http://politicard1.blogspot.com/2013/07/la-historia-de-manuel-rodriguez-el-chivo_17.html
Controversial
personaje de laGuerra de Restauración,nacido en Santiago en el año 1833. Le apodaban El Chivo por la costumbre que tenía desde pequeño de darle cabezadas a los
que peleaban con él. Fue soldado en las guerras de la Independencia y se distinguió por su valor en la batalla de Sabana Larga, registrada el 24 de enero de
1856. Cuando estalló la Guerra
de Restauración, planeó junto a
Santiago Sosa y otros oficiales patriotas el pronunciamiento de
Moca. El asalto a la plaza se inició a las diez de la mañana del 30
de agosto de 1863; cuando les fue
imposible mantener la resistencia en la fortaleza, los españoles
se retiraron a la iglesia y con la
ciudad incendiada, tuvieron que
rendirse a las tres de la tarde, tras
de haber perdido la tercera parte
de sus tropas.
El Chivo, que tenía entonces
rango de coronel, pasó a combatir en la batalla de Santiago y allí
llevó consigo los métodos propios
de su violenta personalidad. Peleaba con encomiable valentía y
no reparaba en los riesgos en
medio del combate. Estaba en el
cantón de Los Chachases y su
único freno era la autoridad del
general Luperón, por quien El
Chivo sentía una admiración y
un respeto casi religioso. Cuando Buceta y sus socios que estaban sitiados en la fortaleza San
Luis enviaron al padre Charboneau y a un oficial español con
una propuesta de negociación,
hubo que contener a El Chivo
para que no linchara al oficial y
también al sacerdote; igualmente intentó rematar a los heridos
españoles internos en la iglesia
mayor de la ciudad, que los restauradores convirtieron en hospital. Persiguió a los españoles
cuando desde Santiago se retiraban en derrota hacia Puerto Plata. Lo hirieron en un combate
librado en la Cuesta de Rafael y
acabó de curarse peleando en los
frentes de batalla.
Después de la liberación de
Santiago, se opuso a la elección
de Salcedo como presidente. En
octubre se le trasladó a Puerto
Plata. Operó en el campamento
general de Las Jabillas y en el de
Maluis, hasta que el 9 de noviembre fue despachado hacia Cotuí
y Cevicos para que se pusiera a
disposición del presidente Salcedo, quien andaba de campaña por
los cantones del Este. Allá chocó el presidente con los actos de
indisciplina y la desobediencia de
El Chivo y tuvo el mismo Luperón que someter a Rodríguez a la
obediencia y arrestarlo en enero
de 1864. Fue trasladado en ese
mismo mes al campamento de El Duro, Monte Cristi, para de ahí
volver a Moca, esta vez como
Comandante de Armas de esa
común, hasta el 25 de enero de
1865.
En una ocasión prestó servicios en el campamento de la sabana de San Pedro, en el Este,
con Pimentel como jefe. Pimentel fue herido accidentalmente
por un compañero de armas, debió guardar reposo y a quien designaron como sustituto fue a El
Chivo. Las consecuencias no tardaron en sentirse y empezó a ganar cuerpo la descomposición
moral entre las tropas. El general
Luperón se refiere a ese episodio
y enjuicia a El chivo como comandante: Si es verdad que era un
valiente, no tenía la moralidad, ni
la capacidad necesarias para dirigir
un campamento, pues además de
ser un jugador de azar con los soldados, se iba hasta el Cotuí, a pasar días con mujeres, dejando el
cantón a cargo de oficiales menos
competentes que él.
Después de la expulsión de los
españoles en julio de 1865, siguió
El Chivo sus escandalosas andanzas. El radicalismo con que combatía a los ocupantes lo dirigió
contra sus rivales en la política
local y muchas veces contra la
población civil. Era un rotundo
opositor a Báez y al Partido Rojo
que este caudillo encabezaba, y
contra los militantes de esa fuerza antinacional usaba los más
duros procedimientos. Se sublevó contra diversos gobiernos. En
una ocasión se alzó contra Cabral
en Moca, y tomó como bandera
el nombre de Luperón, a quien
proclamó sin consultarlo Protector y Dictador de la República. El
mismo Luperón marchó sobre
Moca y sofocó el levantamiento.
Estaba el general Cabral de
nuevo en el poder y recibió una
carta fechada a 28 de febrero de
1867, suscrita por un considerable grupo de personas notables de
Moca, que pedían al gobierno
ponerle freno a las tropelías y los
desmanes de El Chivo. Monstruo,
asesino, incendiario, prostituto, famoso salteador, hombre infernal,
bárbaro y maldito… El genio del
mal, no le iguala; el parricida Nerón con sus demás crueldades, no
le compite, decían algunos apartes de la tórrida protesta.
Poco después decidió el presidente Cabral viajar por el Cibao
y ordenó al general Eusebio Manzueta apresar a El Chivo y mandarlo a encerrar a la Torre del
Homenaje en la Capital. Así se
hizo, pero El Chivo se escapó y
huyó al Cibao. Fue reapresado en Cotuí, trasladado a La Vega y,
por orden del Ministro de la Guerra, el Delegado del Gobierno
con asiento en esa ciudad, José
del Carmen Reynoso, dispuso la
ejecución sumaria del rocambolesco personaje.
La única voz que se levantó en
protesta fue la del general Gregorio Luperón, quien, en carta fechada a 15 de junio de 1867, en
la ciudad de Puerto Plata y dirigida al presidente Cabral, hizo manifiesta su sentida indignación. El
Gral. Rodríguez (Q.E.P.D.) dice
el prócer, era del escaso número de
los Restauradores de la Patria,
prohombre de la Libertad de su País,
y tan esforzado como el primero en
la lucha que dio por resultado la reivindicación de nuestros derechos. Es
verdad que carecía de civilización,
pero este es más bien un defecto de
nuestra sociedad o mejor dicho de
todas las sociedades nacientes… La
falta de buenos ejemplos que imitar, producen la aparición de esas
figuras como la del Gral. Rodríguez,
que mancillan sus nombres con hechos indignos de ellos mismos, añadió Luperón, en un esfuerzo por
darle explicación sociológica a la
conducta de su apasionado seguidor y amigo.
En su protesta, el general Luperón le echa en cara al presidente
Cabral el obsequio que se les había hecho a los españoles con esa
ejecución. Los españoles están de
enhorabuena, dice con amargura
Luperón, y no le faltaba razón
porque para ellos, y según Ramón
González Tablas, El Chivo era un
mulato alto y feo y de alma muy
atravesada, y según De la Gándara, era un infame asesino y vulgar ladrón.
El general Luperón no podía
eludirlo y se veía obligado a admitir que El Chivo cometía fechorías indignas de un hombre público, pero consideraba que …puestos sus deslices y sus buenas obras
en la balanza de la justicia, esta
debió inclinar el segundo platillo.
Así lo consideró el insigne pró-
cer, en medio de la dolorosa indignación que le produjo el fusilamiento de aquel trágico y discutido soldado al que, con pluma apasionada y ostensible tinte
de tristeza Luperón definiera
como el desgraciado general Manuel Rodríguez…
que peleaban con él. Fue soldado en las guerras de la Independencia y se distinguió por su valor en la batalla de Sabana Larga, registrada el 24 de enero de
1856. Cuando estalló la Guerra
de Restauración, planeó junto a
Santiago Sosa y otros oficiales patriotas el pronunciamiento de
Moca. El asalto a la plaza se inició a las diez de la mañana del 30
de agosto de 1863; cuando les fue
imposible mantener la resistencia en la fortaleza, los españoles
se retiraron a la iglesia y con la
ciudad incendiada, tuvieron que
rendirse a las tres de la tarde, tras
de haber perdido la tercera parte
de sus tropas.
El Chivo, que tenía entonces
rango de coronel, pasó a combatir en la batalla de Santiago y allí
llevó consigo los métodos propios
de su violenta personalidad. Peleaba con encomiable valentía y
no reparaba en los riesgos en
medio del combate. Estaba en el
cantón de Los Chachases y su
único freno era la autoridad del
general Luperón, por quien El
Chivo sentía una admiración y
un respeto casi religioso. Cuando Buceta y sus socios que estaban sitiados en la fortaleza San
Luis enviaron al padre Charboneau y a un oficial español con
una propuesta de negociación,
hubo que contener a El Chivo
para que no linchara al oficial y
también al sacerdote; igualmente intentó rematar a los heridos
españoles internos en la iglesia
mayor de la ciudad, que los restauradores convirtieron en hospital. Persiguió a los españoles
cuando desde Santiago se retiraban en derrota hacia Puerto Plata. Lo hirieron en un combate
librado en la Cuesta de Rafael y
acabó de curarse peleando en los
frentes de batalla.
Después de la liberación de
Santiago, se opuso a la elección
de Salcedo como presidente. En
octubre se le trasladó a Puerto
Plata. Operó en el campamento
general de Las Jabillas y en el de
Maluis, hasta que el 9 de noviembre fue despachado hacia Cotuí
y Cevicos para que se pusiera a
disposición del presidente Salcedo, quien andaba de campaña por
los cantones del Este. Allá chocó el presidente con los actos de
indisciplina y la desobediencia de
El Chivo y tuvo el mismo Luperón que someter a Rodríguez a la
obediencia y arrestarlo en enero
de 1864. Fue trasladado en ese
mismo mes al campamento de El Duro, Monte Cristi, para de ahí
volver a Moca, esta vez como
Comandante de Armas de esa
común, hasta el 25 de enero de
1865.
En una ocasión prestó servicios en el campamento de la sabana de San Pedro, en el Este,
con Pimentel como jefe. Pimentel fue herido accidentalmente
por un compañero de armas, debió guardar reposo y a quien designaron como sustituto fue a El
Chivo. Las consecuencias no tardaron en sentirse y empezó a ganar cuerpo la descomposición
moral entre las tropas. El general
Luperón se refiere a ese episodio
y enjuicia a El chivo como comandante: Si es verdad que era un
valiente, no tenía la moralidad, ni
la capacidad necesarias para dirigir
un campamento, pues además de
ser un jugador de azar con los soldados, se iba hasta el Cotuí, a pasar días con mujeres, dejando el
cantón a cargo de oficiales menos
competentes que él.
Después de la expulsión de los
españoles en julio de 1865, siguió
El Chivo sus escandalosas andanzas. El radicalismo con que combatía a los ocupantes lo dirigió
contra sus rivales en la política
local y muchas veces contra la
población civil. Era un rotundo
opositor a Báez y al Partido Rojo
que este caudillo encabezaba, y
contra los militantes de esa fuerza antinacional usaba los más
duros procedimientos. Se sublevó contra diversos gobiernos. En
una ocasión se alzó contra Cabral
en Moca, y tomó como bandera
el nombre de Luperón, a quien
proclamó sin consultarlo Protector y Dictador de la República. El
mismo Luperón marchó sobre
Moca y sofocó el levantamiento.
Estaba el general Cabral de
nuevo en el poder y recibió una
carta fechada a 28 de febrero de
1867, suscrita por un considerable grupo de personas notables de
Moca, que pedían al gobierno
ponerle freno a las tropelías y los
desmanes de El Chivo. Monstruo,
asesino, incendiario, prostituto, famoso salteador, hombre infernal,
bárbaro y maldito… El genio del
mal, no le iguala; el parricida Nerón con sus demás crueldades, no
le compite, decían algunos apartes de la tórrida protesta.
Poco después decidió el presidente Cabral viajar por el Cibao
y ordenó al general Eusebio Manzueta apresar a El Chivo y mandarlo a encerrar a la Torre del
Homenaje en la Capital. Así se
hizo, pero El Chivo se escapó y
huyó al Cibao. Fue reapresado en Cotuí, trasladado a La Vega y,
por orden del Ministro de la Guerra, el Delegado del Gobierno
con asiento en esa ciudad, José
del Carmen Reynoso, dispuso la
ejecución sumaria del rocambolesco personaje.
La única voz que se levantó en
protesta fue la del general Gregorio Luperón, quien, en carta fechada a 15 de junio de 1867, en
la ciudad de Puerto Plata y dirigida al presidente Cabral, hizo manifiesta su sentida indignación. El
Gral. Rodríguez (Q.E.P.D.) dice
el prócer, era del escaso número de
los Restauradores de la Patria,
prohombre de la Libertad de su País,
y tan esforzado como el primero en
la lucha que dio por resultado la reivindicación de nuestros derechos. Es
verdad que carecía de civilización,
pero este es más bien un defecto de
nuestra sociedad o mejor dicho de
todas las sociedades nacientes… La
falta de buenos ejemplos que imitar, producen la aparición de esas
figuras como la del Gral. Rodríguez,
que mancillan sus nombres con hechos indignos de ellos mismos, añadió Luperón, en un esfuerzo por
darle explicación sociológica a la
conducta de su apasionado seguidor y amigo.
En su protesta, el general Luperón le echa en cara al presidente
Cabral el obsequio que se les había hecho a los españoles con esa
ejecución. Los españoles están de
enhorabuena, dice con amargura
Luperón, y no le faltaba razón
porque para ellos, y según Ramón
González Tablas, El Chivo era un
mulato alto y feo y de alma muy
atravesada, y según De la Gándara, era un infame asesino y vulgar ladrón.
El general Luperón no podía
eludirlo y se veía obligado a admitir que El Chivo cometía fechorías indignas de un hombre público, pero consideraba que …puestos sus deslices y sus buenas obras
en la balanza de la justicia, esta
debió inclinar el segundo platillo.
Así lo consideró el insigne pró-
cer, en medio de la dolorosa indignación que le produjo el fusilamiento de aquel trágico y discutido soldado al que, con pluma apasionada y ostensible tinte
de tristeza Luperón definiera
como el desgraciado general Manuel Rodríguez…
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