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sábado, 12 de agosto de 2017

Los intelectuales y la intervención militar norteamericana, 1916-1924

Los intelectuales y la intervención militar norteamericana, 1916-1924.

Publicado el: 12 agosto, 2017
http://hoy.com.do/los-intelectuales-y-la-intervencion-militar-norteamericana-1916-1924/
DENIS MOTA ALVAREZ
Es un libro de ilustrativos e importantes escritos que se publicaron en los momentos más álgidos de la ocupación, trayendo consigo, en algunos casos, el apresamiento o el exilio de los autores, por la osadía de desafiar a los halcones W.W. Russel, ministro de los Estados Unidos y W.B. Caperton, contra-almirante de la Armada Norteamericana.
Como bien señala José Eugenio Kunhardt, en su proclama “Al pueblo dominicano”, desde Puerto Plata, otros escritos se publicaron cuando, luchadores como él, lograron, desde el territorio y las instituciones norteamericanas, que “la censura fuera reglamentada y la justicia prebostal suspendida”, ésta se refiere al “derecho de jurisdicción”, que a su vez da mandato de “derecho de percibir las rentas”, hicieron posible que los dominicanos pudieran condenar por escrito y con pie de imprenta la intervención.
La galería de autores que se expresaron públicamente en contra de la intervención, de común conocida, va del historiador Américo Lugo, el poeta Fabio Fiallo,y su hijo René, Dr. Francisco Henríquez y Carvajal, Max Henríquez Ureña, Dr. Federico Henríquez y Carvajal, el escritor Tulio M. Cestero, Enrique Deschamps, Manuel M. Morillo, Rafael C. Tolentino, Manuel F. Cestero, M. Flores Cabrera, Fernando Abel Henríquez, Emiliano Tejera yFrancisco Prats Ramírez, entre otros menos conocidos.
Sin embargo, la importancia de esta recopilación radica en que retrotraen a la vida pública, cien años después, documentos que andaban dispersos y muchos desconocidos hasta para los propios investigadores históricos; y de igual manera se recuperan del anonimato mujeres y hombres que levantaron, sin temor a las consecuencias, su voz para condenar una acción militar que desconoció la soberanía nacional.
No menos importante son los textos de aquellos intelectuales y hombres públicos que asumieron posiciones del lado intervencionista, expresando por escrito su complacencia con las acciones del gobierno y las fuerzas armadas norteamericanos en el inicio de una carrera imperialista que se prolonga hasta el presente, es decir, por más de un siglo de intervencionismo hegemónico a todo lo largo y ancho del globo terráqueo.
Los intelectuales y la intervención militar norteamericana, 1916-1924 es un libro que ayuda a entender los factores causales, la composición y el pensamiento nacionalista de quienes, desde muy temprano, condenaron la ocupación, la suplantación de las instituciones nacionales por órdenes ejecutivas encaminadas a cambiar el curso histórico del país, a partir de la perspectiva y los intereses de los norteamericanos y de quienes les sirvieron para articular el andamiaje de una dictadura intervencionista, que castigaba toda acción de proclama pública impresa, con el encarcelamiento bajo un régimen de justicia prebostal y pretoriano.
Este formidable trabajo de investigación llega un siglo después donde todavía encontramos una clase intelectual dividida a favor y en contra de la intervención. Por suerte sigue vivo el pensamiento de hombres como el historiador Américo Lugo y el poeta Fabio Fiallo, quienes pagaron sus proclamas nacionalistas y sus sueños patrios con la cárcel. Pero aún hoy perviven los que, desde el rechazo a un caciquismo montonero y a una condena sin concepciones al levantamiento guerrillero del Este, conocido con el descalificativo nombre de gavilleros y a los valientes hombres que se inmolaron en la Barquita de Santiago, se hacen de la vista gorda frente a los desmanes del ejército norteamericano, como señala José Eugenio Kunhardten su manifiesto, donde nos recuerda que hace 100 años que se “aplicó el hierro caliente a pacíficos dominicanos en los campos de Moca, Salcedo, San Francisco, San Pedro de Macorís, El Seibo, Hato Mayor e Higüey, y la censura y las justicias prebostales estaban en su apogeo (…).” Pág. 545
Si bien es cierto, que las guerras intestinas, escenificadas en la montonera por los caciques regionales y provinciales, fueron dañinas para la salud de la patria, para el funcionamientos del Estado y las instituciones nacionales, para la economía, para las instituciones políticas y para la sociedad toda, ello no es razón suficiente, aun siendoun proceso histórico negativo y condenable, para abrazar, aplaudir y acoger de manera complacienteuna intervención militar que gobernó con manos de hierro y medidas dictatoriales.
Los llamados aportes de la ocupación yanqui en materia institucional, militar, económica no son equiparables con la pérdida de la soberanía ni muchos menos con la adecuación del Estado dominicano a los fines de uncontrol en las relaciones productivas, el comercio y el usufructo de las tierras favorables a los intereses de una economía expansionista, que a partir de entonteces los norteamericanos fueron imponiendogradualmente al mundo.
Para hacer viable su proyecto, a la postre prepararon las condiciones para la dictadura de la mano de Rafael Leónidas Trujillo Molina, formado a imagen y semejanza de sus inteeéses, quienorganizó el Estado y sus instituciones, saneó la economía y fortaleció el ejército y la policía nacional como entes represivos garantes de la permanencia y fortalecimiento de lanueva dictadura, que los sucesivos gobiernos y el empresariado norteamericanosapoyaron y mimaron a los fines de garantizar sus inversiones en el país.
Los intelectuales y la intervención militar norteamericana, 1916-1924 no pudo haber comenzado con un mejor escrito que con el de La Comisión de Damas, intitulado “La verdad de los hechos”, de 1916, un conjunto de valerosas mujeres dominicanas que el sábado 20 mayo de 1916 se reunieron con el ministro de los Estados Unidos, W. W. Russell y le entregaron una correspondencia dirigida a él y al almirante W. B. Carperton, donde manifestaban que “Con verdadera tristeza hemos asistido a la ocupación de esta ciudad por las fuerzas americanas (…)” y “Nuestra presencia ante ustedes, por tanto, no tiene otro objetivo que el de alcanzar del gobierno de los Estados Unidos, del cual son ustedes sus representantes, se desista del inoportuno propósito de hacer suspender la elección de presidente de la República por parte de las Cámaras.”Pag.17
Este grupo de adelantadas mujeres no solo se atrevieron a sostener dos reuniones con los halcones de la intervención, sino que los conminan a que “colocándose ustedes dentro de las graves circunstancias de la hora, se obtenga el objetico de esta solicitud, en la seguridad de que la situación anormal del país será inmediatamente restablecida para tranquilidad y regocijo de todos.” Pág.18
En razón de que los jefes administrativos y militares yanquis no las creyeron y les respondieron comunicándoles que “Es necesario antes de que la elección del Presidente se haga, que el estado revolucionario ahora existente sea aminorado materialmente (…) la necesidad de mantener fuerzas americanas aquí desaparecerá.” Pág. 19
Hay que destacar que la Comisión de damas en su documento “La verdad de los hechos” es sin quizás lo más osado que se hizo desde la sociedad civil de entonces. Primero sostener dos encuentros el 20 y el 22 de mayo, a penas a 7 y 9 días de iniciada la ocupación con dos funcionarios principales y en virtud de que su pedimento fue denegado, estas mujeres con el mayor desenfado se despachan con un documento público donde reconocen la existencia de la montonera, que aún los intelectuales que se oponen a la ocupación pasan por alto la existencia de los levantamientos guerrilleros populares y ellas amenazan a los halcones W.W. Russel, ministro de los Estados Unidos y W.B. Caperton, contra-almirante con estas declaración de Guerra: (…) “el peligro es inminente, la sangre correrá, porque esas armas que están en el monteen manos de nuestros compatriotas, son, aunque débiles, nuestra única garantía. Jamás los que se hallan en armas como buenos patriotas dominicanos podrán entregar esas armas a ninguna nación extranjera (…).” Pag.20.
La sociedad dominicana no ha reconocido a estas intrépidas mujeres que encabezaFloride Miesesvda. Carbonell, Ana T. Paradas, Br. Bebé Nasica, Rita Indiana del Castillo, AtalaFiallo, Mélida Morales, Consuelo Guerrero, Mencía del Castillo, Colomba Lamarche, Mercedes Paulino, Rosa L. Aristy, Aida M. Aristy, Altagracia González, Altagracia Delmonte, Ogarita Pou y Margarita Baher, damas que fueron capaces de colocarse por encima del liderazgo políticos de entonces y del caciquismo de la montonera que se retiró a los lares natales con el rabo entre las piernas, dejando el escenario a los yanquis y a los “gavilleros del Este”.
La poeta y feminista, YlonkaNacidit Perdomo dice: “Las Mujeres del 16 quedaron ante la Historia sin garganta y sin útero, no traspasaron las barreras de los ritos de la aprobación misógina. Los historiadores canónicos han sido unos legisladores ciegos del pasado, y del presente. Las transformaciones positivas que en contra del sistema hicieron esas Mujeres del 16, en este pedazo de tierra, aun las ocultan.”
Esta labor de investigación es el fruto del trabajo de rescate histórico, bibliográfico y documental que el doctor Roberto Cassá auspicia y coordina con una responsabilidad histórica y social desde la dirección del Archivo General de la Nación, donde en 10 ó 12 años se han publicado más de 311 volúmenes. Cabe destacar el esfuerzo acucioso de Alejando Paulino Ramos, compilador, quien tiene una licenciatura Historia y maestría en Historia dominicana por la Universidad Autónoma de Santo Domingo, ha sido profesor en las cátedras de Historia dominicana e Historia universal en la Escuela de Historia de la UASD y en la Universidad O&M. Es miembro correspondiente de la Academia Dominicana de la Historia y autor de varios e importantes libros e investigaciones históricas.
Los intelectuales y la intervención militar norteamericana, 1916-1924 es un conjunto de documentos que no debe quedar confinado a las paredes del AGN. Hay que difundirlo y como dice un amigo: vulgarizar. Lástima que el país no dispone de un sistema nacional de bibliotecas públicas donde haya más de un ejemplar de esta valiosa obra y donde se pudiera realizar debates, coloquios y discusiones sobre los valiosos documentos que la integran.


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