Cuba: la Ciudad Nuclear de Juraguá, el sueño atómico que el fallecido hijo de Fidel Castro nunca pudo cumplir
Fidel Castro Díaz-Balart fue uno de los científicos más prestigiosos de la Cuba revolucionaria.
Pero el primogénito del histórico líder cubano Fidel Castro nunca culminó uno de los proyectos en los que más empeño puso.
Se trata de la planta nuclear de Juraguá, en la provincia cubana de Cienfuegos, y la aledaña Ciudad Nuclear que debía servir de hogar a todo su personal.
Un viejo sueño de la revolución cubana.
El hijo de Castro se quitó la vida este jueves tras sufrir una larga depresión, según informaron los medios oficiales.
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Las ruinas de la planta de Juraguá perviven hoy como vestigio de aquel desarrollo imposible.
Dependencia del petróleo
Todo comenzó en 1980. El gobierno de Fidel Castro buscaba cómo terminar con la dependencia de las costosas importaciones de petróleo.
“Los cubanos querían cambiar su modelo de producción de energía y girar hacia otras fuentes alternativas, incluyendo la eólica y la solar”, explica Jonathan Benjamin Alvarado, autor del libro “Power to the people. Energy and the Cuban nuclear programme” (El poder para la gente. La energía y el programa nuclear cubano).
Al frente de aquel esfuerzo se colocó a Castro Díaz-Balart, quien se había formado como físico en el Instituto de Energía Atómica I. V. Kurchatov, de Moscú.
Como secretario ejecutivo de la Comisión de Energía Atómica de Cuba, el hijo del presidente capitaneó los esfuerzos para poner en marcha una planta que debía satisfacer hasta un 15% de las necesidades energéticas de la isla y generar miles de puestos de trabajo.
El plan contemplaba la creación de una planta, junto a la que se alzaría la conocida como Ciudad Nuclear, en la que se construyeron viviendas e infraestructuras para acoger a miles de trabajadores, muchos de ellos llegados de la URSS.
“Con la planta y una ciudad junto a ella, se trataba de imitar un modelo como el de la central de Chernóbil,”, señala Alvarado.
El periodista británico Darmon Richter recuerda que ambas fueron ideadas siguiendo el modelo de la “utopía socialista de Atomgrado”, un modelo urbano ideal lleno de viviendas sociales e inagotables fuentes de energía no contaminantes concebido por los planificadores soviéticos en la década de 1970.
En 1982, con apoyo técnico y económico soviético, se inició la construcción del primero de los cuatro reactores de 440 megavatios de potencia previstos.
Solo se completó el primero.
Malestar en Estados Unidos
En 1986, Chernóbil voló por los aires, provocando el que se considera el peor desastre nuclear de la historia y la conmoción en un mundo que conoció a través de la tragedia las debilidades del programa nuclear soviético.
En Washington, la construcción de la planta de Juraguá y su Ciudad Nuclear disparó las alarmas entre un gobierno estadounidense sin ninguna capacidad de control sobre una infraestructura crítica situada a apenas 3.000 millas de Washington.
Los problemas no solo fueron políticos.
Alvarado recuerda que “era la primera vez que los soviéticos intentaban levantar una central nuclear fuera de la URSS y no comprendieron que las circunstancias de Cuba lo hacían imposible”.
El experto cree que la isla no contaba con la capacidad financiera para sostener un proyecto como ese.
En 1989 cayó la URSS, terminó la imprescindible ayuda soviética, y Cuba en los años posteriores se vio sumida en la época de escasez conocida como el Periodo Especial.
Como la autopista que se suponía iba a conectar La Habana con el oriente de la isla, la Ciudad Nuclear de Juraguá quedó inconclusa.
Fidel Castro buscó durante algún tiempo socios internacionales para concluir una obra que se había convertido en un emblema de su legado político.
En septiembre de 1992, frente a los trabajadores de la planta, anunció finalmente: “No tenemos otra alternativa que detener la construcción”.
La República de Cuba había invertido por entonces US$1.100 millones.
Fracaso
El fracaso de Juraguá fue también el de Fidel Castro Díaz-Balart, destituido de sus cargos, según informó la prensa entonces en medio de las acusaciones de su padre por “incompetente”.
Pero, aunque la central nunca llegó a entrar en servicio, la Ciudad Nuclear que trajo consigo la sobrevivió.
Alrededor de 4.000 de las personas que se instalaron allí decidieron quedarse pese al abandono del proyecto.
Hoy, la Ciudad Nuclear permanece como “una pequeña bolsa de vida en mitad de todo ese cemento vacío”, cuenta Damon Richter, quien la recorrió en 2014.
Entre sus muchos edificios derruidos “se sentía un sentido de comunidad”.
“Había un mercado y un lugar donde la gente se saludaba y parecían conocerse unos a otros”, le dijo a BBC Mundo.
Para los habitantes de la Ciudad Nuclear el abandono de Juraguá fue “una oportunidad perdida” que les dejó sin las inversiones y puestos de trabajo que les habían prometido.
“Había en el ambiente una sensación agridulce, porque desde todas partes se veían esas torres que recordaban un sueño que nunca se hizo realidad”.
En 2015 las autoridades cubanas anunciaron un plan para convertir Juraguá en un almacén nacional de residuos peligrosos.
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