SAMARCANDA. Qué ver en Samarcanda, la ciudad más mítica de Asia Central.
Samarcanda. Pocos lugares hay en el mundo tan míticos para un viajero como la ciudad de Samarcanda. La simple pronunciación de su nombre provocaba en mí taquicardias y sudores fríos desde hace ya algunas décadas. Varias veces pospuesto por distintas circunstancias el viaje a Uzbekistán, conocer Samarcanda era el verdadero motivo para emprender un viaje a Asia Central. Una obsesión casi.
Y al fin llegó el día de visitar esta ciudad que tantos viajeros a lo largo de tantos siglos han tildado de majestuosa. Pero, ¿me defraudaría Samarcanda? No pocos viajeros de la era de internet han comentado, por ejemplo, que Jiva o Bujará son tan o más impresionantes como Samarcanda. Una vez de regreso a casa me resulta imposible hacer comparaciones de este tipo. Sin embargo, a sabiendas que el desvarío soviético se llevó por delante parte del legado timúrida ya os digo ahora mismo que la visita a Samarcanda no ha defraudado para nada, las enormes expectativas creadas. Samarcanda es uno de aquellos lugares que hay que ver una vez en la vida, por lo menos.
Antes de comentaros las 10 visitas imprescindibles que hay que ver en Samarcanda, sin embargo, permitidme que os haga cuatro pinceladas acerca de la historia de la ciudad.
SAMARCANDA EN LA HISTORIA.
La historia de Samarcanda no empieza con los timúridas de Tamerlán, desde luego, puesto que estamos hablando de uno de los enclaves centroasiáticos de los que se tiene referencia desde más antiguo. Por ejemplo, Samarcanda fue capital de Sogdiana durante el siglo VIII aC y, posteriormente, de una de las satrapías vasallas de la Persia Aqueménida.
Y casi todos los grandes imperios de la antigüedad dejaron aquí su impronta y en algunas ocasiones su afán destructor. Los griegos de Alejandro Magno, los persas, los seléucidas o distintas tribus túrquicas fueron algunos de ellos.
Todos ellos respetaron en mayor o menor medida el enorme patrimonio cultural, arquitectónico y artístico que atesoraba Samarcanda desde hacía más de mil quinientos años. No fue así en el caso de Gengis Jan, el cacique mogol que arrasó por ahí por donde pasaba y que no tuvo reparos en dejar en la más completa ruina la histórica Samarcanda. Es por este motivo que entre los monumentos que hay que ver en Samarcanda encontraremos solo en contadas ocasiones algunos que hagan referencia a la época anterior a los timúridas.
Tamerlán, otro destructor guerrero de origen mogol, le dio la vuelta a la tortilla y tras conquistarla en 1370 la convirtió en capital de su imperio, a la vez que la embelleció con todo tipo de monumentos administrativos y religiosos, convirtiéndola en una de las más bellas ciudades jamás edificadas.
A este menester se añadieron, posteriormente, los sucesores de Tamerlán. Y particularmente, su nieto Ulugh Beg, un monarca extraordinariamente amante de las artes y de las ciencias que convirtió Samarcanda en una obra de arte global. Las grandes mezquitas, mausoleos y madrasas que hay que ver Samarcanda fueron construidas, en gran medida, durante los aproximadamente 150 años que van desde la toma de la ciudad por Tamerlán y la conquista uzbeca en 1500.
Efectivamente, los uzbecos llegaron a Samarcanda sobre 1500. Es decir, Tamerlán, considerado en gran padre de la patria uzbeca desde el advenimiento de la independencia en 1991, no solo no era uzbeco si no que su imperio lucho y perdió contra los uzbecos para el dominio de la región.
Los uzbecos trasladaron la capitalidad a Bujará y la ciudad jamás volvió a resplandecer como en el anterior siglo y medio. Con la anexión al imperio ruso y posterior incorporación a la Unión Soviética las remodelaciones se llevaron por delante parte de la Ciudad Antigua de Samarcanda. Sin embargo, un buen puñado de grandes monumentos no solo pudieron conservarse si no que fueron restaurados (con desigual fortuna). Pese a tantos avatares históricos, incluidos varios terremotos, Samarcanda sigue siendo hoy en día, una de las ciudades más espectaculares del mundo entero.
QUÉ VER EN SAMARCANDA EN 10 VISITAS.
Como comentaba, el periodo soviético se llevó por delante gran parte de la ciudad antigua. Sin embargo, un bueno puñado de los grandes monumentos del periodo timúrida permanecen en pie a la espera de ser descubiertos. Muchos de ellos, eso sí, restaurados de forma excesiva para gusto de no pocos estudiosos de la Historia del Arte.
Sin más, os dejo con nuestra lista de los 10 monumentos que hay que ver en Samarcanda.
GUR EMIR O MAUSOLEO DE TAMERLÁN
Empezamos la jornada con el Mausoleo de Tamerlán que es el nombre que recibe actualmente el Gur Emir y que, además, se localiza a solo 50 metros de nuestro hotel.
Se trata de uno de los monumentos más suntuosos de la ciudad. Uno de aquellos lugares que hay que ver en Samarcanda sí o sí. Y además, lo tenemos enfrente del hotel. Sin embargo, permitidme un consejo si es que vais a visitar Samarcanda: visitar el Gur Emir a partir de las 3 de la tarde, en cuando el sol le da de frente y presta su mejor cara a quien lo quiera fotografiar.
Pero, ¿qué es este Gur Emir? Pues se trata del mausoleo que el propio Tamerlán erigió en 1403 para su nieto Mohamed Sultán. Curiosamente, el gran guerrero turco-mogol deseaba ser enterrado en Shakhrisabz, en un lugar mucho más sencillo. Sin embargo, la muerte le sorprendió prematuramente en una campaña contra el Imperio Chino, de manera que el Gur Emir acabó por convertirse en la tumba definitiva de Tamerlán.
En el Gur Emir ya podremos empezar a disfrutar de esta sinfonía de estilo islámico persa en que la dinastía timúrida convirtió Samarcanda. Impresiona su cúpula azulada gracias a sus esmerilados vidrios tan característicos de este estilo, en este caso con los ribetes profundamente marcados. Sin embargo, no menos fastuoso resulta el patio de acceso al mausoleo, las puertas de entrada, los dos maravillosos minaretes o la sala donde se localiza la tumba de Tamerlán cuya cúpula supone uno de os momentos más excelsos de la Historia del Arte. No quiero enredarme en descripciones, de manera que mejor os dejo con unas cuantas fotos.
Ulugh Beg, por cierto, nieto y continuador de la dinastía Timúrida y otro de los grandes nombres que se irán repitiendo en Samarcanda, también está enterrado aquí. Y, en realidad, fue este soberano el que convirtió al Gur Emir en una suerte de panteón real timúrida.
MAUSOLEOS AK SARAY Y RUJABAD.
Desde luego, tras visitar el Gur Emir casi cualquier edificio puede parecer sencillo. Y esto es lo que nos pasa al visitar el mausoleo Ak Saray, del siglo XV, y el mausoleo Rujabad, de finales del siglo XIV y que pasa por ser uno de los más antiguos de Samarcanda. Por cierto, de este mausoleo se dice que guarda un preciadísimo tesoro: ni más ni menos que seis pelos del profeta. Es decir, un verdadero mechón. Sea o no cierto, la verdad es que se trata de un lugar tranquilo y exento de masificación alguna.
PLAZA DEL REGISTÁN. MADRASA ULUGH BEG, MADRASA SHER DOR Y MADRASA TILLI-KARI.
Desde luego, si hay un lugar que hay que ver en Samarcanda este es la Plaza del Registán. Se trata, quizá, de la más maravillosa plaza construida jamás. O, al menos, una de las más bellas del mundo sin ningún género de dudas.
Curiosamente, se trata también de una de las pocas plazas del pago del mundo, pues para acceder a ella hay que pasar por taquilla (7 USD o 5 euros, el precio oficial para los extranjeros) y tiene además, un horario concreto (hasta las 17.00 horas). La verdad es que con la entrada a la plaza se incluye la visita a las tres madrasas que en ella se alzaron, pero así de buenas a primeras me parecería más lógico cobrar por entrar en los tres monumentos y dejar deambular a los visitantes de forma libre por la plaza. Al fin y al cabo, los turistas son más bien pocos en Uzbekistán, de manera que para nada parece una cuestión de masificación.
Se trata de una plaza cuyos monumentos fueron alzados a partir del advenimiento de la dinastía timúrida, aunque desde luego la plaza ya existía anteriormente. Y concretamente, de cuando el nieto de Tamerlán Ulugh Beg accedió al poder. Esto es así habida cuenta que las hordas de Gengis Khan arrasaron Samarcanda cuando la invadieron.
La cuestión es que tres son las madrasas que encontramos en esta plaza. De izquierda a derecha según se mire enfrente, la madrasa Ulugh Beg, la Tilla-Kari y la Sher Dor. Y en este sentido y secuencia las visitamos.
Empezamos con la Madrasa Ulugh Beg, la más antigua de todas, finalizada en 1420 y mandada construir por el nieto y sucesor de Tamerlán, Ulugh Beg, el monarca astrónomo y matemático. Entramos por el decoradísimo arco de entrada o pishtaq que se enmarca entre dos esbeltos minaretes. Todo ello decorado con profusión de azules y verdes esmaltados en este tipo de arte que tanto asociamos a los persas. Casi siempre con dibujos geométricos como es habitual en el arte islámico, aunque luego veremos en esta misma plaza como en algunas ocasiones se aplicaron curiosas excepciones.
En las 56 habitaciones repartidas en dos plantas se distribuían los estudiantes de esta madrasa que ya hace tiempo que ha perdido sus funciones como escuela coránica para formar parte de este extraordinario decorado turístico que supone la plaza del Registán. En realidad, varias de las celdas son ocupadas actualmente por pequeñas tiendecitas dedicadas a la venta de souvenires turísticos. Aunque, a decir verdad, nos gustaron más los puestecitos del interior de la Madrasa Jan Imom de Tashkent, donde los propios artesanos trabajaban en las tiendas.
Salimos de la Madrasa Ulugh Beg para entrar en la Madrasa Tilla-Kari, otro de los grandes monumentos que hay que ver en Samarcanda y la que se sitúa en medio de las otras dos. Tanto esta como la Madrasa Sher Dor fueron construidas tomando como modelo la Ulugh Beg. Esta, concretamente, fue finalizada en 1660 y destaca más allá de su atractivo patio arbolado donde se distribuyen las celdillas estudiantiles, por su bellísima mezquita, decorada con profusión de motivos geométricos dorados y azulados. Una preciosidad difícil de describir y cuyas fotografías no hacen honor a su esplendor.
La tercera de las madrasas, la Sher Dor fue terminada en 1637 y tiene como peculiaridad la existencia de dos tigres atacando sendos ciervos en los ángulos superiores de su pishtaq o arco de entrada. Casi que diríamos que se trata de un hecho excepcional entre los edificios islámicos, aunque al día siguiente visitaremos una pequeña madrasa en las afueras de Samarcanda que repite motivo ornamental y también en Bujará encontraremos una tercera donde se obvió esta presunta prohibición de representar seres animados en los monumentos islámicos.
La distribución del interior de la madrasa se repite también aquí, con un patio que distribuye los dos pisos de celdas que albergaban a los estudiantes y cuya planta baja está dedicada, en la actualidad, a la venta de souvernirs.
Comentar que al día siguiente de nuestra visita tiene lugar en la Plaza del Registán la ceremonia de inauguración del Festival Internacional de Música que cada año se celebra en esta ciudad a finales de agosto. Los preparativos hacen que no podamos situarnos al fondo de la plaza a fin de tirar una fotografía decente que incluya las tres madrasas, de manera que si visitáis Uzbekistán, intentad que vuestra visita a Samarcanda no coincida con el citado concurso, a no ser que tengáis interés en asistir a las representaciones.
MEZQUITA BIBIKHANUM Y MAUSOLEO DE BIBI KHANUM.
La mañana pasa volando de manera que tras comer en uno de los distintos restaurantes ubicados enfrente de la Plaza del Registán (como siempre, muy baratos), seguimos nuestro recorrido rodeando por fuera la Madrasa Sher Dor para buscar otro de los edificios más bellos que hay que ver en Samarcanda: la Mezquita Bibi Khanum.
Se trata de uno de los templos más espectaculares de Samarcada. Una mezquita que ha sido cuidadosamente restaurada aunque su sala de oraciones principal permanece en completa ruina.
Es esta una de las más antiguas mezquitas que visitaremos en Samarcanda pues su construcción se debe a los tiempos del propio Tamerlán. Parece ser que el motivo fue la celebración del regreso del guerrero de una campaña militar en Delhi.
Lo cierto es que Tamerlán se rodeó de los más importantes artesanos y arquitectos del momento a fin de alzar un templo que no tuviera competencia en todo el mundo islámico. Artesanos llegados de Persia, Bagdad o Damasco unieron sus esfuerzos para construir este hermoso templo.
Como siempre, un bellísimo e inmenso portalón de entrada o pishtaq nos da la bienvenida. Por desgracia se encuentra a contraluz, de manera que al día siguiente regresaremos por la mañana sólo para tomar fotografías.
En medio del patio encontramos un Corán de mármol, abierto. Podría representar el Corán de Osman, del siglo VII, traído por el propio Tamerlán a Samarcanda y que actualmente se conserva en el Museo Moyie Mubarak de Tashkent.
A ambos lados del patio se abren sendas mezquitas, cuyas azuladas cúpulas no pasan desapercibidas. Enfrente, sin embargo, la sala de oraciones principal de la mezquita permanece en ruinas víctima del terremoto de 1897 y no ha sido restaurada aún. Pese a ello, su misticismo y encanto continúan vigentes. También permanecen de pie los restaurados minaretes que lucen como vienen haciendo desde hace seis siglos con este conjunto de balsosas vidriadas tan del gusto timúrida.
Frente a la mezquita, y separada de este por una calle, se localiza un pequeño parque donde se ubica el Mausoleo de Bibi Khanum que no es otra que la esposa china que mandó construir la mezquita en honor a Tamerlán. La leyenda cuenta Bibi Khanum fue arrojada desde el minarete del templo que lleva su nombre tras enamorarse del arquitecto que diseñó la mezquita.
La cúpula azulada y con ribetes, que nos recuerda al Gur Emir, es lo más bello de este mausoleo cuyas tumbas se localizan en el sótano del mismo. Como siempre, tuvimos que pagar entrada para la visita (15.000T más 5.000 por el uso de la cámara).
NECRÓPOLIS DE SHAH-I-ZINDA
La Necrópolis de Shah-I-Zinda, que dista unos 20 minutos a pie de la Mezquita Bibi Khanum, es nuestro próximo destino. La verdad es que a medio camino se localiza otra bonita mezquita, aunque nada histórica pues fue construida en el siglo XIX, de nombre Khazret Khizr, que nos hubiera gustado visitar. Sin embargo, está en obras de manera que no podemos acercarnos ni a doscientos metros de la misma.
Esta necrópolis de Shah-I-Zinda es otro de los lugares que hay que visitar en Samarcanda de forma imperativa.
En una suerte de calle dentro de un cementerio se disponen una serie de una veintena larga de tumbas y mausoleos que más bien parecen auténticos templos dedicados a distintos dignatarios timúridas y diversos componentes de la familia real. Podríamos pensar que se trata de una auténtico Panteón Real si no supiéramos que éste se encuentra en el Gur Emir ya visitado.
Quienes se encuentran enterrados tras esta sinfonía de pishtaqs (los clásicos portalones decorados con azulejos vidriados de colores turquesa y azulado de los que ya os hemos hablado) son hermanos y hermanas de los antiguos monarcas timúridas, incluidos los de Tamerlán y Ulugh Beg, así como distintos generales que unieron su suerte a la de los aguerridos monarcas.
No os voy a recitar los nombres y rangos de quienes allí están enterrados. Solo comentaros que cada tumba parece empequeñecer la anterior, en lo que nos parece uno de los conjuntos de panteones y mausoleos más suntuosos que hayamos tenido la oportunidad de visitar.
Comentar también que al final de este recorrido se localiza la presunta tumba de Qusam Ibn-Abbas, primo directo del profeta y defensor de la ciudad durante un ataque acontecido durante los primeros años de islamización de la ciudad. Según reza la leyenda, Qusam Ibn-Abbas permanece en vida en los subterráneos de la necrópolis, de allí que el nombre de la misma, Shah-I-Zinda, signifique precisamente Tumba del Rey Vivo. Es este el más suntuoso de todos los mausoleos de la necrópolis. Y no es de extrañar habida cuenta de que se trata de un lugar prácticamente sagrado para los uzbecos.
OBSERVATORIO DE ULUGH BEG
Y cuando el ocaso amenaza en llevarse el día por delante tomamos un taxi para que en unos 10 minutos nos acerque al último de los lugares que hay que ver en Samarcanda y que va unido, nuevamente, a la figura del nieto de Tamerlán y sucesor del gran cacique, Ulugh Beg.
Se trata del Observatorio Astronómico de Ulugh Beg. Y es que este soberano no sólo ha pasado a la historia como sucesor de Tamerlán (aunque no directo), si no como uno de los más importantes matemáticos y astrónomos de la época. Hasta el punto que la época contemporánea en la que vivimos le ha reconocido los enormes méritos contraídos asignándole el nombre de un planeta descubierto en el siglo XX.
La cuestión es que tras venerar, casi, una enorme estatua de Ulugh Beg, visitamos el observatorio del que, francamente, poco podemos entender y que queda soterrado bajo tierra. La guía de mano con que viajamos nos cuenta que se trata del sextante de piedra más grande jamás construido. Pues eso.
Adjunto al observatorio se halla un pequeño museo donde se cuenta un poco la historia de las conquistas de Ulugh Beg y de hasta donde llegó el Imperio Timúrida durante la época en que gobernó este mandatario, así como algunos datos en relación a su labor como astrónomo. Se visita rápido y casi que merece tanto la pena como el observatorio en sí mismo.
Ahora sí que va cayendo la tarde y el sol nos regala los últimos coletazos para una jornada que ha sido, para nosotros, francamente inolvidable. Tras cenar en la khafaina aneja a la mezquita Bibi Khanum, aun tendremos tiempo de dar un paseo por la Plaza del Registán (desde fuera ya que a esta hora ya no se permite el acceso) que, iluminada, se muestra más bella si cabe que de día.
DONDE DORMIR EN SAMARCANDA.
B&B EMIR. Fue nuestro alojamiento en Samarcanda. Bien de precio y situado en una localización excepcional junto al Mausoleo de Tamerlán. Ver cada noche el Gur Emir iluminado no tenía precio. Cogimos una habitación para tres pero también disponen de dormitorios para mochileros. El desayuno es casero y muy correcto. Mira aquí los precios actuales.
HOTEL BIBI KHANUM. Varios viajeros se han alojado aquí y todos han comentado que se trata de un lugar excepcional. Desde el patio del hotel se disfruta de unas maravillosas vistas a la Mezquita Bibi Khanum (esto lo pudimos comprobar, mirad la foto), aunque a nosotros se nos iba un poquito de precio. Mira aquí los precios actuales.
COMO LLEGAR A SAMARCANDA.
La mejor opción es tomar uno de los dos trenes de alta velocidad que cada mañana parten de la estación central de Tashkent. Los billetes de tren se ponen a la venta unos dos meses antes. Sin embargo, actualmente no es posible comprar los pasajes directamente desde la web de Uzbekistan Railways.
Por lo tanto, sólo quedan dos opciones: la primera, arriesgarse y comprarlos en taquilla (para nosotros, en temporada alta no supone una opción real debido al riesgo de quedarse sin billetes). La segunda, comprarlos a través de un intermediario. Nosotros adquirimos los billetes a través de Advantour, la empresa más fiable del país en estos menesteres. Compramos los billetes de tren de Tashkent a Samarcanda y de Samarcanda a Bujará.
El tren salió puntual a las 08:00 y llegó a las 10.08. Un tren anterior parte a las 07:30.
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