Gonzalo Fernández de Oviedo: la tumba desconocida del primer cronista de Indias
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El sitio de lo que se cree es la tumba de Gonzalo Fernández de Oviedo, en la catedral de Santo Domingo. VÍCTOR SILADI
Esta crónica comienza como muchas películas y libros de misterio: un grupo de hombres realizan una obra en un edificio religioso con varios siglos de antigüedad y, por casualidad, levantando el subsuelo, se encuentran con una cripta en cuyo centro, cubierta de escombros y abandonada por el tiempo, aparece lo que a todas luces es la tumba de una persona. Con la diferencia de que lo que cuenta esta crónica está ocurriendo en la realidad. El templo es la catedral de Santo Domingo, en la capital de República Dominicana, y la cripta fue descubierta en 1992, durante las obras para trasladar el panteón donde fue enterrado Cristóbal Colón a un nuevo emplazamiento con motivo de la celebración del V Centenario.
Justo debajo del mausoleo del navegante genovés, en el trascoro de la catedral, a varios metros de profundidad, apareció una cripta con la bóveda de ladrillo destruida, de 8,46 metros de largo por 3,80 de ancho. ¿El misterio? Quién es el personaje, sin lugar a dudas ilustre, que está enterrado en el banco que se encuentra en el centro de esta cripta.
Según Esteban Prieto Vicioso (izquierda), responsable de conservación de la catedral de Santo Domingo, todo apunta a que los restos que alberga esta tumba son los de Gonzalo Fernández de Oviedo (derecha), un nombre tan ignorado por el gran público como imprescindible para conocer la historia de América: nacido en Madrid en 1478 y muerto en Santo Domingo, en 1557, se trata del primer cronista oficial de Indias, nombrado por orden del emperador Carlos V, el primer historiador que de forma sistemática informó y publicó libros no solo sobre los hechos de los españoles en América, desde el primer viaje de Colón en 1492, hasta la sublevación de los Pizarro en Perú, en 1549, sino también el primero que comenzó la descripción física, botánica, zoológica y etnográfica del continente.
"Sabemos que hasta mediados del siglo XVI hubo en este sitio un altar dedicado a Santa Lucía, que fue construido por instrucción de Oviedo, y que justo debajo mandó hacer una bóveda donde fue enterrado. Ningún documento acredita que fuese cambiado de lugar por lo que todavía debe estar ahí", según Prieto Vicioso.
Según todos los indicios, cuando se levante el banco central de la cripta, proyecto para el que se busca financiación, los forenses podrán identificar los restos de un hombre de 80 años, edad a la que murió Oviedo y que pocos alcanzaban a mediados del siglo XVI. También encontrarán, según las crónicas, una llave de hierro, la de la fortaleza de Santo Domingo, con la que fue enterrado por haber sido su alcaide durante los últimos 25 años de su vida. Un último detalle que autentificaría los restos es una lesión en el cráneo que sufrió al ser apuñalado por otro español durante una pelea en el Darién (hoy en Panamá). Oviedo no fue solo testigo sino que también participó de los violentos enfrentamientos que marcaron a la generación de conquistadores de la que formó parte.
La Historia entró como un vendaval en la vida de Gonzalo Fernández de Oviedo cuando apenas contaba 13 años de edad. Entre 1492 y 1522, durante esas tres décadas en las que españoles y portugueses cambian la historia de la humanidad, expandiendo las fronteras del mundo hasta límites hasta entonces desconocidos, Fernández de Oviedo está presente en todos los grandes acontecimientos que marcaron su época, y se relaciona con todos sus grandes protagonistas: acompaña a los Reyes Católicos cuando entran por primera vez en Granada y ocupan el palacio de la Alhambra el 6 de enero de 1492; es testigo en Barcelona del primer encuentro de los reyes con Cristóbal Colón tras regresar de su primer viaje a América en la primavera de 1493.
Posteriormente se muda a Italia, donde conoce a Leonardo da Vinci y a los principales miembros de la familia Borgia, como el papa Alejandro VI y su hija Lucrecia, para terminar como secretario de Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran capitán. En 1514, emprende su primer viaje a América como miembro de la expedición de Pedrarias Dávila y es testigo de sus enfrentamientos con Vasco Núñez de Balboa, el descubridor del Pacífico, al que terminó ajusticiando.
De regreso a la Península publica en Toledo, en 1526, Sumario de la natural historia de las Indias, que alcanzó un éxito inmediato, siendo reeditado hasta en 15 ocasiones durante el siglo XVI y traducido al francés, inglés e italiano. En 1532 recibe, por orden de Carlos V, el cargo de Cronista Oficial de Indias y de Alcaide de la Fortaleza de Santo Domingo. Allí pasa el resto de su vida, en una casita de dos habitaciones repleta de libros y documentos, junto a la orilla del río Ozama, manteniendo correspondencia con gobernadores, veedores y otros funcionarios reales repartidos por todo el continente, y entrevistando a descubridores y conquistadores a su paso por la isla, recopilando información para su gran obra, Historia general y natural de las Indias, cuya primera parte fue publicada en 1535, aunque los dos volúmenes restantes no vieron la luz hasta mediados del siglo XIX. El descubrimiento de su tumba permitirá reivindicar el legado de un nombre imprescindible para la historia del conocimiento de América.
LA PRIMERA CATEDRAL DE AMÉRICA
En 1504, apenas 12 años después del descubrimiento de América, se inicia el procedimiento que concluirá con la construcción de la primera catedral de América, la Arquidiócesis de Santo Domingo o Basílica de Santa María de la Encarnación (derecha). La decisión la adopta en Roma, a miles de kilómetros de distancia de la isla La Española, el papa Julio II, el mismo que encargó a Miguel Ángel la Capilla Sixtina forzando su vocación inicial de escultor. La construcción comienza pocos años después, en 1514, e intervienen masones, artistas y pedreros que venían de trabajar en las catedrales de Sevilla o Burgos y cuyas firmas, en forma de muescas en la piedra, todavía se pueden descubrir en algunos rincones.
“Se trata de un edificio cien por cien español”, reconoce el arquitecto Esteban Prieto Vicioso, responsable de la conservación de esta obra. “Aunque se emplearon indígenas taínos como mano de obra en la construcción, sus conocimientos arquitectónicos eran muy rudimentarios y no pasaban del sencillo bohío de madera de una planta con techo de dos aguas. El referente de esta catedral es el estilo arquitectónico gótico tardío y la decoración plateresca de la Castilla medieval. Solo se introdujeron algunos cambios puntuales, como el recubrimiento del tejado con ladrillos, en vez de tejas, para proteger mejor a la catedral de los terremotos y huracanes que asolan el Caribe pero que eran desconocidos en España”.
La construcción concluyó en 1540, siendo consagrada al año siguiente y recibiendo en 1546 el rango de Catedral Metropolitana y Primada de América por parte del papa Paulo III, a petición del emperador Carlos V, en reconocimiento a Santo Domingo por su papel de trampolín en la expansión del catolicismo en América.
Fuente: elpais.com | 27 de julio de 2016
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