Las leyendas de Amapala, la olvidada capital de Centroamérica por la que dicen que pasaron el pirata Drake y Albert Einstein
Las pupilas grises y cansadas de Enrique Humberto Rodríguez se iluminan cuando mira el mar desde Amapala con los ojos del recuerdo.
"A menudo ahí podíamos tener hasta 10 barcos, barcos grandes", dice mientras señala las tranquilas aguas ahora sólo surcadas por lanchas de pescadores y las que de vez en cuando llevan y traen pasajeros desde tierra firme.
"De aquí salía banano hacia todas partes de Europa y Estados Unidos; madera, que más que todo iba para Europa: a Hamburgo, Rotterdam; pacas de algodón que generalmente iban para Japón", recuerda con orgullo Rodríguez, de 76 años.
Amapala es la principal población de la Isla del Tigre, un pequeño pedazo de Honduras en el golfo de Fonseca y sede del principal puerto del país en el océano Pacífico hasta finales de la década de 1970.
Además, fue capital de la República Mayor de Centroamérica y, según la leyenda, guarida del pirata inglés Francis Drake y hasta hogar temporal de Albert Einstein.
Durante varios años también fue mencionada como el más probable punto de partida para un ambicioso y polémico esquema de desarrollo que, según sus críticos, permitiría el intercambio de inversiones por soberanía.
Mucha historia -y muchas ambiciones- para una somnolienta isla de apenas 75 kilómetros cuadrados y una tranquila población con nada más una docena de calles donde la luz se va con pasmosa regularidad.
"Guarida de piratas"
Que Amapala no es un lugar cualquiera se nota incluso antes de llegar al muelle donde atracan las modestas lanchas que van y vienen desde Coyolito, la aldea de pescadores que es su puerta de entrada al resto de Honduras.
Las imponentes casonas que se alzan sobre su malecón, que poco a poco han ido siendo restauradas a su gloria original, sugieren que este fue un lugar de cierta importancia por el que circulaba abundante dinero.
Ubicadas como están al pie de un volcán extinto, cubierto por una frondosa vegetación y casi siempre coronado de nubes, completan una hermosa y pintoresca postal que parece congelada en el tiempo.
La isla también puede presumir de ser el lugar más tranquilo de Honduras, un verdadero oasis de paz en uno de los países más violentos del mundo.
Según algunas teorías, el nombre de Amapala proviene del potón, un dialecto de los indígenas de la zona en el que significaría "cerro de culebras".
Otros dicen que significa "cerca de los amates" en lengua náhuatl. Mientras que lo de isla "del Tigre" es una referencia a Sir Francis Drake.
O al menos esa es la versión que manejan los isleños y la que está consignada en el museo local, un espacioso cuarto lleno de referencias a un pasado que el gobierno hondureño, tal vez sin darse cuenta, pareciera interesado en repetir.
Ahí, en el segundo piso del viejo edificio de la aduana, la portada de un "reporte preliminar" publicado en 1854 da cuenta del proyecto de ferrocarril interoceánico que en los últimos años ha vuelto a ser de actualidad.
A pocos pasos, otra lámina afirma que en 1579 Francis Drake convirtió a la Isla del Tigre "en su guarida y punto de refugio y descanso después de asolar con sus correrías vandálicas todos los puertos que estaban establecidos a lo largo de las costas del Pacífico".
"Los indígenas de la zona empezaron a llamarle a la isla 'Tecuantepetl' o 'Cerro del Tigre', porque ellos calificaban así a Drake y sus hombres, como unas fieras salvajes y sanguinarias", se explica en la lámina, donde se afirma además que no se descarta que el pirata hubiera enterrado ahí parte de sus tesoros.
Tampoco falta quien afirme que Drake mantuvo amores con una mujer de Amapala, aunque la evidencia de esa y otras conexiones es, cuando menos, escasa.
El mito de Drake
Los supuestos vínculos entre Amapala y Drake parecen tener como principal fuente al arqueólogo y diplomático estadounidense E.G. Squier, autor del mencionado reporte sobre el ferrocarril interoceánico que durante un tiempo fue Encargado de Negocios de EE.UU. en tierras centroamericanas.
En una influyente descripción de Centroamérica publicada en 1852, Squier escribió que "la Isla del Tigre le sirvió de cuartel general y depósito a Drake, y a otros aventureros piratas, durante sus operaciones en los Mares del Sur".
A partir de ahí muchos parecen haberlo dado por cierto.
El marinero inglés, sin embargo, solamente navegó por el océano Pacífico en una oportunidad, durante su famoso viaje alrededor del globo (1577-1580).
Y aunque muchos de los lugares exactos en los que atracó siguen siendo objeto de investigación y polémica, es ampliamente aceptado que su paso por las costas del Pacífico centroamericano apenas tomó poco más de un mes.
Tampoco hay registros de ataques a poblaciones costeras.
Lo que es casi seguro es que Drake capturó al galeón español Nuestra Señora de la Concepción cerca de las costas ecuatorianas el 1 de marzo de 1579, y que para el 13 de abril de ese año ya estaba en Huatulco, en territorio mexicano.
Y, según el explorador británico Michael Turner, autor de In Drake´s Wake ("Tras la estela de Drake"), aunque pensó en atacar el puerto nicaragüense de El Realejo, eventualmente desistió, por causa de unos bancos de arena.
Pero sí capturó dos barcos españoles frente a las costas del istmo centroamericano, encontrando en uno de ellos los mapas de la ruta hacia las Filipinas que le ayudaron a convertirse en el segundo navegante en darle la vuelta al mundodespués del portugués Hernando de Magallanes.
La mayoría de los historiadores coinciden con Turner en que el primero de esos navíos fue abordado cerca de la Isla del Caño, en el sur Costa Rica, el 20 de marzo, y que Drake pasó algún tiempo en una bahía cercana -que hoy lleva su nombre- reparando su barco.
Mientras que la segunda embarcación fue capturada el 4 de abril cerca del actual puerto de Acajutla, en el norte de El Salvador. Es decir, relativamente lejos de una Amapala que tampoco es mencionada por los principales biógrafos del pirata inglés.
De hecho, ya en 1908 el entonces presidente de la Sociedad Geográfica del Pacífico, George Davidson, afirmaba que Squire había cometido un error al ubicar a Drake dentro del golfo de Fonseca.
"Drake jamás estuvo (en la Isla del Tigre)", afirma categórico Turner, quien ha pasado más de 30 años siguiendo las huellas del famoso navegante y repitió personalmente su periplo frente a las costas del Pacífico centroamericano.
Eso, sin embargo, no significa que Amapala no fuera utilizada como guarida de piratas y que eso inspirara el actual nombre de la isla a la que los españoles bautizaron como Petronila.
De hecho, hay registros del paso y estancia de numerosos bucaneros como Edward Davies, John Eaton, William Knight, Peter Harris, Francois Groignet, Pierre Le Picard y, sobre todo, William Dampier.
Capital centoramericana
Mucho mejor documentado está todo lo que pasó en Amapala después: para 1834 el gobierno de la recién independizada Honduras ya había ordenado la construcción de un puerto en la isla, que 12 años más tarde entregó enconcesión al comerciante italiano Carlos Dárdano.
Y para la visita de Squier, a inicios de la década de 1850, el puerto ya mantenía "comercio directo con Bremen, Liverpool, Marsella, Génova, Nueva York y Valparaíso", según el relato del explorador.
También fue en Amapala donde en 1895 los gobiernos de Honduras, El Salvador y Nicaragua firmaron el tratado de creación de la República Mayor de Centroamérica.
Aunque el intento unionista rebautizado como Estados Unidos de Centroaméricaen 1898, no logró sobrevivir a un golpe de estado en El Salvador y se disolvió, sin pena ni gloria, a finales de ese año.
Lo que tal vez explica por qué, para impresionar a los turistas extranjeros que de vez en cuando visitan Amapala, Enrique Humberto Rodríguez no destaca tanto ese efímero honor, pero sí sus vínculos con personajes como Drake y Einstein.
Los "tres días de Einstein"
Del pasado comercial de la isla no hay ninguna duda: el imponente edificio de la vieja aduana, las casonas del malecón que sirvieron de sede a las casas comerciales fundadas por migrantes alemanes a partir de la segunda mitad del siglo XIX, e incluso las ruinas del antiguo casino, dan testimonio de ello.
Otro ejemplo es el inglés de Humberto Rodríguez -también conocido como "Bob, el teacher", pues ayuda a enseñar el idioma en los colegios de Amapala-, aprendido en sus viajes a bordo de los barcos mercantes que durante su juventud acostumbraban fondear en la bahía.
El anciano, un apasionado de la historia de su municipio y el guía extraoficial de la isla, conserva abundantes fotos y documentos de esa etapa.
Pero ni siquiera en el museo de Amapala -que da cuenta del paso del filibustero estadounidense William Walker, en 1854, y el presidente de EE.UU. Herbert Hoover, en 1928- hay referencias a la supuesta visita de Albert Einstein.
Y en la casona que supuestamente alojó al físico alemán tampoco hay placas conmemorando el evento, lo que contrasta con el tratamiento dado a la vecina vivienda de tablones rojos que durante seis años le sirvió de residencia a Máximo Gómez, uno de los próceres de la independencia de Cuba.
"Lo que pasa es que los documentos históricos se perdieron", le dice a BBC Mundo Isela Torres Mendieta, la encargada de la oficina de turismo local.
Pero ella no pone en duda la visita, de la que también presume el alcalde, Santos Alberto García.
"En la época de los alemanes tuvimos la visita de Albert Einstein. Pernoctó una noche en Amapala", le dice a BBC Mundo.
"Einstein estuvo aquí por tres días", asegura Bob "el teacher", quien también parece estar más familiarizado con los detalles.
"Como ya era ciudadano americano, después de la guerra del 45, él vino protegido por los americanos, en un barco mercante. Ellos lo trajeron por precaución, cuidándolo", explica.
"Tres días estuvo de descarga el barco aquí y durante esos tres días él fue huésped en la Casa Uhler, porque la Casa Uhler hospedaba en la parte de arriba solo a europeos: suizos, alemanes, franceses…", dice de la casa comercial que tenía su sede en la vivienda esquinera de color verde que se alza a unos pocos metros del muelle.
La conexión alemana, evidente en los nombres de esa y otras casas comerciales de la isla -Rossner, Kohncke, Siercke- ciertamente le da algo de credibilidad a la historia.
¿Pero hay algo que pruebe que la visita de Einstein no es también una leyenda?
Del puño y letra de Einstein
La respuesta está en los archivos personales del físico alemán que se conservan en la Universidad Hebrea de Jerusalén.
Ahí, en una postal dirigida al profesor Max Born y su esposa, el nombre de Amapala está claramente escrito con todas sus letras.
"Amapala, ¡en Honduras! Por eso es que no habían recibido mensajes nuestros", se lee en la misiva, firmada por Einstein y su esposa, Elsa.
La postal, sin embargo, está fechada el 29 de diciembre de 1931, casi ocho años antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial y 14 antes de la fecha manejada por Bob, "el teacher".
Y uno de sus diarios, Einstein, el más famoso de los ganadores del Nobel de Física, ofrece de su puño y letra más detalles sobre la visita.
"22 (de diciembre). 8 de la mañana llegamos a la bahía de Honduras. Anclamos en la 'Isla del Tigre'", se lee en el diario cuidadosamente llenado por Einstein durante el viaje que lo llevó por segunda vez a Pasadena en diciembre de 1931 para una de sus tres temporadas en Caltech, el Instituto de Tecnología de California.
"Impresionante bahía de aguas azules en medio de muchas islas volcánicas, verdes sobre marrón", es la descripción que hace del golfo de Fonseca.
"Nos quedamos hasta mediodía, porque había que descargar. Un francés y una mujer de Bremen nos visitaron a bordo. Los nativos tienen todos sífilis, pero algunos malaria. 36 grados a la sombra. Gran volcán con una nube de ceniza eterna visible por un buen rato a la partida. Escena indescriptiblemente pintoresca", concluye la entrada.
La siguiente, fechada a la 01:00 am del 23 de diciembre, da constancia de la llegada de su barco al puerto salvadoreño de La Libertad.
Isla de leyendas
Qué Einstein jamás haya puesto un pie en Amapala, sin embargo, no parece importarles a los pescadores que faenan desde Playa Grande, dueña de una inmejorable vista de las vecinas costas de El Salvador.
La apuesta por el turismo como posible motor de desarrollo de la Isla del Tigre cada vez es más fuerte y cada Semana Santa miles de hondureños la utilizan de balneario.
Pero la principal actividad económica por estos lados sigue siendo la pesca.
"Es poco lo que entra (por el turismo) y no beneficia a los más pobres, porque lo único que dejan (los turistas) es basura en las playas", se queja Pedro Carvajal, un pescador de 45 años.
Tal vez por eso los hombres que pacientemente reparan sus redes a pocos metros del agua hace rato también se dieron cuenta de que el tesoro pirata supuestamente enterrado en las cuevas ubicadas al norte de esta misma playa no es sino una leyenda que no les va a dar de comer.
"Nadie nunca ha encontrado nada. Y no crea que es porque no hemos buscado", comenta, entre risas, otro de ellos.
Y cuando se les pregunta sobre los planes del "megapuerto" que el gobierno hondureño parece estar considerando para Amapala bajo el polémico esquema de las ZEDE, casi todos sugieren clasificarlo en la categoría de cuentos.
"En estos pueblos donde nosotros vivimos preside más la mentira que la verdad", le dice a BBC Mundo Santos Martín Ramírez, de 55 años, quien lleva toda su vida pescando.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario