Claudio Caamaño, el último mohicano de la Revolución
“La muerte es lo último en lo que uno piensa. Es más, ésta no llega a ser parte de tus pensamientos”, dijo el guerrillero haciendo memoria de las 12 veces en las que fuer herido durante la Revolución de Abril de 1965
http://horacero.com.do/2016/03/22/claudio-caamano-ultimo-mohicano-la-revolucion/
Baní, prov. Peravia.- Hablar de Claudio Camaño Grullón es hablar de una parte de la historia dominicana, es hablar de la dictadura trujillista, del primer gobierno democrático del siglo XIX, del golpe de Estado, del estallido político social llamado Revolución de Abril en el cual participó, es preciso también hablar del entrenamiento militar en Cuba, el desembarco en playa Caracoles con el fin de comenzar la guerrilla en esta media isla, no se debe dejar de mencionar a Los Palmeros ni la ejecución de Francisco Alberto Caamaño Deñó, el 16 de febrero de 1973, junto a Heberto Lalane José y Alfredo Pérez Vargas, en Nizaito, La Horma, San José de Ocoa.
Es mucha la historia, y pesa.
Sin embargo a él no le pesaba. Había cumplido 78 años el 21 de febrero pasado y seguía fuerte, ágil, avispado, dispuesto; año tras año rindiendo honor y preservando la memoria histórica de los hombres que intentaron liberar a su patria de la tiranía y sus esbirros en más de una ocasión.
Cuando el 19 de enero pasado un infarto sorpresivo le causó la muerte al también ex guerrillero Hamlet Hermann, Claudio se convirtió en el último sobreviviente del desembarco de playa Caracoles, hecho ocurrido el 13 de febrero de 1973.
Nadie presintió su muerte, mucho menos de esta forma, tan cobarde. Un hombre de guerra, herido 12 veces en la Revolución de Abril, muere por las heridas causadas en un accidente de tránsito y la negligencia de tres clínicas que no lo admitieron a tiempo. También fue tonta la muerte de su hijo, Claudio Francisco Caamaño Velez, de 27 años, el 11 de marzo de 2012, en un colmadón de Pizarrete, cuando dos maleantes intentaron quitarle la vida a otro joven que hábilmente se abajó y una de las balas impactó en la cabeza de “Caamañito”, como le decían en el lugar.
“La muerte de mi hijo, Claudio Francisco Duarte Caamaño Vélez, es un golpe, un profundo dolor. Te confieso que lloramos todos los días, pero nosotros nos propusimos, desde el mismo día de la tragedia, que teníamos que asumir dos cosas muy importantes, primero, no desmayar y la segunda, que debíamos integrarnos más, unirnos más como familia. Así lo hemos hecho”, confesó Claudio en una entrevista en el diario El Caribe.
Su historia
Nació el 21 de febrero de 1938, en Santo Domingo, en los albores de la dictadura trujillista. Era hijo del coronel César Caamaño Mella y Antonia Grullón Morel. Desde muy pequeño, observó las diferencias de clases sociales y el terror que inspiraba la dictadura y sus hombres, entre ellos su propio padre, a quien amaba, pero a la vez temía.
Siendo hijo de un militar trujillista, a quien describió como un sicario de Trujillo, el breve gobierno de Juan Bosch caló tanto en él, que se definió como bochista pese a ser parte de los organismos de seguridad del Estado, abrazando esa causa junto a su primo, el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, proclamado presidente durante los días de la Revolución de Abril.
“Nuestro país fue gobernado bajo una verdadera democracia y apegado realmente a una constitución durante los siete meses que el profesor Juan Bosch detentó el poder en la República Dominicana, por eso pasé a ser boschista, aún siendo parte de los cuerpos armados y Francisco Alberto Caamaño, también”.
Luego del golpe de Estado a Bosch y del Triunvirato, vino la Revolución, un evento al que el Partido Revolucionario Dominicano dio el primer impulso, pero que ganó el respaldo de una parte de las fuerzas militares y de una buena parte de la población dominicana, que sin instrucción militar, se lanzó a las calles a defender la libertad. (Con el paso de los años, las perspectivas cambian, y Claudio llegó a acusar a Bosch de haber delatado a Francis Caamaño; igual lo hizo con el general retirado Héctor Lachapelle Díaz y el vicealmirante Manuel Ramón Montes Arache ).
“La gesta de abril del 1965, me marcó para siempre. Primero, la guerra civil, más que nada porque ahí, tanto Francisco Alberto como yo, descubrimos la grandeza del pueblo dominicano. Nuestro pueblo se enfrentó a la potencia más poderosa del mundo y los norteamericanos tuvieron que sentarse a negociar con los dominicanos y no nos pudieron avasallar como han hecho siempre”.
El maltrato físico que vio a su propio padre infringir a otros, le hizo desde niño desarrollar un alma noble apartada de la agresión, pero durante la Revolución su amor patrio se vio a prueba:
“Al principio yo tenía mucho miedo, pero luego fue creciendo en mí una profunda tristeza, por haber matado a más de cien personas. Vi tanta sangre en la guerra, que ahora no quiero ni matar a un pajarito. Es más, yo era cazador y dejé de cazar después de la guerra de abril. Ahora tú me preguntas que si siento que valió la pena, y te respondo que sí, porque nunca más se ha vuelto a producir un golpe de Estado y nunca más nos han vuelto a invadir. La guerra afianzó, definitivamente, el sistema de gobierno dominicano”.
“Fui herido 12 veces en abril y me operaron tres veces, pero te juro que aunque al principio estaba muy asustado, con el paso de los días y el entusiasmo de lo que uno va logrando, el miedo desaparece. La muerte es lo último en lo que uno piensa. Es más, ésta no llega a ser parte de tus pensamientos”.
Si alguien preguntara qué se logró con la Revolución de Abril, pues desde ese acontecimiento a la fecha todos los gobiernos han sido movidos por los mismos resortes que cobijaron la dictadura, habría que responder con las palabras del “guerrillero solitario”:
“A pesar de lo que se pueda pensar, esa acción de los dominicanos fue necesaria y valió la pena, pues gracias al coraje mostrado por los constitucionalistas, en este país, nunca más, a nadie se le ha ocurrido derrocar un gobierno”.
Expedicionarios de Caracoles
Francisco Alberto Caamaño Deñó. Asesinado.
Eberto Lalane José. Asesinado.
Alfredo Pérez Vargas. Asesinado.
Ramón Euclides Holguín Marte (Braulio),
Hamlet Hermann Pérez (Freddy) Sobreviviente por ser capturado con vida y entregado.
Mario Nelson Galán Durán (Balaguer) Asesinado.
Claudio Caamaño Grullón (Sergio) Sobreviviente por haberse extraviado en las montañas.
Juan Ramón Payero Ulloa (Ismael) Asesinado.
Toribio Peña Jáquez (Felipe) Sobreviviente por extraviarse y llegar a Santo Domingo.
Eberto Lalane José. Asesinado.
Alfredo Pérez Vargas. Asesinado.
Ramón Euclides Holguín Marte (Braulio),
Hamlet Hermann Pérez (Freddy) Sobreviviente por ser capturado con vida y entregado.
Mario Nelson Galán Durán (Balaguer) Asesinado.
Claudio Caamaño Grullón (Sergio) Sobreviviente por haberse extraviado en las montañas.
Juan Ramón Payero Ulloa (Ismael) Asesinado.
Toribio Peña Jáquez (Felipe) Sobreviviente por extraviarse y llegar a Santo Domingo.
¿Quiénes asesinaron a Caamaño?
El gobierno de Balaguer ofreció el dato no confirmado de que Caamaño, Lalane y Vargas murieron en un intercambio de disparos con las fuerzas de seguridad del Estado que los perseguían, versión que ha sido rechazada, circulando la versión de que fueron apresados con vida, fusilados, y sus restos escondidos para la posteridad.
Sin embargo, cuando medios de comunicación seleccionados por el régimen fueron llevados al lugar para que fotografiaran los cadáveres, quienes estaban allí comandando eran el contralmirante Ramón Emilio Jiménez Reyes, para la época Secretario de Estado de las Fuerzas Armadas; así como el mayor general Enríque Pérez y Pérez y el brigadier Juan René Beauchamps Javier.
No debe obviarse, que en un país presidencialista, nada se ejecuta sin la orden del presidente.
El Código Penal de la época sancionaba el homicidio en su artículo 295, y el artículo 296 calificaba de asesinato el homicidio con premeditación y acechanza, estableciendo para un homicida y asesino penas de 20 y 30 años de cárcel, respectivamente. Pero sin restos mortales, no puede establecerse el asesinato, y todo queda suspendido en la nebulosa infranqueable del crimen de Estado.
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