Ylonka Nacidit Perdomo: “Contra viento y marea”
América Latina es la Invitada de Honor de la 30ª. Feria Internacional del Libro de Guadalajara, del 26 de noviembre al 4 de diciembre. En esta edición donde se reúne la industria editorial, y es la cita más importante del continente donde se debaten ideas, se hacen negocios, interactúan intelectuales de distintas regiones del mundo, y convergen los creadores más notables y noveles de la lengua castellana, oficialmente la República
Dominicana está ausente.
En ese escenario de vital importancia y trascendencia para dar a conocer el quehacer literario, académico, del libro, de las humanidades y del pensamiento, el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (Cerlalc) con sede en Bogotá, Colombia, realiza una magna exposición denominada “Contra Viento y Marea: Iniciativas gubernamentales que forjaron lectores en América Latina” que inaugura hoy, lunes 28 de noviembre, a las 12.00 meridiano en la Avenida de los Ilustradores.
De todos los países de América Latina se mostrarán sus hitos, bajo la égida de esta temática, y en el caso nuestro “diez iniciativas de la historia de República Dominicana, desde mediados del siglo XIX y a todo lo largo del XX, que contribuyeron significativamente a la alfabetización masiva, al fomento de la lectura o a una mayor circulación del libro. Iniciativas que, por su significación, puedan ser considerados como hitos históricos”, los cuales estarán documentados con material iconográfico (grabados, fotografías o ilustraciones).
En lo que concierne a nuestro país, para dar a conocer esas iniciativas a través de una síntesis histórica, se tomaron en cuenta para su selección, lo concerniente a: 1. Alfabetización (leyes educativas, apertura de escuelas públicas, formación de Maestros/as Normales); 2. Promoción de la lectura y/o fomento del libro (campañas educativas, campañas de alfabetización, Ferias del Libro), nivel de lectoría; 3. Formación y/o programas de creación de Bibliotecas (bibliotecas públicas, municipales, Biblioteca Nacional; 4. Publicación de colecciones masivas y/o edición de libros para la enseñanza, colecciones de clásicos dominicanos, etc., y 5. Gremios editoriales, asociaciones y/o librerías establecidas para acceder a la cultura, y al intercambio de conocimiento.
De ahí, de ese inventario, se narraron los hitos que tuvo en consideración el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (Cerlalc) para ser integrados a la exposición. De los hitos a destacar está la “Reinvención de la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo”, cuyos antecedentes se remontan a la década del 50, cuando a iniciativa de Don Julio D. Postigo se celebra una exposición de obras impresas en el antiguo parque Colón de la Ciudad Primada de América, que en los años siguientes fue rotando su escenario al Palacio del Consejo Administrativo y, luego, al Parque Eugenio María de Hostos.
Julio D. Postigo (1904-1996) fue el creador, por demás, de la Colección Pensamiento Dominicano cuando era el gerente de la otrora legendaria Librería Dominicana, que alcanzó su auge a fines de la década del 40 como el principal centro cultural de la ciudad de Santo Domingo, luego de inaugurar el patio de la librería y la Sala de Lectura que abrieron sus puertas a escolares, estudiantes universitarios y Maestros Normalistas, además de ser Sala de Conferencias.
En 1943 la Librería introdujo el método de aproximación psicológica para el aprendizaje de la lecto-escritura para alfabetización de adultos de Frank C. Laubach. Expertos alfabetizadores extranjeros fueron traídos al país por Postigo, para desarrollar la campaña “Cada uno enseña uno”. Los evangélicos ensayaron el método. Una escuela de alfabetización funcionaba en el patio de la Librería, extendiendo el programa de enseñanza a maestros y creyentes protestantes.
La Colección Pensamiento Dominicano que se inició en febrero de 1949 consta de 65 tomos, y todos tienen grabados en la portada como emblema un dibujo de la Biblioteca Municipal, que fue la edificación colonial donde fray Antón de Montesinos pronunció su célebre homilía del Domingo de Adviento, en 1511. La coleccióncomprende antologías, biografías, ensayos históricos, textos sociológicos, de derecho, ciencias políticas, filosofía y religión, poesía, teatro, novela, cuento y tradiciones, y siete colores identifican los textos editados. Surgió en los albores de la Invasión de Luperón del 19 de junio de 1949, que fue fraguada por un grupo de expedicionarios exiliados dominicanos para derrocar la tiranía de Trujillo.
En colección se publicaba en la imprenta de la Editorial Librería Dominicana. El volumen Domingo Moreno Jiménes [que reunía con prólogo de Flérida García Henríquez de Nolasco las creaciones literarias de “un hombre que honraría su origen humilde, de voz con dolor sereno, de alma congojosa como un páramo, pero despierta, transparente y hermosa”], que se dio a publicidad el 25 de febrero de 1949, alcanzó en lo inmediato tres ediciones, y fue el libro más comentado y buscado por largos meses. Con esta edición se ponía al alcance de las mayorías las creaciones poéticas del bardo, cuya obra no se quedaría en la minoría literaria; se podía adquirir a precio de costo de impresión, por el interés del librero Postigo de entregar a la Nación el primer legado de clásicos de la República, una colección de autores pertenecientes a una generación representativa que provocó cambios en las ideas, posterior al siglo XIX, que satisfacía las exigencias para establecer un canon literario, y que agrupaba la obra bibliográfica de intelectuales progresistas.
Domingo Moreno Jiménes (1894-1986) fue el poeta que produjo la ruptura con todas las estéticas del pasado que cultivaban los tradicionales bardos, forjó la emancipación de la literatura dominicana de los decadentes prejuicios de clase, y de los istmos académicos europeos.
Julio D. Postigo fue, además, el gestor y pionero de la Feria Nacional del Libro, cuyo antecedente se encuentra en la propuesta que hiciera en 1950 al gobierno dominicano a fin de que el 25 de abril de cada año se celebrara el Día del Libro,llevándose a acabo la primera Feria en homenaje a Miguel de Cervantes en el Parque Colón, frente a la Catedral de Santo Domingo en 1951.
En tal sentido, una ojeada retrospectiva a los cimientos de la actual Feria Internacional del Libro (FIL) de Santo Domingo revela que, luego de la caída de la dictadura de Trujillo existía la posibilidad de que estuvieran abiertas las puertas para el intercambio del conocimiento. La estructura organizacional de Feria fue remozada cuando el Poder Ejecutivo creó en 1973 la Comisión Organizadora Permanente de la Feria del Libro, y se rotan, una vez más, los escenarios para su celebración, puesto que la ciudad entraba en una nueva etapa de modernización, de cambio de fisonomía, de una vida literaria más intensa, de una extensión de la cultura a las masas, y para que las expresiones literarias de los autores tuvieran un nicho para el debate de las ideas.
Sin lugar a dudas, la diversidad de ofertas de libros se amplió, y se estimuló la compra de libros; surgieron catálogos de ofertas bibliográficas, se configuraba un nuevo clima literario y nuevos sectores de usuarios de las bibliotecas públicas; se ponían al alcance de los barrios y en el ámbito municipal bibliotecas populares o rodantes; ocurría una proliferación de imprentas, de libreros emblemáticos, y de un público lector que afluía a cada edición de la Feria.
Desde 1973 se empezó a construir una nueva página cultural para quienes ejercían la profesión de escritores, para los críticos, los periodistas. Se abría una plataforma para que la intelectualidad hiciera preguntas al sistema político, y se debatiera ante el público hechos trascendentes del siglo XIX y mediados del XX, y más aún en torno a la Era de Trujillo, que había decretado la muerte de las ideas.
Era la época de la vanguardia revolucionaria, de la efervescencia de los cuadros de izquierda en el espacio cultural y político dominicano, que trazaban una línea de continuidad para canalizar las posiciones de ruptura con el Estado burgués, y encauzar el transformismo social, el populismo democrático y un proletarismo contestatario vinculado a la inmediata acción de las masas, que conjuntamente al campesinado representan los niveles de movilización y de definición de la totalidad social dominicana que posibilitaron las luchas populares a través de un programa-táctica.
La Feria del Libro va cambiando de escenario; se realiza en la Biblioteca Nacional, el Museo del Hombre Dominicano, el Palacio de Bellas Artes, el Museo de Historia y Geografía, la Plaza Gonzalo Fernández de Oviedo, y finalmente en la Plaza de la Cultura “Juan Pablo Duarte”. En 1992 en la Conmemoración del V Centenario o “Encuentro de las dos culturas” se realiza la XX Feria Nacional del Libro y la Feria Iberoamericana del Libro “Pedro Henríquez Ureña”.
No obstante, es en 1996 que en la República Dominicana un nuevo panorama humanístico se abría, una nueva atmósfera se respiraba en la estación primaveral, del mes de abril, para que las actividades impulsadas por la Feria al aire libre se desarrollaran con un programa prometedor. Un nuevo modelo de gobernabilidad representaba una corriente transformadora de la relación Estado-ciudadanía, que traía nuevas concepciones progresistas. Los funcionarios del Estado provenían de la dirigencia juvenil de los 70s, traían la reivindicación programática de los grupos sociales articulados al marxismo-leninismo; sin embargo, llegaban al ejercicio del poder político a través de un proceso electoral donde hubo una alianza o acuerdo con el partido más conservador del sistema.
El quehacer cultural tuvo, desde este momento de cambio de paradigmas, nuevos espectadores y nuevos deleitantes, y una afluencia de autores que innovaban en distintas disciplinas del saber. Se iban consolidando las industrias culturales, a lo cual contribuyó la proliferación de clubes culturales, no como organizaciones de ocios, sino como talleres de discusiones. El público lector no se hizo entonces escaso, y el lector infanto-juvenil se amplió, luego de las labores formativas de los maestros en las escuelas. El libro de bolsillo había aparecido. En la misma se presentan reediciones de libros fundacionales del pensamiento dominicano, de historia nacional, y la creación literaria.
Desde 1997 se fueron construyendo los cimientos para la internalización de la FIL, que ocurre en 1998, coincidiendo con el vigésimo-quinto aniversario de la Feria del Libro Nacional, cuando adopta el nombre de Feria Internacional del Libro de Santo Domingo, bajo la égida del intelectual José Rafael Lantigua, Presidente de la Comisión Organizadora Permanente, que da inicio a las ediciones masivas de libros de literatura infanto-juvenil, a la industria cultural del libro, a intensas campañas de promoción de la lectura en las escuelas nacionales a través de actividades formativas en círculos de lecturas, teniendo como nuevo escenario la Plaza del Conservatorio.
Desde entonces la FIL se convierte en una fiesta de la cultura. La proyección del libro adquiere otras dimensiones. La FIL se organiza con criterios de marketing, y de estándar similar a otros eventos internacionales; se innova en su puesta en escena; el registro de visitantes crece a la cifra de 1 millón 200 mil. Hubo una participación de 656 expositores, de los cuales 246 fueron editoras de 20 países participantes. La FIL se convierte en el evento de temporada más esperado por la población. Se transforma en un evento de repercusiones de gran masa, donde la vida literaria, académica, profesional se hace un foro al cual frecuentan todos los sectores y, por primera vez, los creadores (intelectuales, escritores, gestores culturales y artistas) son remunerados con honorarios por su participación en actividades concurrentes en la FIL. Se expande al interior del país, a las regiones del Norte y del Sur, del Este y del Oeste. Tiene como razón de ser el estímulo a la lectura en los centros escolares, una función orientadora y de expansión del pluralismo cultural para los agentes literarios, las traducciones de obra fundamentales de la literatura nacional, el accionar de expertos, un margen mayor de amplitud de libertad a la creación, y de proyección al mercado, al el intercambio del libro dominicano en Latinoamérica y Europa, a través de un catálogo; se aumenta el volumen de ediciones, la presencia de editoriales participantes de todo el mundo y el comercio de las librerías; se extiende la cultura a estratos populares; se crea la Agencia ISBN en la sede de la Biblioteca Nacional, con el respaldo del Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (Cerlalc), y los anuarios estadísticos registran el crecimiento de un 73% de la industria del libro.
Resultado de una política cultural que amplió los ámbitos de oportunidad para el intercambio de las ideas, la formación de los niños en la educación inicial, con la participación activa de maestros y escritores en incentivar la lectura, con el asesoramiento del Centro Regional para el fomento del Libro en América Latina y el Caribe (Cerlalc), el Poder Ejecutivo, una década después de la reinvención de la feria, promulgó en el año 2008 la Ley del Libro y Bibliotecas que regula las “normas y principios dirigidos a fomentar las bases de una política integral y sostenible que conduzca a democratizar en República Dominicana la lectura y el acceso al libro”.
En el 2009 hubo una extraordinaria distribución gratuita masiva de 30, 000 ejemplares del libro Cinco cuentos de Juan Bosch, realizada por la Editora Nacional, en el recinto ferial. La FIL subvencionada por el Estado se hizo una comunidad de trabajo de autores, libreros, editores y gestores culturales. Los resultados se hacen evidentes. Entonces era la FIL del Caribe y Centroamérica que reunía más eventos académicos y literarios, espectáculos, actividades formativas y de gestoría cultural, autores internacionales, publicación de libros, distribuidoras, presencia de autores-editores, traductores anglosajones y galos, entidades participantes, que desde 1998 tenía millones de visitantes, y concitaba un alud de la atención de los medios de comunicación. Era el evento que más repercutía por su afianzamiento de manera positiva en la política cultural del Estado, con un volumen de operaciones comerciales de las editoriales y de la diversidad de expositores que oscilaba entre los 90 y 120 millones de pesos anuales al PBI. Esta reinvención de la FIL-Santo Domingo realizada por José Rafael Lantigua en 1997, de la cual se cumplirá el año próximo dos décadas, catapultó al olvido la “crisis de las ciencias del espíritu” que aún quedaba como una estela de sombras de la dictadura de 1930 a 1961.
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