El cuerpo de Frida Kahlo, desnudo, bello y juvenil, antes de la pasión por el dolor.
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EL QUE NO SABE DE AMORES NO SABE LO QUE ES MARTIRIO
FRIDA KAHLO, hay en su pasión por el dolor físico una herencia católica, en especial del barroco hispánico, que se contrapone a su comunismo ideológico, a su voluntad de revolucionaria marxista traducida a lo latinoamericano. Ella, la mujer emancipada y libre en el amor en todas sus variantes, con ambos sexos, y hombres como Trotzky, que residió en su casa y con quien tuvo una aventura amorosa a ojos de la esposa del ruso, no se desprendió nunca de su otra pasión, Diego Rivera, artista mayor, gran muralista del continente hispanoamericano, quien nunca ocultó sus accesos amorosos y sexuales con múltiples mujeres, siempre enamoradas de alguien “tan feo” como el artista, según palabras de la misma Kahlo. Su tercera pasión, el arte, la pintura, fue una parte de su salida al sufrimiento físico, pero siempre he pensado que las otras dos, el cuerpo doliente y Rivera, se impusieron como formas de amor-castigo por ser terrena y de amor carnal y afectivo. Los españoles, mucho antes, cuando vieron el hedonismo carnal del Barroco de Francia y ante la imposibilidad de detener la ola que traspasaba las fronteras de la península ibérica, rígida, atrasada, goda y católica, optaron por su respuesta de siempre: la absorción del cambio que les garantiza la supervivencia. Y tradujeron los ondulantes cuerpos desnudos de carnes, pechos y nalgas rosadas y blancas como sombríos retorcimientos de carnalidades que duelen, como Cristo en la cruz, como un preso político bajo la picana eléctrica militar y policial. Los cuerpos desnudos están, pero no para ondularse de placer sensual sino para padecer espirales dolientes. Y así, el cuerpo de Frida Kahlo, tras su accidente se convirtió en una sustancia finita implacable consigo misma en su crueldad de sensaciones no analgésicas, sino todo lo contrario. No es casual que su herencia cultural y artística, se mencione masivamente, primero, como un largo sufrimiento del cuerpo encamado, pero no en el lecho de Venus sino en el de la sufriente que paga por algo. La tradición católica, sin alegría, purificadora por las llamas y el martirio, al decir de Chavela Vargas. Lo opuesto a todo el tiempo con la María en el trigal. (AMILCAR MORETTI)
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