La Declaración Balfour: las 67 palabras que hace 100 años cambiaron la historia de Medio Oriente y dieron pie a la creación del Estado de Israel
Hace 100 años, 67 palabras escritas en una hoja de papel iniciaron uno de los conflictos más difíciles de resolver de los tiempos modernos.
La Declaración Balfour fue el documento en el que por primera vez el gobierno británico respaldó el establecimiento de "un hogar nacional para el pueblo judío" en Palestina.
Mientras muchos israelíes consideran que fue la piedra fundacional del Israel moderno y la salvación de los judíos, muchos palestinos creen que fue un acto de traición.
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El texto fue incluido en 1922 por la Liga de las Naciones (organismo que antecedió a la ONU) en el Mandato Británico sobre Palestina, mediante el cual Reino Unido quedaba formalmente encargado de la administración de esos territorios.
Palabra a palabra
La Declaración Balfour fue hecha a través de una carta enviada por el ministro de Exteriores británico, Arthur Balfour, al barón Lionel Walter Rothschild, un líder de la comunidad judía en Gran Bretaña. El texto señala:
Estimado Lord Rothschild.
Tengo gran placer en enviarle a usted, en nombre del gobierno de su Majestad, la siguiente declaración de apoyo a las aspiraciones de los judíos sionistas que ha sido remitida al gabinete y aprobada por el mismo.
'El gobierno de su Majestad ve favorablemente el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío y usará sus mejores esfuerzos para facilitar el logro de este objetivo, quedando claramente entendido que no debe hacerse nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina, o los derechos y el estatus político que disfrutan los judíos en cualquier otro país'.
Estaré agradecido si usted hace esta declaración del conocimiento de la Federación Sionista.
Arthur Balfour
Una historia familiar
Siempre me he sentido interesada por el conflicto que se ha mantenido desde entonces, reportando desde allí por casi 30 años.
Esta vez, sin embargo, realicé un viaje personal, para descubrir el papel que jugó en lo ocurrido uno de mis ancestros: Leopold, o Leo, Amery.
Cuando era niña, mi madre, Olive Amery, me contó historias acerca de este familiar: un político británico que participó en la redacción de la Declaración Balfour. Él agregó una frase que tenía por objetivo proteger los derechos civiles y religiosos de la mayoría de la población, los árabes palestinos.
En Lustleigh, el pueblo del condado de Devon donde vivieron mis abuelos, visité la iglesia donde está enterrado Leo y vi la placa conmemorativa en la que están las palabras con las que su amigo el ex primer ministro británico Winston Churchill le rindió homenaje.
Leo tenía un pasado fascinante: su madre era una judía que se había convertido y había criado a su hijo como cristiano. Él estudió cultura islámica y se convirtió en miembro del Parlamento, y luego en secretario (ministro) de las colonias, con autoridad para supervisar el mandato británico sobre Palestina.
¿Creía Leo que la visión de que judíos y árabes podían vivir y prosperar juntos en paz estaba condenada al fracaso y que la violencia era inevitable? Esa era una de las preguntas que quería responder al viajar a Israel.
Las puertas de la inmigración
Cien mil inmigrantes judíos llegaron en los primeros años tras la Declaración Balfour, firmada en 1917, que dio el respaldo británico al sionismo, el movimiento nacionalista que promovía el restablecimiento de un hogar judío en la tierra histórica de Israel.
A finales de la década de 1930 esto provocó una reacción negativa por parte de la población árabe que se sintió amenazada.
Los británicos respondieron a ello poniendo coto a la inmigración judía, justo cuando el exterminio de los judíos europeos planificado por el líder nazi Adolf Hitler se estaba empezando a poner en marcha.
Tras la Segunda Guerra Mundial, el movimiento subversivo judío atacó a británicos realizando acciones violentas como el atentado en el hotel King David de Jerusalén y el asesinato de tropas británicas.
En Israel, seguí los pasos de Leo en Jerusalén, reconociendo cuando leí en sus diarios sobre el "triunfo de la violencia" entre ambas partes —que tanto le impactó cuando se inició en la década del 20— que era algo que yo misma había atestiguado una y otra vez: cuatro guerras en Gaza, protestas sangrientas en Cisjordania y ataques suicidas en Israel.
Leo estaba amargamente decepcionado por la limitación impuesta por el gobierno británico a la inmigración judía.
Visité Atlit, uno de los campos de confinamiento, con el octogenario rabino Meir Lau. Él pasó allí dos semanas cuando llegó a Palestina a los 8 años como sobreviviente del campo de exterminio de Buchenwald. Muchos otros refugiados fueron enviados de vuelta a Europa.
"Era algo en contra de la humanidad luego de seis años de horror", dijo mientras sacudía su cabeza en señal de lamento y caminaba junto a la oxidada cerca de alambre de púas. "¿Dónde estaba la atención de Reino Unido entonces? Lord Balfour no se lo habría creído".
La Declaración Balfour en su contexto
- La Declaración Balfour fue firmada el 2 de noviembre de 1917. Toma su nombre del entonces ministro de Exteriores británico, Arthur Balfour.
- Fue el primer documento oficial en el que Reino Unido se comprometió a respaldar la creación de "un hogar nacional para el pueblo judío" en Palestina, un ideal buscado por el movimiento sionista.
- Previamente, en 1903, las autoridades británicas habían propuesto otorgar a los judíos un territorio en el este de África para que pudieran tener allí un hogar y un refugio, donde estar a salvo de la persecución que sufrían en Europa.
- El texto señalaba específicamente que "no debía hacerse nada que pudiera dañar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina".
- El gobierno británico esperaba que esa declaración ayudaría a poner a los judíos, especialmente los residentes en Estados Unidos, a favor de las potencias aliadas durante la I Guerra Mundial (1914-1918).
- Tras la derrota del Imperio Otomano en la I Guerra Mundial, la Declaración Balfour fue respaldada por las potencias aliadas e incluida en el Mandato Británico sobre Palestina, aprobado por la Liga de las Naciones (organismo que antecedió a la ONU) en julio de 1922, mediante el cual Reino Unido quedaba formalmente encargado de la administración de esos territorios.
- El 29 de noviembre de 1947, la Asamblea General de la ONU adoptó la resolución 181, mediante la cual aprobó el plan de división de Palestina, en el que se estipulaba la creación de un estado árabe y otro judío a más tardar el 1 de octubre de 1948.
La división ¿inevitable?
Mientras la violencia prosiguió durante la década de 1940 y Reino Unido buscó librarse del problema de Palestina, Leo aceptó lo inevitable de la división. Pero él estaba trabajando en su propia solución, según descubrí en un archivo en Jerusalén.
Allí hallé su mapa de 1946 —el esquema Amery— para dividir Palestina entre un Estado judío y otro árabe. En un rojo y azul deslucidos, era sorprendentemente similar al plan de división aplicado por la ONU un año más tarde y con el que se puso fin al mandato británico y se hizo posible la creación del Estado de Israel en 1948.
Pero los países árabes se negaron a firmar el plan de la ONU y, cuando la violencia entre ambas partes se desató, centenares de miles de palestinos huyeron o fueron forzados a irse del nuevo Estado.
Para mí, uno de los momentos más conmovedores fue visitar las ruinas de Lifta, una aldea palestina abandonada hace casi 70 años, donde aún quedan algunos de sus antiguos residentes.
Muchos palestinos procedentes de allí se convirtieron en refugiados y nunca se les permitió volver a vivir allí. Pero cada año regresan con sus hijos y nietos para recordar.
Hamid Suhail tenía 7 años cuando se marchó. Ahora se apoya sobre un bastón mientras su hijo Nasir le ayuda a descender las laderas rocosas cubiertas de maleza.
"Espero que llegue el día cuando tengamos el derecho a regresar y a vivir aquí en paz", dice Nasir.
Sohar, la nieta de Hamid, se muestra emotiva y afirma: "Venir acá me pone molesta y triste al mismo tiempo, pero es importante recodar la historia de estas casas".
Visión y realidad
La certeza que tenía Leo de que la energía de la inmigración judía pronto transformaría Medio Oriente ha sido confirmada 100 años después con los rascacielos y los campus universitarios de alta tecnología de Tel Aviv, la capital económica de Israel.
Pero los niveles de vida aquí, mejores a los existentes en muchos países europeos, están a años luz de las condiciones en las que se encuentran la mayor parte de los palestinos, que viven en una economía en crisis, algo que atribuyen a lo que consideran como una jugada injusta que les hizo Reino Unido con la Declaración Balfour.
Lo más cerca que ha estado de hacerse realidad la visión de Leo para Palestina ocurrió en los 90, cuando fui la única periodista a la que se le permitió presenciar los entretelones de los acuerdos de paz de Oslo, firmados por Israel y por la Organización para la Liberación de Palestina (OLP).
Los negociadores israelíes y palestinos que se reunieron en secreto en Noruega me hablaron de una forma conmovedora acerca de su decisión de hacer la paz.
El optimismo creado por el histórico apretón de manos en el jardín de la Casa Blanca entre los líderes de Israel y de la OLP fue hecho trizas cuando un extremista judío asesinó al primer ministro israelí, Yitzhak Rabin, y el líder de los palestinos Yasser Arafat no logró detener los atentados suicidas lanzados por el grupo islamista Hamás.
La esquiva paz
Regresé a ver a aquellos hombres cuya historia había contado hace casi 24 años.
Yossi Beilin, el ministro israelí que inició los diálogos de Oslo, aún tenía esperanzas. "El proceso que iniciamos en Oslo es irreversible", me dijo. "Estableció una legitimidad para Israel en el mundo árabe…y esperemos que conduzca a un acuerdo permanente, aunque mucho más tarde de lo que previmos originalmente".
Pero Ahmed Qurei, el jefe de los negociadores palestinos, conocido como Abu Ala, es pesimista. "Lamentablemente han pasado casi 25 años y ha sido una pérdida de tiempo. Los israelíes ejercen control sobre territorio y población palestina. Esa es la mentalidad de ocupación israelí".
Mi viaje terminó en la casa de Chaim Weizmann, el primer presidente de Israel, en Rehovot. Hallé el nombre de Leo en el libro de visitantes. Había venido a los 76 años de edad, en su último viaje a Israel en 1950.
Me senté en la mesa de Weizmann y leí la correspondencia entre dos amigos y descubrí que desde aquella época ya Leo reconocía que Jerusalén sería el tema más difícil de resolver a la hora de hacer la paz: ninguna de las dos partes cedería en su decisión de hacerla su capital.
Y así ha sido hasta ahora, como he visto con tanta frecuencia.
Leo nunca pensó que la violencia aquí sería inevitable. Pensaba que era el resultado de decisiones políticas equivocadas y de los sucesos sangrientos e impredecibles de la historia, como descubrí tras los acuerdos de paz de Oslo.
Ahora existe el peligro de que el extremismo y la intransigencia de ambas partes hagan imposible la paz durante décadas aún por venir.
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