RENACER CULTIRAL

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sábado, 4 de marzo de 2017

¿Para qué sirve la historia, 2

¿Para qué sirve la historia, 2

Publicado el: 4 marzo, 2017
e-mail: mu-kiensang@pucmm.edu.do
Areito
Tenemos necesidad de la historia porque necesitamos reposo. Un alto para reposar la conciencia, para que se desarrolle no solo un pensamiento, sino la razón de ser…. Salvar el pensamiento, salvar el tiempo del frenesí del presente…Para esto necesitamos trabajar, descubrir la temporalidad…la experiencia…
Es por esta razón que esta historia no tiene definición, inicio ni fin. Se necesita que los historiadores no recibamos ni escuchemos a aquellos que quieren certezas…
El fin de la historia no existe. Nosotros debemos reivindicar la historia que no tiene fin… y estar dispuestos a todo lo que la desborda y la transporta. Una historia que podemos visitar de extremo a extremo, revisitarla en todas sus perspectivas y lugares….para reescribirla, para acariciarla…. Patrick Boucheron [1]
El opúsculo publicado de la Conferencia Inaugural del Colegio de Francia por Patrick Boucheron en el inicio del año académico el 17 de diciembre de 2015, es una joya. Lo leí en una noche. Me imaginaba a este gran orador pronunciando este discurso escrito con una prosa hermosa, rítmica, encantadora, que te atrapa desde la primera oración.
Comienza su discurso contando una experiencia cotidiana en la Plaza de la República en París. Se dirigía a su casa y se percató que la estatua de la Marianne permanecía ahí solitaria en medio del gentío y el bullicio. El busto de la mujer tocada con un gorro frigio encarnación y símbolo de la República Francesa, y que sobre todo representa la permanencia de los valores de la República: «Libertad, igualdad, fraternidad». Decía el historiador, que la gente caminaba por las calles sumergidas en sus propios dramas existenciales, olvidando el símbolo augusto de la libertad que disfrutan hoy día: “Este monumento representa desde lo alto del cielo una memoria activa, viva y frágil”. Y quizás, decía, para que no se olvide el pasado y los aportes de los hombres y mujeres que entregaron sus vidas por sus ideales, está la historia, están los historiadores.
El trayecto por la plaza de la República era camino a su casa. Al llegar, decía, y después de despojarse de sus abrigos, se dirigió a su biblioteca y abrió de nuevo los libros sobre la Revolución Francesa, especialmente aquellos que tenían hermosas ilustraciones, recuerdo hermoso de su infancia. Pero cuidado, decía, no abogaba por la historia profética, ni heroica del siglo XIX. Se preguntaba de nuevo ¿Qué puede hacer la historia en el mundo de hoy? ¿Qué hacer para que pueda ser fiel a ella misma, aun cuando trate de responder a las preguntas que inquietan en el presente? Pero no nos confundamos. No podemos pedirle a la historia lo que ella no puede dar. Como dice Boucheron, “la historia no es maestra de nada”. Una afirmación temeraria y muy distinta a la idea, que he defendido durante años y que aprendí del gran historiador español Don Claudio Sánchez Albornoz, “la historia es maestra de la vida”. Entiendo la preocupación de Boucheron de que a veces le pedimos a la historia y a los historiadores lo que no pueden dar.
El profesor francés propone una relectura de la historia de la humanidad, una nueva visita al pasado desde una perspectiva diferente, con nuevas preguntas. Se necesita hacer una nueva cronología, una nueva genealogía, pues hemos cometido el error de buscar una continuidad perpetua, porque la historia puede ser el arte de la discontinuidad y ¿por qué no?, de la incertidumbre también.
Continúa su reflexión preguntando a la audiencia, cómo hemos sido testigos de los siniestros estragos de las ideologías y de las creencias religiosas, provocadoras de muertes y división. Hay que revisar también, seguía planteando, nuestra concepción de la modernidad y del progreso, especialmente en las culturas occidentales.
Se responde a la pregunta ¿qué puede hacer la historia? Diciendo que conociendo el pasado seremos capaces de vislumbrar nuestras potencialidades, nuestro futuro. Por ejemplo Europa debe hacerse preguntas fundamentales en el siglo XXI. ¿Cuál es el devenir de la Europa que dejó de ser imperio? ¿Dónde se encuentra el curso de su devenir? Los europeos no pautan, no tienen el poder de imponer como en los tiempos en que dominaban el mundo, cuando se decidieron a entrar en la aventura marina en el siglo XV.
Afirma que la humanidad debe abandonar ese sentimiento, peor aún, esa fascinación por la fatalidad. Hay que enseñarle de manera distinta la historia a las generaciones actuales, a la juventud, quizás así tengan una aproximación distinta al presente y al futuro: “Por ellos, por los jóvenes, estamos obligados a responder a las necesidades del presente”. Esa es la razón, decía, por la que hace más de veinte años decidió ser profesor, para animar a los que no tiene esperanzas y detener a aquellos que quieren ir demasiado rápido, a los impacientes que piensan que los cambios se producen en un abrir y cerrar de ojos.
Finaliza su discurso hermoso, diciendo que la historia es necesaria porque nos ayuda a pensar, porque nos ofrece el reposo necesario para que las prisas del presente no nos ahoguen, ni nos impidan desarrollar la capacidad de reflexionar, de ser y de decidir.
Adoré este discurso. Adoré su soberbia y atrevimiento. Adoré su capacidad de criticar a los ídolos de la historia. Adoré su manera de escribir. En fin, adoré la lectura de este hermoso texto escrito en un francés académico pero fácil de entender, de digerir y de captar la belleza de su lenguaje.
En los próximos artículos seguiré con estas reflexiones sobre la historia. Utilizaré algunas lecturas que he po dido hacer después que tuve la oportunidad de visitar a París, la ciudad donde nací de nuevo a los 26 años. Seguimos en la próxima.

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