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lunes, 25 de julio de 2016

Estados Unidos y su imperiosa necesidad de guerra mundial

Estados Unidos y su imperiosa necesidad de guerra mundial


Por: Marcos José Núñez / “Observando
marcosnunezfis@gmail.com
http://www.diariocristal.com/estados-unidos-y-su-imperiosa-necesidad-de-guerra-mundial/
Marcos Nunez Fis
Los Estados Unidos de América o Norteamérica como se le conoce geográficamente al territorio al norte del rio Bravo y de la península de La Florida nació como una serie de asentamientos o pequeñas colonias agrícolas pobladas de aventureros y refugiados religiosos procedentes de lo que hoy es el Reino Unido, devenidos inicialmente en pobladores de la región llamada de la Nueva Inglaterra, al noreste del actual territorio continental.
La colonización del nuevo territorio no fue fácil en ningún sentido. Desde un primer momento, los indígenas nativos americanos hicieron sentir su presencia y recelo por la presencia del intruso europeo en lo que ellos consideraban sus tierras ancestrales.
Así es como, tras algunos años de pacifica asociación, los colonos ambiciosos de expandirse e indígenas desconfiados de estos extraños, fuera una sangrienta guerra de conquista que tras cientos de bajas de ambas partes se zanjo en una tregua que resulto en acuerdos de convivencia pacífica simbolizados en una cena de acción gracias a finales de cada mes de noviembre, coincidiendo también con una larga celebración indígena que consistía en dar gracias por las cosechas aportadas por la tierra.
La guerra de independencia norteamericana fue otra manifestación del deseo de expansión y conquista del pueblo norteamericano. Frente a lo que se consideraban abusos desde la metrópoli con respecto a los impuestos que se pagaban por el comercio del té, los colonos criollos se rebeló contra la corona inglesa desatando a partir de 1775, la primera gran revolución de los pueblos de América.
De las trece colonias que inicialmente formaban este feudo de la corona británica, ya independizada tras una cruenta y larga guerra de independencia nacional, con el correr de los años, comenzó esta nueva nación a expandirse hacia el oeste, hacia el norte y hacia el sur. En todas las direcciones, miles de indígenas nativos americanos ocupaban tierras y poblados que tenían miles de años de antigüedad. Culturas milenarias como los navajos, iroqueses, cherokees, pieles rojas, yankees, entre otros, fueron víctimas de los fusiles de la joven nación que se batían sin cesar sobre sus pechos y cabezas, sobre sus hombres, mujeres y niños.
Y con ello vino la etapa de la industrialización. De trece colonias convertidas en trece estados pasaron en menos de 150 años, a 47 estados y el Distrito de Columbia. Las nuevas técnicas de comercio, los avances de la revolución industrial y el consiguiente aumento de la población ya sea por natalidad o inmigración, convirtió en un lapso relativamente corto de vida nacional, a los Estados Unidos de América en la primera potencia de América por encima de sus antecesores de la República Argentina, rivalizando en importancia incluso, con la primera potencia del mundo en ese momento -su madre patria- el Reino Unido.
Pero en ese interregno de tiempo que va desde 1789 hasta 1945 aproximadamente, la gran nación del norte experimentó importantes conflictos armados instigados de alguna manera por ellos mismos.
Ya se comenzaba a dar forma a su rol histórico de potencia imperial provocadora de conflictos bélicos globales pero para su propio beneficio.
Consolidada su independencia, los Estados Unidos vivieron la segunda guerra de independencia de 1812 contra los británicos, la guerra de expansión contra los indígenas nativos americanos, la guerra contra México 1836-1848, en la que los norteamericanos arrebataron las 2/3 partes del territorio mexicano (todo el oeste, suroeste, noroeste y parte del centro de lo que hoy es Norteamérica fue parte de México) la guerra de secesión de 1861-65 (guerra civil entre estados del norte y del sur de los Estados Unidos), la guerra hispano-americana de 1898 que arrebató los últimos reductos coloniales a España, las intervenciones militares de varios países de la América insular (Cuba, Haití, Dominicana, Nicaragua) la primera guerra mundial y la preminente, segunda guerra mundial.
Pero eso no termina ahí. Después de la segunda guerra mundial, el naciente complejo militar industrial provocó la guerra de división de Corea en dos naciones, dividió a China Comunista y le creó un nuevo país a partir de una escisión de una parte de su territorio (Taiwan), continuó la guerra de división de Vietnam en dos naciones, la segunda intervención en Dominicana, la guerra fría, la guerra de contención en Cambodia y Laos, la primera guerra de Irak, la guerra en Bosnia, la guerra contra el terror en Afganistan, la segunda guerra de Irak y ahora una nueva guerra fría con Rusia que ha agravado conflictos bélicos violentos como la guerra civil de Siria (indirectamente instigada por aliados tácticos de los Estados Unidos en medio oriente).
 Como se puede ver, la guerra ha sido la principal industria de exportación de los Estados Unidos hacia el resto del mundo. Estados Unidos es la nación y la potencia más grande del mundo; son admirables sus valores fundamentales y sus instituciones sociales, pero su política exterior de vigilancia pentagonista y sus frecuentes decisiones intervencionistas, llamadas acertadamente por el fallecido escritor uruguayo, Eduardo Galeano como “policía del mundo” chocan con su propio desarrollo interno y con los valores que le dieron origen como nación.
Mientras el resto del mundo espera que la potencia post-imperialista sirva de campeón y protector de los países más empobrecidos, muy por el contrario, Estados Unidos durante mucho tiempo ha estado socavando las bases de la paz en el tercer mundo, ya sea con guerras intervencionistas o con subyugación económica; participa de guerras mundiales para imponer sus reglas de juego a otras potencias y propicia las guerras regionales para detener o aplastar el avance de algún adversario de importancia geopolítica.
Así mismo, los problemas internos que tiene la gran nación capitalista del norte que no son pocos, de tiempo en tiempo se calman pero, llegan los ciclos de agotamiento en donde se agudizan las contradicciones; por eso vemos que las tensiones y conflictos raciales de hace 50 años, están volviendo con fuerza a las calles norteamericanas, con el elemento agregado de que ahora gobierna un negro los destinos de ese país; el sólo hecho de que 50 años después de que se le reconociesen los derechos civiles y políticos a las personas de color, exista una persona proveniente de las minorías raciales despachando órdenes ejecutivas en el ala oeste de la Casablanca, debe ser un trago amargo para una parte muy importante de los blancos tradicionales norteamericanos, sobre todo los ubicados en los estados del sur de ese país, quienes aun 150 años después de la abolición de la esclavitud, no soportan la idea de reconocer a un negro como persona humana o de siquiera convivir con ellos; eso explica por qué en los últimos ocho años, pero intensamente en los últimos dos meses, ha habido más asesinatos y crímenes contra personas de color en los Estados Unidos, que en los 50 años anteriores.
El estilo de vida americano ha entrado en una nueva crisis que cuestiona no sólo sus instituciones políticas, sino su conciencia ciudadana y mas ahora, cuando se dan elementos de contradicción más interesantes. Vemos que en el Partido Demócrata ha surgido una corriente llamada “socialista democrática” claramente de izquierdas que antes no existía tan definida, encabezada por el senador de Vermont, el judío Bernie Sanders, cuyo favor popular es incuestionable a pesar de no haber ganado la nominación presidencial, mientras que en el Partido Republicano surge improvisadamente un corriente ultraderechista, xenofóbica y cuasifascista encabezada por Donald Trump, barriendo con todos los liderazgos de ese partido -incluyendo los emergentes- y enarbolando un discurso que no lo hará ganar, pero lo llevará a dar un susto y que en los hechos, ha decretado la división del Partido Republicano y su posible desaparición en la próxima década, si este gran viejo partido de la política norteamericana no se re-adecua a los tiempos y decide flexibilizar su ideología, variar su oferta electoral.
Pero al mismo tiempo, los estados de forma individual comienzan a sentirse amenazados en sus derechos y soberanía por el poder central o federal de instituciones como la Corte Suprema, que desde Washington deroga e impone criterios legales y jurisprudenciales que chocan con leyes estatales; y la crisis económica de 2008 que todavía surte efectos por ejemplo, en los índices de desempleo, también ha incrementado en la primera década de este siglo, la tasa de suicidios y de homicidios con respecto a la década de los 90´s del siglo XX.
Por todo lo anterior, debemos de tomar en cuenta que siendo un país imperialista y por ende, conservador, Estados Unidos no puede darse el lujo de permitir que sus problemas internos, sociales, económicos y políticos se desarrollen tanto que se vuelvan una espiral de cambios sin control, puesto que, de ocurrir algo semejante, una guerra civil o revolución interna fracturaría la débil unidad federal del país, llevando a una posible separación racial y hasta una secesión masiva de la que podrían salir de varias naciones diferentes, disolviéndose el actual sistema político bipartidista, el sistema electoral y de gobierno federal.
Entonces, que podría matizar o posponer una profundización de la actual crisis societal norteamericana? La necesidad de una guerra regional o global que ayude al establishment pentagonista local a unificar los sectores en disputa, detrás de la figura presidencial –tan cuestionada actualmente como las instituciones de esa sociedad- para con ello, poder fortalecer estrategicamente el dólar, salvar su economía y levantar su hoy devaluado prestigio internacional.
Por último, cabe destacar que posterior a 1945, la polarización con la Unión Soviética, aceleró el proceso de modernización de las industrias y se agregó un nuevo sector: la industria pesada de la guerra. Es así como de 1943 a 1950 el presupuesto de defensa de los Estados Unidos se duplicó (coincidiendo con la segunda guerra mundial) y luego se triplicó entre 1950 a 1965 (coincidiendo con la guerra de Corea, el movimiento por los derechos civiles, la crisis de los misiles y la guerra preventiva de Vietnam).
Ahora mismo podemos ver en paralelo histórico y dialéctico que a partir de la guerra contra el terror desde el 11 de septiembre de 2001 (una forma injusta de llamar al choque de civilizaciones que realmente existe entre oriente y occidente) el presupuesto de defensa de Estados Unidos ha aumentado de forma exponencial, generando un enorme déficit fiscal y un aumento desmesurado de la deuda norteamericana, especialmente con acreedores asiáticos como China Comunista, lo cual confirma una vez más que la guerra -esa gran industria del dolor y la muerte-  es un objeto de comercio, un pretexto y una necesidad, para la clase gobernante de ese extraordinario país y por ello, estoy seguro, el 8 de noviembre de este año se elegirá, entre la división total de la sociedad norteamericana (Trump), o la opción de una guerra global que unifique al país (Hillary) siendo esto último, lo más probable. Que Dios nos agarre confesados…

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