse seguro, porque para sentir seguridad se debe percibir la firmeza e inamovilidad del suelo que se pisa. Por esto, quien está perdido, aunque esté en un lugar, carece de situación, no está situado, no tiene situs propio, sino que padece y sufre su colocación en tal lugar…
Sentirse perdido es una sensación, es decir, es algo que el sujeto humano más bien padece, sufre (lamenta)… Entonces el quehacer primario del hombre, su primer ser o ser más radical y auténtico es el ser cuestionador. Ante su desorientada ubicación en el mundo, el hombre pregunta. Luego en su segundo momento el hombre duda y este dudar es una ya una forma de ensimismamiento porque el sujeto humano se descubre extranjero en el lugar en que se encuentra y, por tanto, ha de buscar el camino… [2].
A esta situación de dudar y preguntar para buscar, Ortega lo llama como la fabulosa paradoja existencial. En esa duda y en ese proceso de preguntas se centra el pensamiento de Ortega y Gasset. Un camino que había sido transcurrido por otros pensadores antes que él, pero que este español universal lo retoma para hacerse las preguntas propias de su tiempo y su realidad. Ortega, después de mucho pensar y meditar, concluye que la filosofía debería ser la clave del pensamiento y de la ciencia misma. ¿Saben por qué? Porque, decía el pensador, es el principio para el conocimiento del universo.
Ortega impactó grandemente a los pensadores de su época no solo en España, sino y sobre todo en América Latina. Hace un tiempo, compré en la librería el libro escrito por el profesor Carlos Beorlegui, “Historia del pensamiento filosófico latinoamericano” [3], que es una verdadera enciclopedia sobre el pensamiento occidental de los siglos XIX y XX. En el capítulo 7 habla sobre la generación de 1915. Inicia con Ortega y Gasset, así como tres núcleos del pensamiento: el mexicano (Vasconcelos, Antonio Caso y A. Reyes); el argentino (con C. Alberdi) y finalmente el núcleo peruano (José Carlos Mariategui, Víctor R. de la Haya y Víctor A. Belaúnde).
Señala que la característica básica de este grupo es el rechazo al positivismo; y coincide con el profesor Fraño, al afirmar que esos intelectuales renovaron la búsqueda del ser y de la identidad humana. Plantea que José Ortega y Gasset tuvo una gran influencia en los intelectuales latinoamericanos. Cuenta que el filósofo español estuvo en Buenos Aires a los 35 años, quien, aunque joven, ya gozaba de una merecida fama en su España natal. A esta edad había publicado “Meditaciones sobre el Quijote” (1914), “Personas obras, cosas”, que era una colección de sus artículos (1916), para mencionar los más importantes. Ortega fue a Buenos Aires a impartir diferentes cursos invitado por la “Institución Cultural Española” que estaba en la capital argentina:
El impacto de los cursos de Ortega fue inmenso, tanto entre los profesores y alumnos de la universidad, como entre el gran público. Pero también produjo una fuerte reacción en medio de los reductos positivistas, todavía fuertes en Argentina… Repitió la idea de que ninguna ciencia en particular es adecuada para enfrentarse al problema de la verdad, tarea que le corresponde a la filosofía… [4].
Como era lógico, las reacciones no se hicieron esperar. Fueron duras, durísimas y contundentes. Por ejemplo, dice el autor, la revista Nosotros, rechazaba y minusvaloraba el pensamiento de Ortega. Pero era dominante la influencia de Ortega. Los adversarios no pudieron detener la influencia, debido, quizás, a la profundidad de su pensamiento y al innegable acervo cultural del filósofo español.
Hubiese querido, por mi habitual curiosidad intelectual, continuar con el pensamiento de este hombre. Me impresionó su impresionante acervo cultural y de la historia de la humanidad. Cada ensayo está acompañado por una larga referencia histórica. En otras oportunidades hace gala del de conocimientos sobre el pensamiento de los principales filósofos occidentales. Lo más interesante fue sin duda, su capacidad visionaria. Sus meditaciones sobre la técnica tiene conclusiones impresionantes, que solo una mente privilegiada es capaz de visualizar 85 años antes.
Pero no todas sus ideas son tan geniales. Su crítica a la democracia, diciendo que la historia y los intelectuales del siglo XVIII y XIX no debieron defender ni plantear la necesidad de la democracia y mucho menos otorgar poder a los pobres, a los sin nombre. Era, no cabe dudas, un elitista. Y en esa posición congenió con figuras tan cuestionables como Francisco Franco.
Repito, me gustaría contar con más tiempo para conocer toda la inmensa producción de este intelectual fuera de serie. Pero todo en la vida tiene principio y fin, aunque sea temporal.
Solo duda quien está perdido. Dudar significa no sentirse seguro, porque para sentir seguridad se debe percibir la firmeza e inamovilidad del suelo que se pisa. Por esto, quien está perdido, aunque esté en un lugar, carece de situación, no está situado, no tiene situs propio, sino que padece y sufre su colocación en tal lugar…
Sentirse perdido es una sensación, es decir, es algo que el sujeto humano más bien padece, sufre (lamenta)… Entonces el quehacer primario del hombre, su primer ser o ser más radical y auténtico es el ser cuestionador. Ante su desorientada ubicación en el mundo, el hombre pregunta. Luego en su segundo momento el hombre duda y este dudar es una ya una forma de ensimismamiento porque el sujeto humano se descubre extranjero en el lugar en que se encuentra y, por tanto, ha de buscar el camino… [2].
A esta situación de dudar y preguntar para buscar, Ortega lo llama como la fabulosa paradoja existencial. En esa duda y en ese proceso de preguntas se centra el pensamiento de Ortega y Gasset. Un camino que había sido transcurrido por otros pensadores antes que él, pero que este español universal lo retoma para hacerse las preguntas propias de su tiempo y su realidad. Ortega, después de mucho pensar y meditar, concluye que la filosofía debería ser la clave del pensamiento y de la ciencia misma. ¿Saben por qué? Porque, decía el pensador, es el principio para el conocimiento del universo.
Ortega impactó grandemente a los pensadores de su época no solo en España, sino y sobre todo en América Latina. Hace un tiempo, compré en la librería el libro escrito por el profesor Carlos Beorlegui, “Historia del pensamiento filosófico latinoamericano” [3], que es una verdadera enciclopedia sobre el pensamiento occidental de los siglos XIX y XX. En el capítulo 7 habla sobre la generación de 1915. Inicia con Ortega y Gasset, así como tres núcleos del pensamiento: el mexicano (Vasconcelos, Antonio Caso y A. Reyes); el argentino (con C. Alberdi) y finalmente el núcleo peruano (José Carlos Mariategui, Víctor R. de la Haya y Víctor A. Belaúnde).
Señala que la característica básica de este grupo es el rechazo al positivismo; y coincide con el profesor Fraño, al afirmar que esos intelectuales renovaron la búsqueda del ser y de la identidad humana. Plantea que José Ortega y Gasset tuvo una gran influencia en los intelectuales latinoamericanos. Cuenta que el filósofo español estuvo en Buenos Aires a los 35 años, quien, aunque joven, ya gozaba de una merecida fama en su España natal. A esta edad había publicado “Meditaciones sobre el Quijote” (1914), “Personas obras, cosas”, que era una colección de sus artículos (1916), para mencionar los más importantes. Ortega fue a Buenos Aires a impartir diferentes cursos invitado por la “Institución Cultural Española” que estaba en la capital argentina:
El impacto de los cursos de Ortega fue inmenso, tanto entre los profesores y alumnos de la universidad, como entre el gran público. Pero también produjo una fuerte reacción en medio de los reductos positivistas, todavía fuertes en Argentina… Repitió la idea de que ninguna ciencia en particular es adecuada para enfrentarse al problema de la verdad, tarea que le corresponde a la filosofía… [4].
Como era lógico, las reacciones no se hicieron esperar. Fueron duras, durísimas y contundentes. Por ejemplo, dice el autor, la revista Nosotros, rechazaba y minusvaloraba el pensamiento de Ortega. Pero era dominante la influencia de Ortega. Los adversarios no pudieron detener la influencia, debido, quizás, a la profundidad de su pensamiento y al innegable acervo cultural del filósofo español.
Hubiese querido, por mi habitual curiosidad intelectual, continuar con el pensamiento de este hombre. Me impresionó su impresionante acervo cultural y de la historia de la humanidad. Cada ensayo está acompañado por una larga referencia histórica. En otras oportunidades hace gala del de conocimientos sobre el pensamiento de los principales filósofos occidentales. Lo más interesante fue sin duda, su capacidad visionaria. Sus meditaciones sobre la técnica tiene conclusiones impresionantes, que solo una mente privilegiada es capaz de visualizar 85 años antes.
Pero no todas sus ideas son tan geniales. Su crítica a la democracia, diciendo que la historia y los intelectuales del siglo XVIII y XIX no debieron defender ni plantear la necesidad de la democracia y mucho menos otorgar poder a los pobres, a los sin nombre. Era, no cabe dudas, un elitista. Y en esa posición congenió con figuras tan cuestionables como Francisco Franco.
Repito, me gustaría contar con más tiempo para conocer toda la inmensa producción de este intelectual fuera de serie. Pero todo en la vida tiene principio y fin, aunque sea temporal.
[1] Fraño Paukner Noguez, La realización humana en la filosofía de Ortega y Gasset, Publicado por la revista filosófica A Parte Rei http://serbal.pntic.mec.es/~cmunoz11/gasset.pdf
[2] Ibidem, p. 27. [3] Carlos Beorlegui, “Historia del pensamiento filosófico latinoamericano”, Bilbao, España, Editora de la Universidad de Deusto, 2010. [4][4] Ibidem, p. 438.
[2] Ibidem, p. 27. [3] Carlos Beorlegui, “Historia del pensamiento filosófico latinoamericano”, Bilbao, España, Editora de la Universidad de Deusto, 2010. [4][4] Ibidem, p. 438.
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