Miles de creyentes de todo el país veneraban a Olivorio Mateo Aunque estaban pasando en Palma Sola como supuestos médicos, Francisco Alberto Caamaño Deñó y Alejandro Deñó Suero (Chibú), entonces miembros de los Cascos Blancos, debieron rezar, arrodillarse, persignarse, no fumar, siguiendo el ceremonial del “Mellizo Plinio”, uno de los líderes de la comunidad donde miles de creyentes de toda la República Dominicana acudían a rendir culto a las enseñanzas de Olivorio Mateo, abatido a tiros en combate con las fuerzas estadounidenses de Ocupación en 1922.
Publicado el: 23 septiembre, 2017
Por: Ángela Peña
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Los dos militares andaban en misión de investigación cumpliendo órdenes del general Belisario Peguero Guerrero, jefe de la Policía Nacional, quien rendiría al Gobierno el informe que estos le reportaran pues existía la creencia de que en la congregación se ocultaban fines políticos.
Recorrieron el caserío, atendieron enfermos, acudieron al trono de “La Santa” y observaron los cientos de personas llegando, anotando sus nombres en libretas y despojándolos de sus armas blancas en las que también escribían su identidad. Reinaba una gran limpieza en el lugar, pese a la multitud, anotó Chibú en sus memorias.
“A la hora de la cena compartimos con los mellizos y otras personas, entre las cuales se encontraba una a la que decían “El Maestro”, consigna. Dice que todos creían en la resurrección de Olivorio y que en el exterior eran ininterrumpidos “ritos y salves alrededor de los Calvarios. A las 10 vimos cómo se producía el relevo de los hombres que controlaban el acceso al caserío”. Pasaron allí tres días en los que se repetían los rituales.
Quedó como un misterio un “matrimonio blanco” que era “gente buena que les proporcionaba dinero” y se encontraba allí pero Caamaño y Deñó Suero no lo vieron.
Informaron al jefe policial la experiencia y le manifestaron “que no habíamos detectado ningún tipo de actividad política, que todo aquello se limitaba a actividades de superchería en torno a la creencia en la resurrección de Olivorio Mateo”. Los investigadores y Peguero se trasladaron entonces al Palacio Nacional a transmitir lo vivido al presidente Rafael F. Bonnelly. Entonces el mandatario “mandó a llamar al procurador general de la República, Antonio García Vásquez; al secretario de Interior y Policía, Tabaré Álvarez Pereyra; al secretario de las Fuerzas Armadas, mayor general Elby Viñas Román”, y les pasó la cinta con la grabación del relato de los dos emisarios.
De nuevo Bonnelly.- El 21 de diciembre de 1962 Bonelly volvió a llamar a Chibú y lo mandó vestido de civil tanto a Las Matas de Farfán como a Palma Sola. “Me entregó doscientos pesos para mis gastos advirtiéndome que tenía que ir solo, que ni la Policía ni el Ejército tenían que ver conmigo”.
Encontró hostilidad y un enfrentamiento entre materos y “olivoristas” y de Las Matas se dirigió a Palma Sola. Tomó clerén en un rancho y al rato oyó gritos desesperados de un niño porque su padre se había amputado una mano debido a que Olivorio se lo pidió en un sueño “para salvar con sus dedos la vida de otras personas. Procedí a ponerle un torniquete y sacarlo hasta la carretera y lo enviamos al hospital de Las Matas en una camioneta”.
Al regreso se mezcló con un grupo de fervorosos que llegaron en animales cargados de víveres y comida. “Pasé tres días en Palma Sola rezando, cantando, tirándome tragos y fumando cigarrillos americanos” cuyas cajetillas costaban 40 centavos, recuerda. Cambió sus zapatos por las soletas de un joven que lo acompañaba para que no lo descubrieran.
Al tercer día regresó a Santo Domingo y le reportó a Caamaño que reinaba “tensión y nerviosismo en Las Matas de Farfán después del incidente del 21” y que la gente del lugar estaba temerosa, pero que había visto muy poca diferencia en relación con su primera visita. Empero, Chibú apunta que los palmasolistas se mostraban intranquilos “por la prisión de uno de los mellizos y los sucesos de Las Matas pero que esto no implicaba una actitud de rebeldía”.
Que existía el convencimiento entre los moradores de Las Matas “de que en Palma Sola se practicaba brujería y que los mellizos son brujos”.
Al día siguiente Chibú se presentó ante Bonnelly y le detalló sus pesquisas.
En la tercera visita al gobernante, después de la masacre, le dijo “que quien estaba llamado a responder era el coronel Caamaño, como comandante de la tropa, que en mi condición de oficial subalterno no podía hacerlo, además de que ya el jefe de la Policía tenía el informe verbal de los hechos”.
Bonnelly lo invitó a un café y le extendió un cheque de cinco mil pesos (RD$5,000.00), en gratificación por sus “buenas acciones” ya que había arriesgado su vida en Palma Sola, pero Chibú no aceptó por no creerse “merecedor de ese dinero”.
Deñó Suero.- Alejandro Alberto nació en San Cristóbal el 21 de agosto de 1925, hijo de Alejandro Deñó y Aminta Suero. Se crió en San Juan de la Maguana. En aquella zona se desempeñó como raso, cabo y sargento. Para 1987, cuando escribió los testimonios, era capitán. Siempre, pero más durante la Revolución de Abril, sostuvo una estrecha relación de amistad, familiaridad y respeto con su tío Francisco Alberto, de quien fue escolta en la contienda.
Estuvo casado con Dolores Ortiz, madre de sus hijos Zoila, Teresa, Alexandra y Alejandro Josué Deñó Ortiz. Su segunda esposa, Juana Aybar, era vasca. Vivían en España donde tras largo quebranto de salud falleció Chibú el 23 de marzo de 2004.
Sus cenizas reposan en San Cristóbal. Sus Memorias están en poder de Rafaela Caamaño Grullón (Fellita), prima hermana de Francisco Alberto Caamaño. Tanto Deñó Suero como Caamaño Grullón ocuparon funciones diplomáticas en Londres junto a Francis, que se desempeñó como agregado Militar.
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