Maletas con dinero, juegos mentales y hackeo: cómo se pueden manipular los resultados de unas elecciones
Las cámaras se activan al subir al escenario los líderes de Alemania y Rusia: Angela Merkel y Vladimir Putin.
"Nosotros nunca interferimos en la vida política o los procesos políticos de otros países", dice Putin durante una conferencia de prensa conjunta que tuvo lugar a principios de mayo de este año.
Era un momento extraño para Merkel. Sus jefes de seguridad habían acusado a Rusia de un ciberataque contra el Parlamento alemán, y aseguraban que los servicios de inteligencia de ese país estaban intentando influir en las elecciones federales alemanas que iban a celebrarse en septiembre.
En Estados Unidos, las acusaciones de interferencia rusa en el resultado de los comicios que le dieron la victoria a Donald Trump marcaron los primeros meses de su presidencia.
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El Programa "The Inquiry" de la BBC se sumergió en este mundo turbio para averiguar cómo se pueden arreglar los resultados de elecciones en países extranjeros. Estas son cuatro posibles formas de hacerlo.
1. Bolsas de dinero
Las acusaciones de interferencia rusa en Estados Unidos convirtieron a Don Levin en el académico de moda.
Levin, del Instituto de Política y Estrategia de la Universidad Carnegie Mellon de Estados Unidos, investiga la intervención de poderes extranjeros en elecciones.
Dice que todo empezó cuando los franceses, en 1796, intentaron que los estadounidenses votaran contra John Adams.
"A los franceses les daba mucho miedo que John Adams fuese presidente y pusiera en marcha políticas extranjeras anti-francesas en Estados Unidos", asegura.
Así que el embajador publicó una carta diciendo que los dos países se convertirían en enemigos si Adams ganaba.
Y aunque en este caso no funcionó, según Levin, los gobiernos extranjeros han refinado sus métodos desde entonces a fuerza de mucha práctica.
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"Cuando se trata de manipular directamente el comportamiento del electorado, los poderes extranjeros pueden intervenir, y en mis investigaciones he visto que desde 1946 hasta 2000, Estados Unidos y la Unión Soviética o Rusia han intervenido de esta manera en una de cada nueve elecciones", afirma el experto.
Para llegar a esa conclusión, Levin tuvo que manejar muchos números.
"Si tomamos en cuenta cosas como el crecimiento económico en el país antes de las elecciones, cuántos candidatos se presentan y otros factores, intervenciones de este tipo sí tienen un efecto significativo en quién resulta elegido", afirma.
En Estados Unidos, Levin ha trabajado con documentos desclasificados de la CIA, memorias de espías e investigaciones del Congreso.
Del lado soviético, menciona a un ex agente del KGB llamado Vasily Mitrokhin, quien trabajaba en los archivos del KGB, y durante 12 años se dedicó básicamente a escribir resúmenes cortos de cada documento que se encontraba.
Cuando terminó la Guerra Fría, escapó a Occidente y luego los publicó todos en dos volúmenes sobre actividades del KGB de la época.
Todos estos registros muestran que estadounidenses y rusos estuvieron muy ocupados interviniendo en elecciones.
"Italia, Japón, Alemania Occidental, Brasil, Costa Rica… Básicamente, pasaron cosas en todo el mundo, salvo en Oceanía".
Muchas de esas intervenciones eran secretas, pero no todas. A veces también resultaba útil atraer a un público extranjero de forma abierta, como aumentando la ayuda extranjera justo antes de las elecciones o firmando algún acuerdo favorable que ese país llevaba esperando mucho tiempo.
Un ejemplo es el caso de Italia, importante campo de batalla durante la segunda Guerra Mundial, cuando sufrió una grandes destrucciones.
"Se pensaba que el Partido Comunista italiano tenía bastantes posibilidades de ganar las elecciones", explica Levin en relación a los comicios celebrados en 1948.
Para no dejar nada a merced de la suerte, líderes comunistas italianos viajaron a la capital soviética, Moscú, a pedir ayuda. Y Moscú ofreció dinero.
"Literalmente, les preguntaron si habían traído una bolsa lo suficientemente grande. Y cuando dijeron que no, (los soviéticos) trajeron una y empezaron a meter dinero. Dieron alrededor de medio millón de dólares, que sepamos, y luego ese líder volvió a casa con esa gran bolsa de dinero para ayudar a su partido en la campaña".
Pero Estados Unidos se jugaba todavía más en esas elecciones. Era el comienzo de la Guerra Fría y no podían permitir la victoria soviética.
Levin dice que Estados Unidos envió secretamente a su candidato favorito una cantidad más de veinte veces mayor que la que habían ofrecido los rusos.
Y no se trató solo de dinero secreto. Estados Unidos se opuso activamente a los comunistas italianos. Su embajador en Italia lanzó amenazas veladas a los votantes, muchos de los cuales estaban hambrientos y sufrían de malnutrición.
"Cada vez que un barco estadounidense con ayuda llegaba a Italia, con comida y otros bienes, se organizaba un pequeño evento de prensa en el que decían: 'Miren toda esta ayuda que les estamos brindando", dice Levin.
"Y al mismo tiempo, cuando el Secretario de Estado de Estados Unidos amenaza diciendo que si los italianos votan a los comunistas, la ayuda que reciben se va a ver fuertemente reducida, naturalmente esto llega a las portadas de los diarios en Italia".
Los votantes entendieron el mensaje y los comunistas perdieron. Estados Unidos mantuvo a un aliado clave y, según Levin, aprendió una lección sobre arreglo de elecciones.
La historia italiana "llevó a las autoridades estadounidenses a creer que podían manipular elecciones cuando fuera necesario en todo el mundo, y fue vista por la CIA como una historia de éxito sobre qué se podía hacer cuando les preguntaran cómo evitar que ganara "el lado equivocado".
Según Levin, Estados Unidos intentó influir en más de 80 elecciones hasta el año 2000.
Los rusos lo intentaron al menos 36 veces. Levin dice que no siempre compitieron entre ellos y, con más éxitos que fracasos, las intervenciones extranjeras ayudaron a hacer oscilar los resultados en favor de las grandes potencias.
Pero si todo esto parece muy fácil, al alcance con una "simple" una bolsa de dinero o un discurso, ahora vamos a explicar que la otra cara del arreglo de elecciones puede ser un asunto desordenado.
2. Manejar los hilos
"Era un poco locura. Era un poco peligroso pero, por suerte, estábamos lo suficientemente locos para no pensar en ello", recuerda Dejan Ranjitch, quien fue parte del movimiento de oposición en la República Federal de Yugoslavia en el año 2000.
En vísperas de las elecciones de ese año, él y sus amigos tomaron grandes riesgos para sacar al gobierno… con cierta ayuda del extranjero.
Ranjitch recuerda que cuando sus amigos viajaban para encontrarse con donantes extranjeros, algunos parecían James Bond, escapando de la policía a través de la frontera o por estaciones de tren.
Su detención fue menos dramática: lo apresaron cuando salía de la oficina. Y a lo largo de las horas que duraron los interrogatorios, una pregunta se repetía incesantemente:
¿Quién está manejando los hilos?
No eran unas elecciones normales: el temor ante la influencia extranjera era muy grande. Yugoslavia se estaba desintegrando. Tras casi una década de guerra civil, se había fragmentado en seis países diferentes. El presidente de lo que quedaba en pie era entonces Slobodan Milosevic.
Y, en Occidente, Milosevic era el hombre malo. Los países occidentales lo querían fuera del gobierno y ante un tribunal para enfrentar las acusaciones de crímenes de guerra que pesaban sobre él, entre ellas el asesinato de civiles.
Milosevic sabía que perder las elecciones, y con ello el control del aparato de seguridad, significaría con toda probabilidad pasar el resto de su vida en una cárcel extranjera.
Y esta es la razón por la que Dejan Ranjitch y tantos de sus amigos acabaron en la cárcel. El entonces mandatario veía interferencia extranjera en cualquier cosa que hacía la oposición. Pero la verdad era más complicada.
Milosevic había puesto cientos de miles de carteles en las calles. En cada pared aparecía su cara pidiendo a la gente que lo votara. Las paredes estaban protegidas por la policía y la oposición no podía colgar sus propios carteles.
"Está acabado", era el eslogan de la oposición. Pero no podían visibilizarlo, hasta que a alguien se le ocurrió que podían utilizar los carteles de Milosevic como propaganda propia con un simple cambio: poner una pegatina con su lema sobre la cara de Milosevic en cada uno de ellos.
"En ese momento, cada cartel de Milosevic se convirtió en un cartel nuestro", recuerda Ranjitch.
Él diseñó esa pegatina. Necesitaba tres millones de ellas, casi una por cada tres personas que vivían en el país.
¿Quién financió esta cara inversión?
"Hmm", responde Ranjitch, "no vamos a pretender que no entendemos de dónde vino el dinero. Obviamente de fuera, de estadounidenses y algunos europeos".
En este caso, los poderes extranjeros estaban trabajando de forma más sutil de lo que lo había hecho Estados Unidos en Italia en 1948.
La OTAN había bombardeado Yugoslavia solo un año antes de las elecciones y, obviamente, asociarse con Occidente no iba a hacer ganar votos a nadie.
Pero la oposición tomó el dinero secreto y trabajó en su propio sistema de distribución.
Pronto pasaron de esconder el material en el coche de sus abuelos a encontrarse con que la gente les pedía abiertamente las pegatinas.
La inversión extranjera en las pegatinas estaba dando resultados. Pero además de eso había mucho más. Estados Unidos envió a gente a entrenar a los partidos de la oposición.
Eran 17.
"Era una situación terrible, porque ninguno de ellos tenía el suficiente poder para ganar a Slobodan Milosevic", recuerda Dejan.
Los estadounidenses los presionaban para que se unieran y pudieran tener más fuerza.
Al final, emergió un candidato que logró ganar a Milosevic: Vojislav Koštunica.
Milosevic se negó a aceptar el resultado, pero tras días de protestas y un asalto al Parlamento en Belgrado, al final se fue.
Dejan Ranjitch insiste en que fue la gente la que venció a Milosevic, pero admite que la intervención extranjera ayudó.
"Creo que fue crucial", afirma.
Estas elecciones mostraron que arreglar unos comicios en el extranjero es algo difícil, que se necesita conseguir que pasen cosas sobre el terreno y estar dispuesto a persuadir a la oposición para asegurarse la victoria.
Pero ¿y si hubiera una forma de saltarse a los políticos y a los activistas locales y llegar a los votantes extranjeros directamente?
3. Juegos mentales
Sam Woolley, del Proyecto de Propaganda Computacional de la Universidad de Oxford, en Reino Unido, estudia cómo se utilizan las redes sociales para influir en el voto.
"Es muy útil poder utilizar un servicio anónimo como Twitter para enviar muchos mensajes a gente para que cambien su forma de pensar sobre unas elecciones. Mucha gente llama a esto guerra informativa", asegura.
Pero para entender cómo se pelea esta guerra, antes hay que saber quiénes son las tropas.
En primer lugar, los bots. "Un bot es un programa de software automático que se utiliza para hacer cualquier cosa que una persona pueda hacer en internet", asegura Woolley.
"Lo que hace es automatizar tareas humanas. Del lado más fácil, los bots pueden simplemente retuitear mensajes de otros usuarios, o pueden ser programados para darle "me gusta" de forma automática a mensajes de otros usuarios, o para citar esos mensajes para hacer que alguien parezca mucho más popular, o amplificar su alcance por 500 o por 1.000".
Pero una persona puede utilizar cientos de bots, cada uno promoviendo el mismo mensaje. Por ejemplo, atacando a un candidato. El enorme número de mensajes resultantes aumenta la probabilidad de que este aparezca en tu feed, bien directamente o cuando lo comparte alguien en quien confías.
Es fácil ver la utilidad que tiene esto durante una campaña electoral.
"Cuando usamos un bot para dar la ilusión de legitimidad a un candidato o a una idea, lo llamamos manufacturar consenso", dice Woolley.
"Los bots más sofisticados utilizan el aprendizaje automático para hablar. Buscan en internet y sacan de ahí información. Pueden hacer cosas por sí mismos".
Este tipo de cosas pueden hacer que pensemos erróneamente que estamos teniendo una "conversación" con alguien en internet.
No son perfectos, pero están mejorando todo el tiempo.
Y los humanos que están detrás, dice Woolley, son los verdaderos profesionales. Su trabajo es complicado y caro.
Los gobiernos tienen recursos para hacer campañas de manipulación bastante sofisticadas.
Y si un gobierno no tiene esa experiencia, la puede subcontratar. Woolley recuerda la historia de Andrés Sepúlveda, el hacker colombiano que asegura que arregló múltiples elecciones en distintos países de América Latina.
"Sepúlveda utilizó cosas como campañas de difamación en internet para conseguir que su candidato ganara", dice Woolley.
Sepúlveda se encuentra encarcelado en Colombia por el delito de espionaje contra los miembros de la mesa de negociaciones de Paz con las FARC en La Habana, Cuba.
Nada impide que los distintos bandos en unas elecciones utilicen estas técnicas. Pero Woolley cree que normalmente no se da un equilibrio entre todas, por lo que el voto acaba no siendo justo.
"Están teniendo un verdadero efecto en los flujos de comunicación e información durante las elecciones. Así que es difícil saber si el efecto se puede medir directamente en el voto, pero sabemos con seguridad que es efectivo creando una confusión generalizada y caos en la población".
Los ejemplos comentados hasta ahora implican un intento de influir en cómo vota la gente o de socavar el proceso en su conjunto. Pero, ¿qué pasa si directamente se saltan al votante?
4. Editar los resultados
Barbara Simons una experta en computación que trabajó en el departamento de Investigación de IBM, ahora es presidenta de "Verified Voting", una ONG que hace campaña contra el voto electrónico.
"Entendemos cómo funcionan las computadoras. Y sabemos que pueden tener problemas de software que pueden cambiar el resultado. Pero también puede haber malware escondido dentro de ese software que podría impactar en unas elecciones nacionales", asegura.
Así que si alguien intenta arreglar una elección o consigue hackear una máquina de voto, podría determinar el resultado.
"Yo voto por el candidato A y no se graba nada, eso es un problema. Si yo voto por el candidato A y la computadora registra que mi voto es para el candidato B, eso es mucho más grave, el doble de grave, ¿no?".
Simons trabaja en Estados Unidos, pero esto es un problema en todo el mundo.
Smartmatic, la empresa de conteo de votos en las elecciones a la Asamblea Constituyente de Venezuela celebradas el 30 de julio, denunció que los datos de participación fueron manipulados.
Los miedos al hackeo hicieron que Francia abandonada recientemente sus planes para permitir voto electrónico.
Y Holanda también pasó del conteo electrónico al manual por la misma razón.
Pero las empresas que hacen las máquinas de voto electrónico insisten en que son seguras.
"No tenemos evidencia de hackeo por parte de un gobierno extranjero, sobre todo porque es muy difícil determinar si eso ha pasado o no", explica Simons.
"Si no hay papeles, no puedes hacer un recuento, porque no hay nada que volver a contar. Para examinar una de esas máquinas tendrías que hacer un análisis forense, lo cual implica hacerse con la máquina físicamente, llevártela y pasar meses estudiándola. Y aun así, es posible que se haya hecho algo y no te des cuenta. Por ejemplo, puedes escribir software que se borre a sí mismo".
Estas vulnerabilidades no son hipotéticas. El mes pasado, hackers de todo el mundo se reunieron en Las Vegas para ver qué podían hacer con una serie de máquinas de voto.
Normalmente esto es ilegal, pero el Congreso de Estados Unidos permitió una excepción para objetivos de investigación.
Barbara Simons estaba allí. "Ves a esos grupos de gente, mayoritariamente joven, inclinados sobre las máquinas, volviéndolas del revés, intentando ver sus vulnerabilidades, cómo entrar en ellas...", explica.
Y, en contra de los pronósticos de la experta, les llevó unos dos minutos hackear una máquina. Simons dice que encontraron vulnerabilidades en todas. Incluso lograron que una de ellas tocara una canción.
Esta nota está basada en una edición del programa "The Inquiry" del Servicio Mundial de la BBC, presentada por Neal Razzell y producida por Emily Craig yPhoebe Keane.
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