EL ARTE TAINO
Escrito por Darío Suro.
Fuente; Revista ¡Ahora! No.278 10-03-1969. págs. 65/68, de la Revista “América”
El Arte Taino de las Grandes Antillas no fue el producto específico de una civilización, sino parte de una cultura que presenta semejanzas con todas las características de los arahuacos del litoral de Venezuela o las Guyanas. Pero, aun así, hay diferencias en lo que llamar isleño, el acento inconfundible de las culturas de las islas.
Ese Arte Taino se llegó a ser tan colosal o al grado de superación propio de su mundo totalmente civilizado o desarrollado como el de las grandes civilizaciones continentales. Si Herbert Spinden ha llamado a los aztecas los romanos y a los mayas los griegos del Nuevo Mundo, comparación que, en general, resulta muy aproximada, ya se ha permitido llamar a los tainos de las Grandes Antillas los primitivos precolombinos del continente americano
Algunos investigadores han ocupado el arte taino más bien en una forma arqueológica, y aún así nos de modo más completo. Son muy poco lo que se han preocupado por los valores estéticos y los problemas formales que presenta a todas luces el arte taino precolombino. Los que hoy sabemos de la historia cultural y de la etnografía del indio taino de las Antillas Mayores se basa en las investigaciones de arqueólogos norteamericanos (Fewkes y Harrington), pero sobre todo en los profundos estudios del investigación sueco Sven Levé
Conforme a los estudios de los arqueólogos, dice Walter Krickeberg que “los habitantes más antiguos de las Antillas no eran inmigrantes más antiguos de la Antillas no eran inmigrantes sudamericanos, sino norteamericanos, de lo que, en la época del Descubrimiento, existía todavía un resto, los guanahatabey, en el extremo occidental del Cuba. Las Casas los llamaba ciboney, Tal vez erróneamente, porque la palabra corresponde originalmente a los habitantes del Cibao, región formada por espléndidos valles y altas montañas y conocida por ese nombre como el centro de la República Dominicana
También señala Krickeberg que las últimas investigaciones han mostrado que en la época del Descubrimiento, esa población primitiva, la de los pobladores norteamericanos que vinieron desde la Florida, había sido desalojada, desde hacía mucho tiempo, por los tainos, palabra que quiere decir noble o bueno. Estos, que eran un grupo arawak (arahuae), tenían ocupadas todas las Antillas Mayores y las islas Bahamas, donde se le llamaba lacayos es decir ´pueblo isleño”
Del legado mágico escultórico taino hay en la República Dominicana una cantidad valiosa de obras relacionadas con las prácticas mágicas y la farmacopea; amuletos en piedra y hueso, espátulas rituales y vómicas y majaderos. Esta material es por cierto muy poco conocido en las esferas artísticas internacionales y en la monografías que se han publicados sobre el arte precolombino americano.
Las formas taina, aún en sentido más diminutos; (los amuletos) cobra una forma de expresión sobria y personal por medio de la síntesis de los símbolo, comparable con la forma más pura de cualquier objeto orfébrico de las culturas más avanzadas. La escritura taina presenta características artísticas muy definidas. Su concepción formal es completamente distinta a la de otras culturas indígenas continentales. Más en el caso de los amuletos, donde se forma está lograda con una quintaesencia de la síntesis. Hay, en ellos, por parte, un sentido de elaboración muy diferente de la mejor orfebrería indígena mexicana o del de las otras culturas continentales
No fue escultor de grandes dimensiones el artista taino. Sus esculturas, en este caso sus amuletos o majaderos, la hizo en tono mejor. Siempre redujo su obra sin el acabado de una miniatura, pero con proporciones de monumentalidad. En una pulgada de tamaño, el sentido cósmico, grandioso, de esa dramática cara, es evidente los valores formales son visibles aún en su pequeñez casi microscópica, “cuando los comparamos con las proporciones de la coatlicueazteca o con los colosos egipcios o con las de una estela monumental de la civilización maya. El artista taino trabajo lo pequeño, pero no fue preciosista. La minucia no le interesó. Sabía muy bien que el tamaño nada tiene que ver con los valores esenciales de una obra de arte.
La escultura, en todas sus manifestaciones, no tuvo secreto para el artista taino. Obsérvese la seguridad con que esculpe el hueso. Cuándo dinamismo, cuánta vida contiene ese pelícano resuelto en dos dimensiones, con una sorprendente técnica – amén de su valor artístico- de esos amuletos de la Colección Boyre. ¿No es una espléndida correlación de la que existe entre las incisiones, la forma y el contenido?
Que hubo un arte popular taino es indudable. Hay majaderos de morteros completamente burdos para fines de utilidad casera. Lo mismo sucede con la cerámica. Hay obras toscas de alfarería, para el uso casero, y otras con caracteres mágicos muy acusados
Es curioso observar dos sentidos escultóricos en los amuletos tainos, el uno completamente plano, de dos dimensiones, donde el dibujante- el escriba- por medio de incisiones, resuelve su simbología geométrica y algunas veces sus antojos lineales, y el otro corpóreo, usado las tres dimensiones al hacer miniaturas escultóricas de bulto. En las espátulas rituales la mayoría de ellas vómicas, acontece lo mismo. Las espátulas zoomorfas están logradas a base de dos dimensiones, usando notoriamente la técnica incisiva en las de sentido plano, mientras que en las espátulas antropomorfas se prefiere lo corpóreo, la escultura de bulto, y la ornamentación lineal está tratada en forma antojadiza. Muy raras veces se unen uno y otro sentido, como en los amuletos.
Hay una concepción pura en los amuletos tainos. En ellos no aparece la mezcla. Recordamos que casi siempre la mentalidad indígena americana mezclaba ideas lógicas y no lógicas. En ninguno de los amuletos mostrados se encontrará la mezcla de la bestia y el hombre, como sucede como el majador ritual. El motivo, ya sea zoomorfo o antropomorfo, es usado en su estado puro. Sin embargo, repiten hasta lo incalculable la posición en cuclillas, o acurrucada. No olvidemos que los tainos enterraban a sus muertos en esa posición, lo que nos hace figurar que estos amuletos representaban el espíritu del muerto mezclado con su imaginación totémica. Obsérvese que todos los amuletos antropomorfos conservan esa actitud que es la del orante de todas las religiones del mundo. Esto viene a confirmar, en efecto que todo el arte taino estuvo movido por ideas religiosas y mágicas, con una propensión muy marcada a acentuar las estímulos sexuales en una forma casi siempre simbólica.
Es importante recordar que en esta confabulación de un mundo mágico, cuando “los tainos querían entrar en contacto con el mundo de los espíritus, estaban en sus bandejas rapé y lo aspiraban por medio de un tubo para transportarse a un estado visionario”. Según ha podido señalar en toda autoridad Kriekeberg. Originalmente este acto era privilegio del sacerdote o brujo que ellos llamaban paiy o boyé, quien también se encargaba de los sacrificios ante los cemís o ídolos totémicos, ya fueran hechos de madera o piedra. Al instrumental de cada paiy pertenecían pequeños cemí, que le servían de amuletos o talismanes permanentes.
Según la creencia de los indios precolombinos antillanos--- como señala Kriekeberg. “ los difuntos vivían en un mundo terrestre de los muertos, porque no existía ningún inframundo, a pasar de que los tainos no conocían el mito de la salida de los primeros hombres ( y del sol) de las cuevas, razón por la cual gustaban instalar en sus cuevas o bohíos sus ídolos y objetos rituales”. Es raro que el ave totémico de los tainos, el búho, tan simbólicamente presentado en las piezas de cerámica escultórica no aparezca en los amuletos, los cuales tienden más bien a un naturalismo estilizado simbólicamente en la representación de sus motivos, dándole preponderancia a la figura humana y a las aves no totémicas.
Es fácil observar que en su mundo mágico el escultor taino fue un esclavo de la religión o del encantamiento que practicaba. La libertad expresiva “naturalista” de las culturas mexicana o peruana, como la tarasca o colimense,
Hay en la forma taina, en su más ligera manifestación, una expresión solemne y dramática. El escultor taino no conoció lo sensual, pero si lo sexual. Su forma escultórica excluye lo placentero. Su arte estuvo al servicio de la religión, del Estado o de la magia. El sacerdote, el cacique o el mago tenían la palabra. Fueron los directores de ese mundo mágico sencillo y complejo al mismo tiempo, que hacía pensar en un ser supremo con sede en el cielo, cuya conducta frente a los seres humanos es diferente; motivo por el cual, las plegarias de los hombres no pueden alcanzarle, al decir de Krickeberg. El hombre de ese ser supremo era Yocahu, nombre que puede relacionarse tal vez con “yuca”, la palabra taina para mandioca, según este mismo autor.
Para la realización de sus distintos amuletos y espátulas, el artista taino escogía el material que le proporcionaba el medio. Están hechos preferentemente en concha, hueso, y piedra. Salta a la vista también para qué se destinaban: unos para uso popular, u otros para uso ritual o ceremonial y para las prácticas médicas del hechicero.
Se dirá que no hay alternativa en el lenguaje formal de la cultura taina. Se puede seguir su itinerario sin riego de perderse, como sucede en las esculturas precolombinas mexicanas. Hay variantes en la plástica taína, pero de acuerdo con sus usos y sus épocas. En la cerámica puede observarse una alfarería burda. Para el uso casero, y otra consiente de la línea y del ornamento geométrico en un súmmum de estilización. Empero, los amuletos y espátulas rituales, cada cual con su carácter- son obras de una misma cultura, producto de un mismo nivel cultural. Una unidad formal los delta. En los majaderos se encuentra también lo apuntado para la cerámica. Hay distintas etapas en su confección, y en su uso, distintas jerarquías expresivas.
Unos son tratados con muchos esmeros, y en otros hace su aparición la supremacía de un arte expresionista. El realismo expresionista visible en esta maravillosa pieza concebida en grandes proporciones o, más bien, en proporciones arquitectónica, es magistral. Este mismo sentido colosal, acompañado de una suprema sintieses y unas estilización grandiosa, en unión de una fina perfección.
Es verdad que toda cultura tiene o asimila algo de otra anterior, y que la cultura vencedora toma siempre elementos prestados de la que precede, fenómeno conocido en el movimiento cultural de las pequeñas y grandes civilizaciones; siempre ha habido una forma de proyección cultural entre una y otra cultura. Es verdad también que ciertos elementos formales predominan, así como cierta simbología religiosa y mágica, los cuales se desarrollan y se tonifican, al mismo tiempo con la que tuvieron las culturas anteriores.
Y que los residuos culturales de los pueblos son indestructibles, ya que las ondas de toda verdadera cultura nunca mueren, porque no hay cultura muerta sino vivas.
Finalmente, sin alejarnos de las piezas del mundo mágico taino, hay algo que no podemos vislumbrar en la forma taina, algo tan extraño y opuesto al arte azteca, maya, zapoteca, inca, colimense, por lo mucho que tiene de geométrico y por lo mucho que tiene de real. Empero, dentro de esa extrañeza o dentro de esa abstracción hay algo muy particular.
La cultura de las islas. Compárense algunos objetos tainos con las piezas escultóricas de las islas oceánicas y del sur del pacifico, principalmente las culturas realizadas en madera, los banquillos, llamados dúhos y muchos amuletos, se encuentran expresiones formales y técnicas muy similares. En verdad todas las islas tienen algo de común en el terreno artístico.
Existe un sabor marino en la cultura taina que nada tiene que ver con el sentido que pueda tener el arte de las culturas de las civilizaciones continentales precolombinas del Norte, Centro y Sudamérica
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