RENACER CULTIRAL

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martes, 15 de diciembre de 2015

Cartas de Curie a Curie

Cartas de Curie a Curie

Marie Curie, con sus hijas Irène (derecha) y Éve (izquierda).
 
Marie Curie mantuvo con sus dos hijas, Irène y Eve, una intensa relación epistolar durante 30 años que publica por primera vez en España Clave Intelectual
Las cartas muestran la intensa vida intelectual de la científica que inculcó en sus brillantes descendientes el amor por la ciencia y la cultura
  • ESTHER ALVARADO
  • Madrid
  • Si hay un apellido influyente en el mundo de la ciencia ése es, sin duda, Curie. Lo llevaba el insigne físico Pierre (1859-1906) y se lo dio por matrimonio a la científica polaca María Sklodowska (1867-1934), que afrancesó su nombre y pasó a llamarse Marie Curie. Juntos recogieron un premio Nobel de Física en 1903, por sus estudios sobre la radiación. Ya viuda, Marie recogió el segundo Nobel, de Química, por el descubrimiento del radio y el polonio (1911).
    También lo llevaba Irène Curie (1897-1956), la hija de ambos, que lo conservó tras su matrimonio con el investigador Frédéric Joliot (1900-1958), con el que obtuvo el Premio Nobel de Química, por el descubrimiento de la radiación artificial (1935).
    Éve (1904-2007), la segunda hija del matrimonio Curie: pianista, crítica de música, periodista, corresponsal de guerra, escritora y longeva. Vivió 103 años, al contrario que su madre (66), su hermana (58) y su cuñado (58), que fallecieron a causa de la radiactividad en la que habían trabajado para cambiar la ciencia y la medicina por siempre jamás.
    Con semejante currículos, podría uno imaginarse un ambiente opresivo de estudio y dedicación obsesivas a la ciencia que la publicación de la correspondencia enMarie Curie y sus hijas. Cartas (Clave Intelectual) desmiente por completo.
    Las más de 200 epístolas cruzaron a lo largo de 30 años fronteras, mares y frentes de guerra entre 1905 y 1934, fecha de la muerte de Marie, son sólo una muestra de las más de 1.000 cartas que aún se conservan. Madre e hijas se cruzaban notas casi a diario, debido a los largos periodos de separación obligados por las conferencias que ofrecía Marie.

    Una postal desde Estocolmo

    La primera misiva, de hecho, es una postal que firma Marie Curie desde Estocolmo, el 6 de junio de 1905, donde se encuentra la pareja para el discurso de aceptación del Premio Nobel de Física. La destinataria es Irène, que en ese momento tiene ocho años. A partir del año siguiente, la correspondencia con su hija mayor se va haciendo más regular en la época estival.
    La pequeña inquiere continuamente a su madre cuándo volverán a verse, mientras le hace partícipe de sus lecturas, sus progresos en la natación y sus estudios. Hacia 1912, las niñas son más locuaces, sobre todo Irène, la mayor, que tiene 15 años y estudia por su cuenta inglés y alemán "para poder leer a Shakespeare y a Minna von Barnhelm".
    Los progresos son evidentes y Marie, en otra carta, le felicita por su ortografía y el buen estilo de su escritura, le pide que tenga cuidado con la bicicleta ("¿no eres un poco imprudente en las excursiones que haces?»). La primera mujer en recibir un Nobel y la primera persona en recibir dos, no pierde de vista la educación de sus niñas, pero tampoco sus pequeños-grandes problemas.
    De la popularidad que la acompañó sólo queda constancia en un párrafo de la que envía a Irène el 10 de septiembre de 1913 desde Londres: "Los criados ya saben ahora mi apellido, así que es posible usarlo sin problemas".
    En 1914 estalla la Primera Guerra Mundial y las cartas de Marie y sus hijas circulan con mayor dificultad y se hacen más técnicas a veces con Irène, sobre todo cuando ésta se integra en la flotilla de ambulancias con rayos X que lleva por los hospitales del frente. Mientras, Éve sigue con preocupación las noticias de la guerra y de los bombardeos de París. Continuamente se queja en sus cartas Marie Curie del cansancio que la postra algunas veces...
    A partir del final de la guerra se abre un nuevo periodo de viajes para Marie, como el que hace a EEUU con sus hijas en 1921, que acaba por proporcionarle el aplomo que necesitaba en sus relaciones con instituciones y colegas. También visita España, Argelia, Brasil, Bruselas y Ginebra, donde se integra en la Comisión Internacional de Cooperación Intelectual, de la que también forma parte su amigoAlbert Einstein.
    En 1926 Irène se casa con Frédéric Joliot, ayudante de laboratorio de su madre, y ambos comienzan a trabajar e investigar juntos. Mientras, Éve prueba sus alas como crítica musical y compran un automóvil, lo que le da mayor comodidad en sus desplazamientos.

    Una vida modesta

    Las últimas cartas del libro muestran a una Marie que vuelve sola a EEUU en busca de un gramo de radio y donde participa en una cena de homenaje a Thomas Alva Edison, con la presencia del presidente Hoover. "Edison es un hombre muy viejo a quien le costó mucho trabajo decir unas pocas palabras". "Me dijeron cosas amables en los discursos e incluso en el radiotelegrama que mandó Byrd desde el polo Sur o sus inmediaciones".
    Regresa a Madrid, esta vez con Éve, para dar conferencias y charlas científicas en abril de 1931, tres años antes de su muerte: "En el círculo en el que estamos reina la alegría por su joven república y resulta conmovedor comprobar cómo confían en el porvenir tanto los jóvenes como muchos de sus mayores. Deseo de corazón que no les decepcione demasiado", escribe.
    La última carta de Marie a Irène está fechada en París el 26 de marzo de 1934. En ella le informa de que ha dejado "una resolución provisional con valor testamentario referente al gramo de radio y la he guardado con los documentos de Norteamérica". Marie Curie murió el 4 de julio de ese año de una leucemia aguda (de ahí su continuo cansancio) provocada por el tratamiento de materiales radiactivos. Había ganado dos premios Nobel, pero la Academia de las Ciencias francesa había rechazado tres veces su ingreso. Convencida de que la ciencia es un bien universal, jamás patentó un descubrimiento, aunque el elevado precio del radio (se pagaba, a principios del siglo XX, a 100.000 dólares el gramo) hace que se vea obligada a llevar una vida sin lujos y que algunas de sus investigaciones se realicen gracias al crowdfunding de la bien pensante burguesía estadounidense.
    Su hija Irène siguió los pasos de su madre tan de cerca que logró, como ella, un premio Nobel y una muerte prematura. Sólo Éve, la artista de la familia, cuyo compromiso político la llevó al lado de De Gaulle, a la OTAN, al Partido Demócrata estadounidense y a UNICEF (agencia de la que su marido fue director), sobrevivió al convulso siglo XX y falleció a la edad de 103 años en Nueva York, el 22 de octubre de 2007. Talentosa como todos en su familia, la biografía que escribió sobre su madre meses después de fallecer ésta fue premiado con el American National Award for non fiction books.

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