Los centros de torturas de la dictadura de Trujillo: revelaciones sobre la Silla Eléctrica
Desde noviembre de 1961, por lo menos de manera pública, en República Dominicana se viene hablando de la “Silla Eléctrica”, tenebroso artefacto construido para torturar, obtener confesiones y producir la muerte de opositores al régimen de Trujillo a través de la aplicación de descargas eléctricas.
La “Silla” estaba instalada en la cárcel clandestina de La 40, en lo que hoy es la famosa barriada de Cristo Rey. Esa prisión fue destruida en la primera semana de junio de 1961, a 3 o 4 días después de la muerte del dictador. Junto a la destrucción del presidio clandestino, también se hicieron desaparecer, para esconder las huellas de la barbarie, todos los instrumentos con los que los prisioneros eran sometidos a crueles torturas, y entre los objetos destruidos, “desaparecidos” u ocultados, también fue escondida, se piensa que para siempre, aquel trono de la muerte que se popularizó como “La Silla”, aunque por mucho tiempo se rumoró de su existencia en algún depósito de maquinarias militares, o en un sótano de la antigua Compañía Dominicana de Electricidad.
Por suerte y para bien de la historia, varias imágenes del fatídico mueble lograron salvarse, aunque tuvieron como precio las vidas de dos hermanos que laboraron para el Servicio de Inteligencia Militar. Esas fotos son las pruebas acusadoras de lo que fue la dictadura de Trujillo en materia del crimen. Los dos hermanos fotógrafos que trabajaban para el SIM y que se trasladaban a la cárcel de La 40 para fotografiar a los que eran sentados en la Silla, lograron quedarse con copias de muchas de las imágenes en las que se pueden ver los presos políticos sentados y torturados. Muchas de esas fotos, dice Cesar A. Saillant, que fue secretario personal de Ramfis Trujillo, eran coleccionadas por el hijo del sátrapa.
Aun más, en el 2012, después de 51 años de la muerte de Trujillo, se presentó al Archivo General de la Nación el ex mayor de la Marina de Guerra, Guillermo Rivas Díaz de 93 años de edad, pero con una gran lucidez mental, y confesó en aparente arrepentimiento, pues se había convertido a la fe cristiana: que él había sido la persona que diseñó y construyó la “Silla Eléctrica” que se utilizaba en la cárcel de La 40, en los últimos años de la dictadura. (Véase un fragmento de la entrevista al final de este artículo).
Una o varias sillas eléctricas?
La generalidad de la población dominicana cuando se refiere a ese mueble convertido en instrumento del mal, ignora que no se trataba de una sola silla eléctrica la tenida por la dictadura de Trujillo, como tampoco era un solo centro de torturas donde esta era utilizada.
Al parecer existieron más de dos de estos horribles utensilios y por lo menos están confirmadas la existencia de uno en la cárcel de La 40 y otro en la “la cárcel del Nueve” de la carretera Mella. Se habla de una tercera silla, pero no se ha encontrado la forma de probarlo.
La primera silla era manejada por militares y civiles miembros del Servicio de Inteligencia Militar y la segunda por oficiales de la Avician Militar Dominicana(AMD), bajo el control directo del Servicio de Inteligencia personal que Ramfis Trujillo tenía en ese lugar. Esta última, fue construida bajo la influencia de los métodos utilizados para interrogar por el sanguinario Johnny Abbes García. Sobre la posible existencia de la tercera silla eléctrica, que era utilizada especialmente para matar en horas de la noche, en el fragmento de entrevista al ex mayor Rivera Díaz, aparecen datos que pueden ayudar a aclarar las dudas sobre ese particular. También existe una foto, presentada por el fenecido escritor y periodista Juan José Ayuso y otras personalidades, que se corresponde con la descripción echa por el señor José Hungría en la citada entrevista.
Por otro lado, y tal y como lo cuenta Cesar A. Saillant, quien fue secretario personal del hijo mayor de Trujillo, y fue testigo de las torturas aplicadas en La 40 y en la “cárcel del Nueve”, su jefe Ramfis se dispuso “a superar a Johnny Abbes, y si no lo logró le faltó poco. Allí—en la cárcel del Nueve—hizo colocar todos los instrumentos de tortura al igual que los de Abbes, y para que nada faltase también hizo construir su silla eléctrica, tomando aquella como modelo. Medios, instrumentos, fondos, de todo dispuso y de aquel simple servicio tan útil a la AMD—Aviación Militar Dominicana—hizo uno de los más horribles centros de represión política que pudieron haber existido en América”.
Por muchos años se ha puesto a circular la versión de que la silla eléctrica utilizada en la cárcel de La 40, fue traída desde Venezuela en 1958 a la caída del dictador Marcos Pérez Jiménez. Otra versión da cuenta de que su construcción fue sugerida a Abbes García por el ciudadano alemán Ernesto Scott, quien era uno de los interrogadores al servicio del SIM en La 40, y que también trabajó como traductor empleado de la Presidencia. Pero nada de esto ha podido ser comprobado.
De la primera versión, dice el historiador y poeta Tony Raful: “Cuando un hijo y dos sobrinos del Lic. Rafael Filiberto Bonnelly, cayeron presos por su participación en el Movimiento Clandestino 14 de Junio, la lengua viperina del coronel Johnny Abbes García echó a correr la información, de que la silla eléctrica usada en la cárcel de La 40 (…), la había traído Bonnelly de Venezuela, a raíz de haber desempeñado el cargo de embajador dominicano en ese país, luego de ser usada por el dictador Marcos Pérez Jiménez (derrocado en 1958) contra sus opositores. (…)”.
“A raíz del ajusticiamiento de Trujillo—sigue diciendo Tony Raful—los trujillistas dolidos por el papel desempeñado por el Lic. Bonnelly en la transición democrática, al presidir el Consejo de Estado, que organizó elecciones libres ganadas por el Prof. Juan Bosch el 20 de diciembre de 1962, y agraviados por las leyes antitrujillistas de confiscación de los bienes de la familia Trujillo (…), arremetieron contra Bonnelly, y repitieron la versión de Johnny Abbes, de que Bonnelly había traído al país la silla eléctrica, donde torturaron a su hijo y a sus sobrinos”. (Tony Raful. “Con Carlos Sully y Freddy Bonnelly”. Listín Diario, 22 de julio de 2014).
El rumor puesto a circular contra Bonnelly, como bien lo explica el citado historiador, fue una vulgar mentira del sector trujillista desplazado del poder, y quedó desmentido con el testimonio de Guillermo Rivas Díaz, el verdadero fabricante de la “Silla Eléctrica”.
En cuanto a la segunda versión, es posible que el alemán Scott, que sirvió en los campos de concentración de los alemanes al servicio de Hitler, haya sido el que propuso la construcción de la silla, aunque todavía quedaría determinar desde qué año ese señor se encontraba en el país, pues el mortífero aparato fue fabricado mucho antes de la existencia de La 40, presumiblemente entre 1953 y 1955, y se sabe que la cárcel de La 40 tuvo sus inicios en 1957.
Las fotos que salvaron la historia
En cuanto a las fotografías en las que aparecen los prisioneros torturados sentados en la silla, en el exterior se conocieron y aparecieron publicadas muchos antes de que en Santo Domingo se tuviera conocimiento de su existencia. De acuerdo con el doctor Rafael Alburquerque Zayas-Bazan, quien fue uno de los torturados, los dos hermanos que trabajaban para el SIM tomaban las fotografías y lograban enviar copias a “una embajada de Santo Domingo y algunas de ellas salieron publicadas en un periódico del exterior. El fotógrafo fue descubierto en esa acción y asesinado a garrotazos limpios”. Las fotos eran tomadas, cuenta también el fenecido periodista Santiago Estrella Veloz, por Pedro Aníbal Fuentes Berg, quien la entregaba a su hermano Gilberto que trabajaba en la Compañía Dominicana de Aviación, y este las enviaba al extranjero:
“Abbes García, al enterarse de que la foto de Messón y otros torturados se publicaron en el extranjero, ordenó el apresamiento y asesinato de los hermanos Báez Berg, sin que hasta el día de hoy se sepa dónde fueron llevados sus cadáveres”.
Una silla en los recuerdos
Cuenta Fredy Bonnelly, quien guardo prisión en La 40, que la “Silla” era “un sillón de roble de los que se usaban normalmente en las oficinas públicas pero forrados los brazos, el asiento y la espalda con hojas de cobre, le ponían correas en los brazos y los pies para atarlos a ella y la conectaban a un dispositivo que aumentaba el voltaje”; mientras que Tomas Báez Díaz, que estuvo implicado en la muerte de Trujillo, y fue torturado también en las cárceles “del Nueve” y de La 40, narra lo siguiente:.
“Frente a estos (…) se encontraba la “Silla eléctrica”; un aparato construido originalmente (…), que consiste en un sillón antiguo, rústico, fuerte, de alto espaldar y solidos brazos, a cuya estructura le fueron añadidas planchas de cobre para hacer más efectivo el pase de la corriente eléctrica al cuerpo de las víctimas que allí éramos sentadas. Este aparato tiene en ambas patas delanteras y en su espaldar, cuatro correas de cuero destinadas a inmovilizar los brazos y las piernas. Sus redes eléctricas estaban instaladas debajo del asiento, conectadas al escritorio principal, desde cuyo tablero el verdugo aplicaba los diferentes tipos de corrientes que existían. El cuarto estaba revestido de un material aislante para que en el exterior no se oyeran los alaridos, los quejidos (….)”.
La Silla ocupaba—sigue contando Freddy Bonnelly—un lugar dentro de la cárcel, que los prisioneros bautizaron como “la casita de Canadá”: Así llamaban al lugar habilitado para las torturas “de más o menos 6 x 8 metros, de madera techada de zinc, piso de cemento pulido, dos puertas, una al frente y otra al fondo, ambas en el medio y dos ventanas, en el medio de los otros dos lados. Dentro, a mano derecha lo primero que estaba colgado a la pared eran los instrumentos de tortura”.
El equipo utilizado en la secreta cárcel para infligir dolor, estaba formado por “fuetes de vegas de toro, algunos con alambre de púas enrollados, cables plástico de una pulgada de diámetro con cable de acero en el centro, picanas (bastón eléctrico), trozos de bambú, tortor (pedazo de soga con dos pedacitos de madera para facilitar el ahorcamiento). Al lado de la esquina de la derecha y centralizados, estaban tres escritorios y detrás se sentaban los interrogadores con el mecanismo de la electricidad de la silla que estaba al frente. El nombre de la Casita en Canadá surgió de la canción que estaba de moda en esos días y se lo puso de forma jocosa Rene del Risco Bermúdez”.
Otro de los que fueron prisioneros políticos y que recuerda su paso por La 40 y la experiencia con la “Silla”, lo fue el ingeniero Cayetano Rodríguez del Prado, quien estuvo en esa cárcel junto a otros de sus compañeros por sus vínculos con el Movimiento Popular Dominicano (MPD).
Cayetano escribió en sus memorias, publicadas en el 2008, lo siguiente: Había otro pabellón “casi igual que el primero, y ambos con un portón de rejas y encima otro de madera que pretendía impedir la visión y quizás también la entrada o salida de ruidos. Bastante cerca del centro del patio había una pequeña edificación, o caseta, con un solo ambiente y, dominándolo todo, como se tratara de un trono, la fatídica silla eléctrica. (….). Bruscamente estrellaron mi cuerpo contra la estructura de metal de la silla eléctrica e inmediatamente unas correas se apretaron hasta más no poder sobre brazos y piernas, mientras mis pies descalzos hacían buen contacto con el piso de cemento y las manos con los brazos metálicos del diabólico aparato”.
Revelaciones del militar que fabricó la Silla
Guillermo Rivas Díaz, el mayor de la Marina de Guerra que fabricó la “Silla Eléctrica”, nació el 10 de febrero de 1917. Estudió Arquitectura en la Universidad de Santo Domingo y Electromecánica en Inglaterra. Sus estudios lo dotaron de los conocimientos que le permitieron diseñar y armar con sus propias manos el artefacto más temido de la cárcel de La 40. Rivas perteneció a la institución castrense por más de 10 años, desde aproximadamente 1947, y estudio en la zona militar de los Estados Unidos en el Canal de Panamá; además desempeñó funciones en el área de mantenimiento del “Destroyer Presidente Trujillo”.
Residente en la ciudad de Santo Domingo, era ahijado del historiador Emilio Rodríguez Demorizi y tuvo como asistente a un reconocido sicario, muerto recientemente de manera misteriosa, “un muchacho en esa época, que se llamó Evertz Fournier, Carlito Evertz Founier”.
El ex mayor de la Marina, que ahora está inmerso en la religión cristiana, parece que interesado en descargar su conciencia de lo que había sido su participación indirecta en los crímenes de la dictadura, hizo contacto con el Archivo General de la Nación a través de uno de los sobrevivientes de La 40, el señor José Hungría Sánchez Suero, quien lo presentó y ayudó en la coordinación de una entrevista.
Los datos espeluznantes suministrados por Rivas Díaz a los entrevistadores del AGN encabezados por el historiador Aquiles Castro en el 2012, no dejan espacios para las dudas: la “Silla” fue diseñada y fabricada por Rivas, como se podrá leer en el fragmento de la entrevista que a continuación insertamos, originalmente publicada en el Boletín del Archivo General de la Nación, año LXXV, volumen XXXVIII, número 135, correspondiente a los meses de enero-abril del 2013, paginas 153-187:
“Esa monstruosidad….” Entrevista a Guillermo Rivas Díaz.
Por Aquiles Castro
“José Hungría Sánchez (JHS): ¿Cómo llega a usted la orden de trabajar en el proyecto de construir la silla eléctrica?
Guillermo Rivas Díaz (GRD). Esa es una sugerencia a través de Johnny Abbes… personalmente.
JHS: ¿Y quién más le acompañó?
GRD. Tomás Ferrer López, cuando eso era mayor. Puedo yo equivocarme, pero había un rango, más o menos entre capitán y mayor. Estamos hablando ya de los años 1952, 1953 aproximadamente. Yo tomo como punto de referencia que ya en esa época teníamos instrucciones de comenzar a desmantelar el aeropuerto General Andrews, que comenzamos en el 52-53 para pasarlo a San Isidro.
JHS: ¿Quiénes más trabajaron en ese proyecto, junto con usted, aparte de Tomás Ferrer López?
GRD. Bueno, porque sabe que ese es un proyecto prácticamente, como se dice, «de baúl», de pocas personas, por evitar la contaminación… Teníamos asistentes.
JHS: Pero quizás no sabían lo que estaban haciendo.
GRD. No, no, ellos no sabían.
Motivación del invento
“… Porque salieron gente muy estropeados físicamente de La 40, y a Trujillo no le gustó. Hubo gente con brazo roto, costilla rota y eso. Entonces lo que se buscaba era, ¿cómo se dice?, atropellar la psiquis, no lo físico. Igual que cuando estábamos preparando los pasillos; los pasillos deben ser pinturas opacas, los pasillos de lo que se llama depuración, que son pinturas opacas. Los pasillos para lo que se llama depurar, los pasillos de atropellar la gente; pero atropellarlos psíquicamente, no físicamente. Igual que usted saca esa lámpara de 110, le pone un bombillo de 220. Ese bombillo le da una luz opaca, que atemoriza. O sea, crear una psiquis, no física en el cuerpo.
Aquiles Castro (AC): Cuando usted habla del pasillo y de la luz: ¿entonces ustedes trabajaron no solo en el proyecto de la silla?
GRD: Era una obra completa, yo digo obra, un proyecto completo. Porque son cosas que usted no podía comunicársela a decir una, no, no, no, eso tenía su clase de gente.
JHS: … ¿Y dónde consiguieron los materiales?
GRD. Bueno, existió, en la Palo Hincado estaba el Élite, ¿verdad? ¿Élite u Olimpia, cuál era?
JHS: El Olimpia, el Élite estaba en la Pasteur.
GRD. Al lado estaba la Casa Virginia, ¿verdad?, seguido estaba Darsán. … equipos industriales, lo primero: calderas y demás piezas para ingenios y todo eso. Ahí fue que compramos nosotros los transformadores, o sea, dos transformadores de 110 a 15 mil. Entonces la salida da 15 mil voltios pero entonces se hizo combinación de series en paralelo. Si usted conecta dos transformadores de 110, para 15 mil voltios en serie, van a seguir siendo 110-15,000. Pero si usted los conecta en paralelo, multiplica por dos el voltaje. O sea, que a esta gente le daban choques de 15 mil y de 30 mil.
JHS: Eso se hacía desde un escritorio.
GRD. Sí, sí, porque había un transfercito ahí abajo.
JHS: Sí, tenía un interruptor que lo manejaba, cuando yo estuve, el capitán del Villar. Me dijo de los transformadores. ¿Y la placa de cobre que tenía la silla?
“GRD. La placa de cobre la compramos, deje decirle, en la Arzobispo Nouel, creo que esquina 19 de Marzo, estaba Jaime Méndez, ahí. Quiero que me ayude, porque 93 años no son las neuronas de ustedes. Era Jaime Méndez que estaba ahí, ahí compramos nosotros la placa de cobre. Esa era la placa que usaban los fabricantes de la llamada despulpadora de café. Que eso trabaja con una serie de unos… porque es como si fuera un guayo, lo que ellos usan para despulpar el café, entonces esa plancha viene lisa. Los punteros esos se los hacen los que la confeccionan; que no es un guayo, no. Ellos le hacen unos brotes de boterola, como llaman ellos, que eso toca el [grano de] café, pero no lo rompe, nada más que la cáscara. Entonces aprovechamos ese cobre para crear entonces, porque la llamada silla era una mecedora, le quitamos los balances.
“Entonces lo que se hizo fue quitarle los balances a la silla, como [la] silla no tiene brazos, brazos tenía la mecedora. Estamos hablando de las llamadas mecedoras serranas, le quitamos los balances, entonces en los brazos los forraron con eso [la plancha de cobre], con unas tachuelitas. Pues eso fue trabajo de nosotros. Y entonces abajo, en la plazoleta, le pusimos una pandereta de madera, que estaba forrada, también, y aquí era que estaban las correas, en estos lados. La intención era el estar aquí [sentado], apoyado en este cuerpo, ya está totalmente metalizado, y la humedad del cuerpo multiplica [la conducción eléctrica], hay que tomar en cuenta eso.
“JHS: Usted dice que los transformadores eran [el] doble de 15 mil voltios.
GRD. Dos transformadores de 110, pero con salida de 15 mil. Ese es el que se usaba para los quemadores de caldera[s]. Cuando inyecta el gasoil eso tiene dos electrodos que están constantemente, más o menos a esa distancia [varias pulgadas], tirando arco. Entonces ahí se prende el petróleo, que eso es para caldera. …Porque hay un voltaje demasiado elevado. En la medida que usted eleva el voltaje el amperaje cae, el amperaje es creado por sobrecarga.
JHS: Pero lo que yo le quiero preguntar es que si hubiera tenido amperaje, hubiera matado.
GRD. Precisamente.
JHS: Entonces, ¿la silla estaba hecha con la intención no de matar, sino de torturar?
GRD. Exactamente. Porque eso se ponía, usted le daba un choque a una gente con corriente alterna, vamos a suponer, de 110, y lo siente más que si le da 220, ¿usted sabía?
JHS: …Pero en la silla murió una persona.
GRD. Oh sí, ¿cómo no? Ahí murió un gran amigo mío que se llamó…, el famoso cardiólogo Tejada Florentino.
AC: ¿Qué provocó, si no estaba diseñada para esos efectos?
JHS. Porque era un cardiópata, era cardiólogo y era cardiópata. Y él predijo la situación, o sea la anticipó antes que lo subieran.
GRD. Que él lo dijo, que sabía. Yo tengo [presión] 12-6, 12-8, pero hay gente de 15-10 ó 15-14 que no resisten.
“JHS: La silla, que usted me dice que era una mecedora.
GRD. Una mecedora, de su origen era mecedora.
JHS: Que le quitaron los balances, porque las sillas no tienen brazos, entonces había que buscar un mueble que tuviera brazos. Y eso que usted dice, que tiene la característica que era una mecedora serrana, yo doy testimonio que tenía esa característica. ¿Y las tachuelas?.
AC: ¿Dónde localizaron la mecedora?
GRD. Oh, del mercado. Las tachuelas las compramos, deje decirle dónde… Estoy haciendo memoria, en la Palo Hincado, no es esquina Juan Isidro Pérez, no. Donde estuvo Manríquez fue en la Palo Hincado, no, en la Mercedes esquina Palo Hincado; ahí estuvo Manríquez, una ferretería. Que ellos tenían los almacenes en la [calle] Juan Isidro Pérez. Creo que está vivo, todavía, si no me recuerdo, que hace como tres años que nos vimos, que es Campo, aquel señor alto que tiene muchas canas, que es de los ejecutivos de Verdeja Comercial, el íntimo amigo mío, Campo, ahí fue que compramos las tachuelas.
“JHS: ¿Y el señor Tomás Ferrer? ¿Murió?
GRD. Oh sí, Tomás murió hace mucho. Él murió me parece que en uno de los gobiernos de Balaguer. Porque mire, hablar de Tomás era una cosa exagerada, un hombre inteligente, ¿usted sabe lo que es inteligente? Eso es innegable, usted me habló a mí de él y me sentí como… Nosotros estuvimos más de diez años juntos, combinando proyectos, nosotros fuimos prácticamente los que hicimos a [el central] Río Haina.
JHS: Cuando iniciaron la construcción de la silla, ¿a usted no le vino el deseo de no participar?
GRD. Bueno, hablar eso sería una utopía, porque sabíamos lo que era. Era una petición de Trujillo, y eso era, como dicen, sí, sí. No podemos, no, no… Vamos a quitarnos la venda. Hay que verse, como decía Richardson, el de la Marina, hay que saber cuándo usted mete la mano, dónde es que está el tizón. Fue muy bonito en los blichers, tírale, fájate ahí con ese…
JHS: ¿Y su compañero Tomás no le comentó nada de no participar?
GRD. No, no, porque prácticamente yo era un hombre de confianza.
JHS. Sí, ¿pero no le dijo sentirse molesto?
GRD. No, no, no, no, si le digo, hablo mentira, pero era una orden y había que hacerla. Ese es un trabajo de menos de una semana, menos de una semana. Porque lo primero que estaba era la idea; la idea se plasma, y después de plasmada, hacerla… los transformadores estaban abajo del escritorio… ahí solamente iban dos alambritos.
JHS: Dos alambres, sí, que pasaban. O sea, que la carga se la traspasaba del escritorio a la silla.
GRD. Oh, sí, el que estaba allá interrogando: «mira, que e᾽to y que lo otro». O sea, había gente que eran rebeldes, como se llamó, que eran rebeldes.
“AC: ¿Ustedes la instalaron, insisto, allá mismo?
JHS: En la misma cárcel de La 40, o sea, usted fue donde estaba la cámara de tortura, en La 40.
GRD. Seguro que sí. Eso estaba montado como si fuera una caja de limpiabotas; que, ¿se va a acomodar para allá?, allá se lleva.
¿Hubo otra silla?
JHS: ¿Usted sabía, o tiene conocimiento sobre otra silla, o si usted participó, que había en La 40? Que era una silla de metal completa, de color gris, como de tubo galvanizado.
GRD. No tengo ese conocimiento, aquí posiblemente que hubiera.
JHS: Bueno, yo le voy a decir que no es, posiblemente, porque esa silla yo la vi, esa silla se usaba para matar. Nosotros, yo, por el tiempo que estuve ahí, yo estuve cuatro meses allí y pico, inclusive yo estaba ahí cuando mataron a Trujillo, estuve como 15 días. Salí de La 40 demoliéndola, ya casi totalmente demolida. Y esa silla, a mí me sacó el capitán del Villar un día a las cuatro de la madrugada, y me llevó a la silla eléctrica. Pero en la noche, ya nosotros por el tiempo que teníamos, teníamos el control, sabíamos el movimiento de la cárcel, y sabíamos que iban a matar gente. Nosotros le decíamos a eso la hora cero.
“Esa noche mataron de dos a tres personas, y en la madrugada me sacaron. O sea, que los que fueron a matar se fueron ya, la cárcel quedó normal. Debo decir que las muertes, los asesinatos comenzaban de siete de la noche en adelante. Recuerdo que difícilmente pasara un día que estaban matando gente de las diez de la noche, eso terminaba antes de las diez de la noche. Entonces me llevaron a las cuatro de la mañana a la cámara de tortura, y yo me sorprendo porque hay una silla al lado, como a pie y medio, de la de torturar, y me sientan ahí. Del Villar comienza a sacarme confesiones, o tratar de sacarme confesiones, y cuando no lo logra dice estas palabras: «Mira, buen “hijo᾽e la gran puta”, tú priva de guapo, evita que te siente en esa», en la silla de metal que estaba a pie y pico. Y la mandó a guardar, diciéndole estas palabras a quien le dio la orden: «Ve, llévate y guarda eso, que se nos quedó anoche, después que terminamos de trabajar».
GRD. Sí, porque ese era el trabajo.
“JHS: El trabajo era ese. Entonces la silla la guardaron en un cuarto que había. No sé si mal recuerdo, que era techado de asbesto o cemento, que estaba cerca de una mata de bambú, ahí metieron esa silla. Esa silla nadie habla de ella, porque todo el que sentaron ahí no volvió. Cuando ponían la silla a funcionar prendían un vehículo o un motor.
GRD. Sí, para amortiguar.
JHS. Para que no se oyera la situación. Yo un día oí uno, y fue nada más un ¡ay!, y ahí quedó. Entonces esa silla es que yo quisiera saber de dónde procedió, porque nadie sabe. Y yo he hablado con personas que han tenido relación con esto, y no saben dónde fue a parar, cuál fue su origen, ni su destino saben.
“Bueno, pues mi pregunta es, después que usted terminó de hacer, con su compañero de la Marina de Guerra, de hacer la silla, montarla ¿su vida siguió igual?
GRD. Bueno, para mí, después de un tiempo para acá yo he recibido especie de una metamorfosis. Uno compara aquel tiempo con este y hay un contraste muy diferente, vivíamos bajo un terror.
JHS: Y las descripciones que yo daba, eso era un toque de queda. Las veces que yo tuve que hablar de La 40 llevé a un hijo de Prin Ramírez; hicimos un programa, una semana entera estuvimos dando explicaciones. Nada, y era lo cierto, no había invento. Y yo sabía tantas cosas de La 40 por la cantidad de tiempo. Porque debo dejar esto sentado, que los presos en La 40, de Trujillo, no estaban más de 15 días. Cuando pasaba más de ahí, era porque era muerto, y yo tenía ya cuatro meses y pico. O sea, que a mí no me quedaba otra alternativa, lo que ocurrió fue que a Trujillo lo mataron en ese ínterin, y por eso quedé vivo.
“José Alejandro Brito (JAB): Una intervención, creo que breve. Es importante que ustedes nos digan el tiempo que duró la silla eléctrica funcionando en la cárcel.
GRD. Ese proyecto, digo proyecto, porque no se dice proyecto, diríamos esa monstruosidad, pero hay que llamarle proyecto. Eso se origina a raíz del año de la Feria [de la Paz] del 1953 al 1955; ya en esa época se estaba gestionando. Porque salían gente bien maltratada: esa gente que le arrancaban las uñas, esa gente que le aplicaban «el cúnigan» por las orejas, por los testículos. «El cúnigan» era como un alicate de presión. La tripa de fusta… eso era de los cables esos; entonces se mandaba, había un maestro, que era talabartero, que estaba en la Salcedo número 15, en San Carlos. Él era el que vendía, era especialista, hacía fustas, pero eso estaba revestido de cuero.
“Él tiene la tripa esa, porque nosotros la pedíamos por grupo. Esa la guardé, yo se la mandé. Le voy a regalar, ello hay uno que usan los…, ahora mismo se usa para estatuas y cosas, los grabadores. Este tiene un regulador, trabaja con 110, tiene alante una punteriíta, que ello hay medallas y hay piezas que no se pueden golpear, sino se hacen por vibración. Yo tengo una de esas, que se la voy a regalar, esa es eléctrica. Esa la compré yo en, déjate decir, no fue en Hato Rey, eso fue en Puerto Nuevo en Puerto Rico. Es un aparatico como así, tú te lo echas en lo bolsillo; eso se le aplicaba por los oídos, por el ano, por los testículos. Oiga, pero ¡un vibrador!, usted le da un poquitico y le aumenta. Como yo era del combo, yo vi ese aparatico, lo probamos allá, y digo: ¡oh!, pero mira, este aparato se puede servir. Porque solamente producirle una vibración en un oído, ¡oh! Dígamelo a mí, que a mí se me rompieron los tímpanos en La Marina, yo no tengo, los dos se me rompieron con artillería. Lo que más molesta es el ruido, hay un ruido que molesta.
Fue espiado
JHS: . … le hago la pregunta, porque una persona que trabajó en la construcción de ese aparato, como yo viví el régimen de Trujillo, sé que debió ser una persona altamente vigilada, para que no produjera informaciones sobre eso. ¿Usted no se sintió vigilado?
GRD. ¡Oh!, pero eso lo sabíamos. Yo tenía un llamado asistente, bueno él murió hace como diez años, que ese tipo le hizo un informe a Johnny Abbes, que Johnny no lo aceptaba. Tuvimos un problema para la invasión de Luperón, del 1949, 19 de junio del 1949. La misión mía era darle seguimiento, que creo que era, me parece, si mal no recuerdo, que era el abuelo, era abuelo o era pariente del patólogo, este moreno, ¿cómo es?, Sarita Valdez. (…). Entonces, ese señor que es mi llamado asistente, que era un muchacho en esa época, que se llamó Evertz Fournier, Carlito Evertz Fournier. Ese ni cédula tenía, era un muchacho, prácticamente.
“JHS: Ese era un sicario.
GRD. ¡Ah bueno, imagínese! Y ese señor trae un informe, sí usted me vio a mí, yo sí, yo estoy en ese servicio. Porque ese hombre había que localizarlo, ubicarlo. ¡Anjá! Entonces vamos, no, así no, porque usted sabe, no. Me cuentan que él le dijo directamente a Ludovino, «fue a la cabeza que yo le tiré», ¿usted sabe el hombre que usted iba a matar? Negro era un hombre peligroso, le digo, peligroso. (…).
JHS: ¿Y usted no tuvo otro percance, después que usted terminó de construir o participar en la construcción de la silla, no hubo otro percance que usted sintiera persecución?
GRD. Siempre uno siente persecución, porque déjele explicar, al desmantelarse el régimen, usted se mantiene, como dicen, estoy en la plataforma. Pero cuando se dice: «mira, la plataforma se derrumbó allí». Es como el marino, que está en babor y le está entrando agua al barco por estribor; o está en popa y le entra agua por proa. Dice: «concho, ta᾽ en peligro la Santa Bárbara». Todo tiene un momento, eso es lo [que] a mucha gente hay que sacarle de la mente. ¿Cómo se consigue eso? Yo desconozco esa fórmula, hay que vivir en el terreno”. (Hasta aquí el fragmento de la entrevista aparecida en el Boletín del Archivo General de la Nación).
Después de repasar las informaciones que han sido publicadas, principalmente por los sobrevivientes de La 40 y de la cárcel del Nueve, solo nos queda preguntar sí a más de 56 años de la muerte del dictador, todavía se justifica que aquel inhumano instrumento (que es posible que fueran tres) fabricado para provocar la muerte y el dolor, permanezca todavía oculto, escondiendo lo que fue la dictadura de Trujillo. Ojala y la Silla o las sillas se pudieran rescatar para completar la historia de ese período de barbarie.
(Entre las fuentes utilizadas para este artículo se encuentran: Aquiles Castro. “Guillermo Rivas Díaz: “¡Esa monstruosidad: entrevista!”. BAGN, número 135, enero-abril (2013); Cayetano Rodríguez del Prado. Notas autobiográficas: recuerdos de la legión olvidada (2008); Cesar Augusto Saillant Valverde. Mis memorias junto a Ramfis Trujillo, 1957-1961 (1967?); Fredy Bonnelly. Mi paso por La 40 (2009); Tomas Báez Díaz. En las garras del terror (1986); Tony Raful. “Con Carlos Sully y Freddy Bonnelly”. Listín Diario, 22 de julio (2014).
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