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lunes, 2 de julio de 2018

Libro describe el drama de José Almoina, entre servir a Trujillo y ser antitrujillista

Es la historia desgarrada y desgarrante de un intelectual que no midió las consecuencias de sus actos, que no conocía la naturaleza criminal de Trujillo, que se colocó a su servicio y que en ese juego peligroso, con dinero y poder, confundió la realidad con la ficción
Fausto Rosario Adames/Acento.com.do - 31 de marzo de 2014 - 3:43 pm -  0
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SANTO DOMINGO, República Dominicana.- José Almoina Mateos, exiliado español que vino al país en 1939 junto a muchos otros hombres de conciencia, partidarios de la República, y que eran portadores de las ideas socialistas ¿Fue un traidor de su conciencia cuando se colocó al servicio de la dictadura de Trujillo? ¿Preceptor de Ramfis y confidente de la esposa del dictador, al tiempo de ser secretario particular de Trujillo, sin traicionar su conciencia? ¿Fue deliberada la decisión de redactar un informe confidencial contra Trujillo, o la de escribir un libro titulado Una satrapía en el Caribe, contra el dictador, con datos que sólo un íntimo podría conocerlos?
Pues la cuestión fue que Trujillo lo mandó a matar, lo mismo que a Jesús de Galíndez, y lo consigui{o el 4 de mayo de 1960, en México, en donde dos sicarios cubanos lo atropellaron con un automóvil y luego en el suelo le dispararon en varias ocasiones. Sus últimas palabras fueron para identificar a Trujillo como el autor del crimen.
La historia trágica de José Almoina Mateos ha sido contada muchas veces, pero ninguna con el interés, la cantidad de información y la independencia política que lo ha hecho el historiador cubano Salvador E. Morales Pérez, que dedicó un largo tiempo a viajar y a recopilar información, obteniendo lo que ninguno de los autores que había abordado el tema había logrado: las fuentes documentales primarias de los descendientes de Almoina, que lo guardaron siempre con celos, pero que conocían de las versiones siempre capciosas de los autores dominicanos, que han considerado a Almoina como un parias que se aprovechó del trujillismo, que sirvió a la dictadura y que en las diatribas del poder encontró la muerte.
Del mismo modo en que fue asesinado Almoina fueron asesinados muchos otros que sirvieron a Trujillo, comenzando por el mismo Jesús de Galíndez, o por Ramón Marrero Aristy, porque Trujillo no tenía límites con quienes les fallaban. En un acto desesperado de autoprotección Almoina también escribió un libro laudatorio, ya fuera del país, titulado Yo fui secretario particular de Trujillo.
Es la historia desgarrada y desgarrante de un intelectual que no midió las consecuencias de sus actos, que no conocía la naturaleza criminal de Trujillo, que se colocó a su servicio y que en ese juego peligroso, con dinero y poder, confundió la realidad con la ficción y creyó que ser preceptor de Ramfis y ser el amanuense de María Martínez de Trujillo, le pondría en buen resguardo.
Esa historia la cuenta el libro de Morales Pérez, publicado por el Archivo General de la Nación en 2009, titulado Almoina, un exiliado gallego contra la dictadura trujillista.
En el propio título se encuentra la hipótesis de Salvador Morales Pérez, que desde el principio asume a Almoina como un intelectual antitrujillista. Estudia el caso y justifica las decisiones del intelectual, independientemente de las zonas oscuras que siempre le atribuyó el exilio antitrujillista, y que pese a su asesinato jamás fue reivindicado en la dimensión en que lo fue, por ejemplo, Jesús de Galíndez.
Roberto Cassá, director del AGN, escribe en la presentación del libro que Almoina es el autor de dos textos que llevaron la firma de María Martínez, la esposa del dictador: Falsa Amistad y Meditaciones Morales. Con estos dos textos Almoina fortaleció sus posiciones al lado de la familia del tirano, “que eran objeto de la hostilidad de los integrantes de la servil corte tropical. Se le atribuye asimismo la confección de un texto cuasi-oficial acerca de la frontera, La frontera de la República Dominicana con Haití, en momentos en que las relaciones con el gobierno del país vecino atravesaban diferendos tormentosos”.
Almoina también escribió dos textos contra Trujillo: Un informe confidencialdirigido a los gobiernos del Caribe con una fuerte crítica al gobierno dominicano por sus actividades de intromisión en esos países. Aunque fue confidencial, el informe fue utilizado contra el régimen de Trujillo como un elemento perturbador para la paz en la región.
El otro texto lo publicó con un pseudónimo: Una satrapía en el Caribe, bajo la firma de Gregorio R. Bustamante, y en este libro ofrece detalles nunca conocidos sobre la criminalidad del régimen de Trujillo, sus familiares y las actuaciones de los diplomáticos del régimen en muchas actividades irregulares.
Trujillo gastó mucho dinero combatiendo este libro. Lo que dice el libro sobre la familia de Trujillo y sobre el propio dictador aparentemente llevaron a la conclusión de que el autor era José Almoina Mateos. Hubo muchas conjeturas, análisis y trabajo de inteligencia, lo que acorraló a Almoina, llevándolo incluso a escribir un libro laudatorio del dictador: Yo fui secretario de Trujillo, publicado en Buenos Aires. Una vergüenza más, sin que Almoina y su familia tuvieran sosiego. Trujillo se propuso asesinarlo y el crimen se planeó para ejecutarlo en Cuba, y luego en México.
El libro de Salvador Morales Pérez tiene la virtud de contar con la documentación íntima de Almoina, que le fuera entregada por los descendientes de éste. Los familiares del intelectual sufrieron la persecución del dictador y también el rechazo de los antitrujillistas. Se fueron lejos, quedaron marginados totalmente de la República Dominicana, y la propuesta del libro de Morales les pareció que representaba una reivindicación de Almoina. Le entregaron parte de sus archivos, fotografías de su infancia y las cartas y documentos íntimos. Confirma que Almoina era Gregorio R. Bustamante, y realiza una serie de análisis sobre la mentalidad y los pensamientos de Almoina.
Reconoce el trabajo de los intelectuales dominicanos. Salvador Morales examina una gran parte de la historia del exilio español en Santo Domingo, y todo cuanto se ha escrito, resaltando que Bernardo Vega fue el único que rescató el Informe Confidencial, publicando un resumen de tres páginas de ese documento, que contiene 46 folios. Incluye en este libro el Informe Confidencial íntegro.
El autor piensa que hay una deuda de la sociedad dominicana con Almoina. “No es con anécdotas escabrosas que se va a saldar esa deuda, ni con memorias adulteradas de sus metamorfoseados conmilitones que se van a cerrar esos capítulos de la historia dominicana”, dice.  Entiende que la valoración tiene que ser justa, lo mismo que la historia, que debe tomar en cuenta las mñas diversas circunstancias de la vida de Almoina.
Entiende que ni en la historia dura ni en la ficción se ha hecho justicia con Almoina. Y cita el caso de la novela La fiesta del chivo, de Mario Vargas Llosa. “Esa sensación de carencia me asaltó cuando leí la novela de Vargas Llosa. Aún cuando presumía que lo había contemplado todo, gracias a la mano amiga de José Israel Cuello sentí que se habían quedado por debajo aspectos de la gerencia dioctadorial que había podido calibrar mejor por medio de los informes de los diplomáticos acreditados ante su régimen, lo cual será objeto de un próximo libro”.
Cree el autor que la sociedad dominicana aún necesita justicia, al menos la perpetua condena moral contra nombres y apellidos claramente expresados, que fueron responsables de los desmanes del dictador. Y que hubo víctimas que quedaron sin reparación moral “y los victimarios de toda laya quedaron absueltos de crímenes impagables”.
Sostiene que a José Almoina hay que colocarlo en un lugar diferente al que se encuentra, por sus sacrificios, riesgos, desvelos, porque independientemente de sus equivocaciones, errores o malos cálculos en que hubiera incurrido, “está entre quienes asumieron el mayor riesgo para derribar la ignominiosa dictadura que le había robado a los habitantes de República Dominicana la capacidad de orientar libre y decorosamente sus destinos”.
Hay que hacer notar que la única entidad pública dominicana que le negó el acceso a los archivos a Salvador Morales Pérez fue el Ministerio de Relaciones Exteriores, lugar donde primero trabajó Almoina, junto a Jesús de Galíndez, como maestros de la Escuela Diplomática de la dictadura.
Lo extraño en el caso de Almoina es que salió de España por la derrota del gobierno republicano y se colocó al servicio de Trujillo, un dictador más cruento que Francisco Franco. En España fue miembro del Partido Socialista Obrero Español en Lugo, Galicia, fue funcionario de correos y desarrolló actividades antifascistas.
Llegó al país el 7 de noviembre de 1939, procedente de Francia, junto a su familia y a 273 exiliados que fueron acogidos por la dictadura de Trujillo. El grupo comenzó a desarrollar actividades intelectuales. Su primer descenso moral, dice el autor, fue haber sido asignado como tutor de Ramfis Trujillo, porque esa designación motivó la envidia de muchos paniaguados del entorno de Trujillo “y se le sentó como una trampa explosiva”.
Dice Salvador Morales que la infeliz vinculación del maestro gallego con el dictador “dejó una huella lacerante y crónica en la conducta pública y privada del mismo”. Ramfis y María Martínez iban como oyentes a las lecturas y conferencias de Almoina. Y Trujillo lo elevó de posición, designándolo secretario particular suyo.
El autor dice que es incorrecto llamar a Almoina hombre de confianza del dictador, y asume que el trabajo que le asignaron que mayor placer pudo darle fue el de la frontera dominicana y haitiana, lo que pudo generar muchos celos de Manuel Arturo Peña Batlle, que era el gran especialista en el tema.
El libro cuenta la historia de las relaciones entre María Martínez y Almoina, y sus textos Falsa Amistad y Meditaciones Morales, y no duda que Almoina actuó como amanuense. Pero todo era una falsa y Almoina lo supo y decidió marcharse, se hizo el enfermo diciendo que tenía el bacilo de Koch, tuberculosis, y junto a su familia se fue a México en 1947.
En su propio libro con el pseudónimo de Gregorio R. Bustamante, Una satrapía en el Caribe, Almoina se denuncia a sí mismo como un intelectual “miserable e indigno”. De acuerdo con Salvador Morales, haber sido secretario de Trujillo fue una herida a su honor personal, “que le hizo mucho daño a su autoestima, le hizo sufrir en silencio amargando el resto de su vida”. Cree que solo actos como la publicación del Informe Confidencial y Una Satrapía en el Caribe podría “exorcizar las miserias e indignidades que se le habían impregnado en aquel cubil gubernamental”.
Dice Salvador Morales Pérez que al terminar de redactar su lobro en nombre de Gregorio R. Bustamante, el autor debe haber sentido “una sensación de desahogo, de alivio, de paz consigo mismo”.
Ajusticiado Trujillo, dice el autor, fue descubierto un ejemplar del libro de Bustamante que en su página 93 tenía escrito a mano, presumiblemente por Trujillo, debajo del pseudónimo y del título del libro, el nombre y apellido José Almoina.
Almoina se sentía miserable indigno y sabía que tenía sentencia de muerte. Pero de todos modos viajó de México hasta La Habana, donde le tenían una celada para matarlo dentro de la embajada dominicana en La Habana. Se arrepintió a entrar y se marchó a México, pese a que el gobierno dominicano le había pagado los pasajes. Félix Bernardino era el responsable de pasarlo por las armas.
El libro, pese al interés laudatorio del autor, es presenta el drama psicológico vivido por José Almoina, sirviendo a un asesino como Trujillo e intentando defender ideas de libertades, que provenían de sus convicciones más profundas y ocultas.
Salvador Morales concliye su texto diciendo que “en medio de esa lucha por la sobrevivencia en todos los sentidos que esta se pueda aplicar (Almoina) no sólo dejó un legado de denuncias contra aquellas dictaduras que , amparadas por los Estados Unidos y los supuestos de la Guerra Fría, dejaron deleznables huellas en el alma de los pueblos latinoamericanos, porque también dejó un enorme legado aún sin rigurosa valoración en la cultura de estas sociedades en formación”.
El 4 de mayo de 1960, en México, dos sicarios cubanos al servicio de la dictadura de Trujillo acecharon a Almoina cuando se dirigía desde su casa a la imprenta donde trabajaba, lo atropellaron con el mismo automóvil en que días antes habían transportado a su hija a un bar, y luego de atropellarlo, le hicieron varios disparos, “Fue Trujillo, fue Trujillo” lo único que atinó a decir. Al día siguiente fallecía rodeado de médicos y familiares. Fue sepultado en el cementerio español de la ciudad de México.

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