Qumrán
Las cuevas de los manuscritos
Estas cavidades se encuentran en unos riscos sobre el lecho del wadi Qumrán, un cauce seco de torrentera al pie del antiguo asentamiento.
En el desolado paraje de Qumrán se hallaron unos 200 manuscritos copiados hace 2.000 años por gentes de una ascética comunidad esenia; probablemente se trata de los más antiguos testimonios del texto bíblico
"En mano del Príncipe de las Luces está el dominio sobre todos los hijos de la justicia; ellos marchan por caminos de luz. Y en mano del Ángel de las Tinieblas está todo el dominio sobre los hijos de la falsedad; ellos marchan por caminos de tinieblas". Estas palabras, que volvieron a ser leídas por ojos humanos dos mil años después de que fuesen escritas, devolvían los "hijos de la luz" a la historia.
La norma de los esenios
Regla de la comunidad (detalle). 100-75 a.c. Santuario del Libro, Jerusalén.
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Aquel antiguo texto era la Regla de la comunidad, y sus protagonistas eran los esenios, una secta que destacó entre los fariseos, saduceos, samaritanos, zelotas y otros grupos que formaban la sociedad judía en tiempos de Jesús. Con el paso de los siglos, los esenios fueron cayendo en el olvido, hasta que a finales del siglo XIX y comienzos del XX aparecieron en la literatura científica y pseudocientífica como la agrupación que había influido o dado origen a los movimientos de Juan el Bautista y Jesús.
El final de un mundo
En el año 73, la toma de la fortaleza de Masada (en la imagen) por los romanos marcó el fin de la gran revuelta judía durante la cual las legiones destruyeron Qumrán.
Los hallazgos de Qumrán
El interés por aquellos enigmáticos esenios creció cuando, entre 1947 y 1956, se hallaron miles de fragmentos de manuscritos en pergamino y papiro en once cuevas del desértico paraje de Qumrán, próximo al mar Muerto. De la llamada Cueva 1, donde se dice que unos pastores beduinos realizaron el primer descubrimiento de estos textos, procede la Regla de la comunidad. Está escrita en hebreo, como la mayor parte de los fragmentos; otros, una minoría, fueron escritos en arameo y en griego. Los manuscritos se guardaban en forma de rollo y se habían depositado en el interior de tinajas para preservarlos. En aquellos mismos años se llevaron a cabo excavaciones arqueológicas en Qumrán, un conjunto de ruinas ubicado a 35 kilómetros al este de Jerusalén, y en las cuevas próximas a este enclave, donde habían aparecido los manuscritos. Allí, aparte de utensilios de cerámica, metal o madera, restos de tejidos y huesos de animales, se descubrió un inmenso cementerio con casi 1.200 tumbas.
Laboriosa restauración
Labores de restauración de un fragmento de manuscrito procedente del área de Qumrán.
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Hasta entonces, sólo tres autores antiguos (todos ellos del siglo I d.C.) habían dejado información más o menos detallada sobre los esenios: el griego Filón de Alejandría, el judeorromano Flavio Josefo y el romano Plinio el Viejo. Los estudiosos compararon sus escritos con los hallazgos de Qumrán, y la mayoría de los investigadores concluyó que los hombres que vivieron en aquellas construcciones y en las cuevas adyacentes durante casi 150 años (entre comienzos del siglo I a.C. y mediados del siglo I d.C.) fueron los mismos que estudiaron, escribieron y colocaron en las cuevas los rollos antiguos –si no todos, por lo menos una buena parte–. Y estos hombres habrían pertenecido a la secta de los esenios. Los esenios, pues, no eran el fruto de la imaginación de los autores antiguos, sino seres humanos de carne y hueso.
Recipientes de arcilla
En varios casos, los manuscritos hallados en Qumrán estaban protegidos en el interior de vasijas como la que se reproduce aquí, descubierta en la Cueva 1, en el año 1947.
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Las fuentes clásicas mencionaban la existencia de esenios en centros urbanos, como se deduce de la afirmación de Josefo respecto a que los piadosos esenios "no integran una ciudad única; viven dispersos en gran número en todas las ciudades" (Guerra de los judíos II), y de la noticia de Filón sobre el hecho de que los esenios "viven en muchas ciudades de Judea y en muchas aldeas" (Hipotéticas II). Según la información presente en los rollos –especialmente en el llamado Documento de Damasco–, estas comunidades urbanas de esenios habrían tenido un carácter familiar y su organización no habría sido muy estricta. Según algunos, incluso hubo un barrio esenio en el área occidental de Jerusalén, cerca de la actual puerta de Sión
Sin embargo, en su Historia Natural, el geógrafo Plinio el Viejo alude a un asentamiento esenio separado, próximo al mar Muerto: "Al oeste [del mar Muerto] los esenios se mantienen apartados de la orilla para evitar sus efectos perniciosos", es decir, las posibles exhalaciones de un agua sin vida. Los hallazgos de Qumrán se complementan perfectamente con los datos de Plinio, y todo lleva a concluir que en las orillas del mar Muerto, y probablemente en otras zonas aledañas del desierto de Judea, como el-Ghuweir y Hiam el-Shaga, vivieron comunidades de esenios.
Jerusalén, ciudad sagrada
A inicios de la era cristiana, habría existido una comunidad esenia cerca de la puerta de Sión, que se abre en la muralla medieval de la Ciudad Vieja.
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La comunidad de los puros
Dado el carácter inhóspito y salvaje de la zona del mar Muerto, esas comunidades esenias debieron de ser diferentes de las de sus correligionarios urbanos: mucho más organizadas para afrontar las dificultades que presentaba la vida en este medio, desde el empleo del agua hasta la obtención de alimentos; de talante más ascético, que concordaba con la frugalidad obligada de una existencia en tales parajes, y con una gran actividad en común. Este último rasgo, fundamental en tales comunidades, estaría implicado en el mismo nombre de Yahad –en hebreo, "comunidad"– presente en los rollos, y especialmente en la Regla de la comunidad, texto fundamental del movimiento.
¿Por qué estos esenios decidieron asentarse en tan árida región? Todo parece indicar que consideraron el desierto como un símbolo de pureza. En el libro de Ezequiel, al final de los tiempos el desierto en las proximidades del mar Muerto se convertiría en un jardín paradisíaco, similar al Edén bíblico. Según el profeta, Dios le dijo: "Esta agua sale hacia la región oriental, baja a la Arabá, desemboca en el mar, en el agua hedionda, y el agua quedará saneada. [...] Los peces serán muy abundantes, porque allí donde penetra esta agua lo sanea todo, y la vida prospera en todas partes adonde llega el torrente. [...] A orillas del torrente, a una y otra margen, crecerá toda clase de árboles frutales cuyo follaje no se marchitará y cuyos frutos no se agotarán" (Ezequiel 47, 6-12). De ser así, los esenios eligieron el desierto para apartarse radicalmente del mundo de la impureza, con el fin de permanecer tan puros como fuera posible. Como está escrito en un pasaje fundamental de la Regla de la comunidad: "Y cuando éstos existan como comunidad en Israel según estas disposiciones, se separarán de en medio de la residencia de los hombres de iniquidad para marchar al desierto y abrir allí el camino de Aquél [Dios]; como está escrito: 'En el desierto, preparad el camino de [Dios], enderezad en la estepa una calzada para nuestro Dios'".
La vida diaria de los esenios
¿Dónde vivían los hombres de Qumrán? Los investigadores han sugerido que en los edificios sólo residía un puñado de funcionarios, guardias o ancianos (probablemente, en un segundo piso que no se ha conservado), mientras que el resto de miembros de la comunidad habría encontrado refugio en cuevas, tiendas y chozas próximas. Algunos investigadores consideran que la comunidad de Qumrán sólo habría tenido unas pocas decenas de miembros; otros aseguran que, como mucho, su número habría llegado a 120 o 150 personas.
Los manuscritos no ofrecen una imagen coherente y completa sobre el modo de vida de estas gentes, pero las fuentes clásicas son de gran ayuda a la hora de reconstruirlo, sobre todo Flavio Josefo, quien describe de este modo el día a día de los esenios: "Su piedad religiosa asume caracteres particulares. Nunca pronuncian una sola palabra profana antes de salir el sol; dirigen al sol oraciones tradicionales, como si le suplicaran que aparezca. Luego los encargados envían a cada uno a trabajar en su oficio, lo que hacen con gran empeño hasta la hora quinta. Luego se reúnen de nuevo en su mismo sitio, se envuelven el lomo con una faja de lino y se lavan todo el cuerpo con agua fría. Tras esta purificación se congregan en una sala particular donde no puede entrar ninguna persona profana; ni ellos mismos pueden penetrar en ese comedor sin estar puros, como si fuera un recinto sagrado. Se sientan sin hacer ruido y el panadero sirve a cada uno un pan y el cocinero un plato con una sola comida. El sacerdote pronuncia una oración antes de comer, y nadie puede probar bocado antes de que haya concluido la oración. Después de la comida el sacerdote repite el rezo. Todos dan gracias a Dios, dispensador del alimento que hace vivir, al principio y al final de la comida".
Sigue Josefo: "Luego se quitan las ropas de la comida como si fueran vestiduras sagradas, y vuelven a sus trabajos hasta la noche; regresan entonces a su local común y cenan de la misma manera, esta vez con sus huéspedes, si han encontrado alguno en el camino. Ni gritos ni tumultos perturban la casa; cada cual habla por turno. A los que pasan delante de ella, el silencio que reina en el interior les parece como si en ella se estuviera celebrando algún temible misterio, pero ello se debe simplemente a la invariable sobriedad de los esenios, a su costumbre de medir los alimentos y la bebida en la cantidad suficiente para saciarse, sin excederse" (Guerra judía II).
Un aspecto clave de la vida cotidiana de los esenios era la pureza ritual. La Regla de la comunidad describe así la relación entre la inmersión en el agua y la participación en la comida comunitaria: "Que no entre en las aguas para participar en el alimento puro de los hombres de santidad pues no se han purificado, a no ser que se conviertan de su maldad; pues es impuro entre los transgresores de su palabra". La arqueología confirma el papel esencial de la pureza: de los dieciséis estanques descubiertos en Qumrán, sólo seis habrían servido para almacenar agua, mientras que los diez restantes sirvieron, con toda probabilidad, para la práctica de baños rituales. La concentración de baños rituales de Qumrán sólo es superada por la de Jerusalén, donde estaba el Templo, lo que pone de manifiesto que para los qumranitas la pureza ritual era un baluarte de su vida religiosa.
El fin de la injusticia
La comunidad de Qumrán fue más estricta en cuestiones de higiene personal y purificación que sus contemporáneos, y en su esfuerzo por garantizar la pureza de la comunidad y elevar el nivel de santidad de sus miembros extendió las restricciones sobre pureza e impureza a muchas más esferas que las requeridas por la ley normativa judía. Su escrupulosidad se habría debido al hecho de que ellos se habrían visto a sí mismos como un "templo espiritual", semejante a un campamento santo en el que vivían en compañía de los ángeles. Como está escrito en el Rollo de la guerra: "Y todo hombre que no se haya purificado de “fuente” el día de la batalla, no descenderá con ellos, pues los ángeles santos están juntos con sus ejércitos".
Esta obsesión por la pureza ritual pudo ser una de las razones, quizá la fundamental, por la cual las comunidades esenias más estrictas, del tipo Yahad, como la de Qumrán, habrían sido de características ascéticas y celibatarias, distinguiéndose de las comunidades urbanas de tipo familiar diseminadas por todo el país.
A esta doble estructura social del movimiento esenio se habría referido Josefo al decir que, por un lado, había un grupo de piadosos esenios que "desdeñan el matrimonio para ellos […] No condenan en principio el matrimonio y la procreación, pero temen el libertinaje de las mujeres y están convencidos de que ninguna es fiel a un solo hombre". Y, por otro lado, "hay otra clase de esenios, que concuerdan con los anteriores en el régimen, las costumbres y las leyes, pero difieren en lo concerniente al matrimonio. Creen que renunciar al matrimonio es realmente excluir la parte más importante de la vida, o sea, la propagación de la especie" (Guerra, II).
Es probable que nunca podamos conocer a ciencia cierta la verdadera naturaleza de estos esenios, profundamente convencidos de que, como manifiesta la Regla de la comunidad, "Dios, en los misterios de su conocimiento y en la sabiduría de su gloria, ha fijado un fin a la existencia de la injusticia, y en el tiempo de su visita la destruirá para siempre".
Para saber más
Sectarios de Qumrán. Vida cotidiana de los esenios. Adolfo D. Roitman. Martínez Roca, 2000.
Qumrán y los esenios. André Paul. Verbo Divino, 2009.
El significado de los rollos del mar Muerto. James Vanderkam, Peter Flint. Trotta, 2010.
Tomado de la Fuente;http://www.nationalgeographic.com.es/historia/grandes-reportajes/qumran_7520/1
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