RENACER CULTIRAL

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sábado, 2 de julio de 2016

NUBIA Y LOS FARAONES NEGROS DE EGIPTO

NUBIA Y LOS FARAONES NEGROS DE EGIPTO

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Si algún kushita se atreve a violar esta estela que mi padre, Amón-Ra, me otorgó, sus líderes serán asesinados, la lluvia no mojará sus cosechas, su ganado no será productivo y no tendrá ningún descendiente en la Tierra.
Tutmosis I
A comienzos del siglo XV a.C. Tutmosis I conquista la región de Nubia (en el actual Sudán), el país de Kush, sometiendo a la civilización que la ocupaba, de raza negra. Egipto necesitaba el dominio sobre la zona para controlar sus ricas minas de oro, imprescindibles para mantener su poder.
No imaginaba el faraón que, siglos después, los nubios dominarían Egipto y los reyes kushitas, convertidos en faraones en la XXV Dinastía, serían la salvaguarda de su civilización y su cultura milenaria.

Nubia y Egipto

El territorio de Nubia se extiende entre Egipto y Sudán, al sur de Asuán, a lo largo del cauce del Nilo, entre la primera catarata y la confluencia del Nilo Blanco y el Nilo Azul, en la actual Jartum.
Desde sus primeras referencias históricas representó una región de gran interés para los egipcios, por varios motivos.
En primer lugar económicos, ya que es una región rica en recursos minerales, con especial abundancia de oro, además de representar el acceso a otros recursos no disponibles en Egipto como el ébano, el marfil o ciertos animales salvajes.
Pero es que además había un segundo motivo estratégico ya que la zona, con una civilización floreciente gracias a estas riquezas, podía convertirse en una amenaza para la frontera sur de Egipto.

Wawat

Era inevitable: Egipto quiso hacerse con el control de la tierra del oro.
Desde las primeras dinastías Egipto estableció su dominio sobre Wawat, la Baja Nubia, entre la primera y segunda cataratas del Nilo, limitando con la provincia egipcia de Ta Seti. Esta región, muy fértil y rica en algunas zonas —aunque en otras sólo se encuentra arena y piedras— fue su zona de aprovisionamiento de madera.
El hecho de que la región se encontrara Nilo arriba facilitaba además la tarea, ya que con la propia madera se podían construir barcas in situ para transportarla río abajo.

La madera en el Antiguo Egipto

La sequedad del clima egipcio lo hace muy pobre en madera. Prácticamente los únicos árboles que encontrarás allí son distintas especies de palmera y los sicomoros.
Sé que si hay algún botánico en la sala me dará una colleja con razón… porque las palmeras no son árboles, sino plantas herbáceas. Exacto, las palmeras no son más que una hierba con sobredosis de esteroides. 🙂
Así que las palmeras no tienen troncos como los auténticos árboles, que desarrollan la madera en anillos de crecimiento, sino que su falso tronco (llamado estípite o estipe) posee una estructura formada a base de fibras independientes (si has visto alguna vez un tocón de palmera sabes de qué te hablo). Esto hace que su madera sea blanda, flexible y poco resistente y que se descomponga con facilidad.
En cuanto a los sicomoros, Egipto siempre tuvo una especial relación con ellos. De hecho, se le consideraba un árbol sagrado, identificado con la diosa Nut, que proporcionaba comida y cobijo a los muertos. Es más, aparece en algunos de los textos más antiguos de Egipto:
He abrazado al sicomoro y el sicomoro me ha protegido; las puertas de la Duat me han sido abiertas.
Libro de los Muertos, capítulo 64
Diosa Nut
Fresco en la tumba de Senndedjem: Senndedjem y su esposa reciben el agua y el alimento de la inmortalidad de la diosa Nut, que surge de un tronco de sicomoro
La madera de sicomoro es dura, resistente a los golpes y al paso del tiempo, aunque es algo difícil de trabajar. Sin duda una madera de gran calidad. Eso hizo que los sarcófagos de los más pudientes se fabricaran de esta madera, en especial debido a la durabilidad, lo que aumentó su relación con la muerte.
Sin embargo, su madera es también bastante pesada y densa, y no es desde luego una madera versátil. Pero disculpa, me estoy yendo por las ramas. En una palabra: los antiguos egipcios necesitaban madera. Y la encontraron en Wawat.

Territorios de frontera

Como he mencionado antes, ya los faraones del Imperio Antiguo controlaron Wawat en cierta medida, con continuas expediciones, aunque sin llegar a anexionar el territorio al Imperio. Era una especie de territorio de frontera entre el Imperio Egipcio y Kush. El asentamiento de Buhen, en la segunda catarata (límite entre Wawat y Kush) fue construido por el faraón Seneferu, primero de la IV Dinastía, en el siglo XXVI a.C., como avanzada para proteger Egipto de los territorios más al sur.
Buhen
Sin embargo no fue hasta el Imperio Medio cuando Egipto tomó completamente el control de la zona, anexionándola al Imperio. Comenzando con Mentuhotep II y con su rígida centralización en detrimento de los nomarcas, hasta Sesostris I, con el que la asimilación es completa. Estamos en el siglo XX a.C., y Wawat, la Baja Nubia, pertenece a Egipto.
La consecuencia es que ahora no existe una “zona desmilitarizada” (por decirlo de alguna forma). No hay un territorio que separe ambos territorios, Egipto y Kush. Así que, a partir de Buhen y hacia el norte, Sesostris III (XII Dinastía) construyó una red de fortalezas para proteger las caravanas de suministros.

Nubia y los hicsos

Sin embargo, durante el Segundo Periodo Intermedio (entre el Imperio Medio y el Nuevo) Egipto pierde el control de Wawat.
Con las invasiones de los hicsos, que tomaron el control del Bajo Egipto, el poder del Imperio se debilita y Kush recupera Wawat. Los kushitas destruyen la red de fuertes erigidos por Sesostris III y toman Buhen.
Es una mala época para Egipto. El Imperio Medio cae y su antiguo territorio territorio se encuentra ahora dividido en tres franjas:
  • La zona del delta, controlada por los hicsos (con las Dinastías XV y XVI)
  • Lo que anteriormente era el Alto Egipto, con sus propios faraones (Dinastía XVII) y capital en Tebas
  • Nubia, al sur
Puedes leer más sobre este periodo en la entrada que tengo dedicada a este tema en exclusiva:
Es la época de Kerma, la gran capital nubia al sur de la tercera catarata, que se hace fuerte gracias al decaimiento del poder egipcio. De hecho, hay constancia de alianzas entre hicsos y nubios contra Tebas. El milenario imperio se tambalea.
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XVIII Dinastía y resurgimiento

Durante más de medio siglo (la cronología es muy confusa en este periodo) los faraones de la XVII Dinastía, desde su capital en Tebas, combatieron a los hicsos del norte del país. Algunos de estos faraones encontraron la muerte en batalla. Pero vencieron y consiguieron expulsar a los hicsos de Egipto.
El faraón Amosis I fue el gran libertador, consiguiendo unificar de nuevo el territorio e inaugurando lo que se conoce como el Imperio Nuevo de Egipto. Por eso se le considera fundador de la XVIII Dinastía, la que llevó a Egipto a su época de máximo esplendor, a pesar de que en realidad no hubo cambio dinástico.
Y, por supuesto, todo ese poder llevó aparejado una expansión territorial sin precedentes.

Integración de Nubia en Egipto

Por supuesto, tras la expulsión de los hicsos, la XVIII Dinastía inicia la recuperación de la riquísima zona de Nubia de inmediato (aquí es cuando Tumotsis I erige su estela, con el texto con el que he empezado el artículo), y a principios del siglo XV a.C. ya está integrado territorialmente de nuevo en Egipto. La región se convierte en el Virreinato de Kush, cuyo virrey sólo responde ante el faraón.
Pero fue el gran Ramsés II quien realizó la integración cultural, imprescindible para que la anexión realmente funcionara. Kush comparte ahora religión con Egipto, con Amón como el dios más importante, así como los ritos funerarios. Incluyendo las pirámides.

Gebel Barkal

Gebel Barkal (Montaña Pura), la montaña sagrada. La integración cultural llegó hasta tal punto que Tutmosis III levantó en esta montaña, en la región de la cuarta catarata, un fastuoso templo dedicado al dios Amón y fundó a su sombra la ciudad de Napata.
Napata
Representación de Napata y el templo de Amón, a los pies de Gebel Barkal
Gebel Barkal se convirtió en el lugar más sagrado del valle del Nilo y los poderosos faraones egipcios recorrían cientos de kilómetros para ser coronados en la montaña sagrada por los sumos sacerdotes de Amón. Para los egipcios, Amón moraba en el interior de la montaña, sentado en su trono.

La decadencia de Egipto

A mediados del siglo XI a.C. violentos movimientos separatistas sacuden el Imperio Egipcio. El país queda dividido en dos unidades políticas, dirigidas por las dinastías libias: una en el Bajo Egipto, con capital en Tanis, y otra en el Alto Egipto, gobernada desde Tebas.
La división e inestabilidad políticas son tales que las Dinastías XXII, XXIII, XXIV y XXV son coetáneas, las tres primeras de origen libio.
Es la época conocida como Tercer Periodo Intermedio. Egipto pierde la hegemonía de los faraones nativos a manos de los libios, y será ya para siempre. Tras el gobierno kushita de la XXV Dinastía (como vamos a ver ahora), vendrán asirios y persas, hasta el momento de la conquista por Alejandro Magno y el comienzo delperiodo helenístico de Egipto, con la dinastía lágida. Después, la provincia romana de Aegyptus.
Pero mejor ir paso a paso, que estoy corriendo demasiado. Decía que Egipto pierde la hegemonía de los faraones nativos, y eso se traduce en una pérdida de las tradiciones. El culto a Amón, los ritos funerarios… La identidad cultural que el Imperio Egipcio ha mantenido durante siglos comienza diluirse.

El Reino de Napata

¿Y qué ocurría mientras en Nubia? Pues la región quedó a su suerte, un poco en el olvido. También en el olvido del tiempo, ya que no tenemos referencias de ella durante los siglos X y IX a.C.
Sin embargo nos podemos hacer una idea de lo que sucedió allí durante estos dos siglos. La ciudad de Napata, continuando con su condición de centro religioso, floreció y ganó importancia, adquiriendo el control de la región de Nubia, libre ahora de la influencia egipcia.
Con capital en Napata, el reino de Kush mantuvo intacta la cultura que los egipcios les habían inculcado durante cinco siglos de dominación. El culto a Amón se mantenía con Gebel Barkal como su centro, y los reyes del nuevo reino se hacían enterrar bajo pirámides.

La XXV Dinastía

Con un Egipto dividido y decadente y el reino de Kush, cada vez más poderoso, en expansión, sucedió lo que tenía que suceder. En la primera mitad del siglo VIII a.C. el rey kushita Alara fijó su atención en el norte y ocupó el Alto Egipto.
Sin embargo fue su hijo Pianjy quien, siguiendo hacia el norte y derrocando uno a uno a los reyes libios llegó a Tebas, en Egipto central, proclamándose faraón e inaugurando la XXV Dinastía, que más tarde acabaría con las dinastías XXII, XXIII y XXIV. Por vez primera veía la historia un faraón de raza etíope.
Faraones negros
Esta dinastía, la de los faraones negros, reyes kushitas procedentes de Nubia, gobernaron Egipto durante ocho décadas, salvando su civilización y su cultura que a su llegada se encontraban al borde del colapso.

Taharqa

Cinco fueron los faraones negros de la XXV Dinastía, aunque sin duda el más importante de todos fue Taharqa, identificado con el Tirhaka bíblico, rey de Kush que emprendió la guerra contra el asirio Senaquerib.
Y es que durante su reinado sufrió Egipto la invasión de los asirios. Y, aunque en un principio pudo Taharqa expulsarlos, fue derrotado finalmente por Asurbanipal, teniendo que regresar a Tebas, donde murió.
Taharqa oferente
Taharqa oferente
Su reinado, de veintiséis años de duración, dejó tal huella en Egipto que sus enemigos asirios, quienes se referían a él como el maldito por todos los grandes dioses, no consiguieron borrarla.
Al igual que los grandes faraones del Imperio Nuevo, contribuyó a ampliar el complejo de Amón del templo de Karnak, y realmente los egipcios creyeron que era el elegido de este dios, ya que durante su reinado las crecidas del Nilo dejaron grandes cosechas sin llegar a inundar los pueblos.

Meroe

Tras la muerte de Taharqa, su sucesor Tanutamani sólo se mantuvo en el trono durante ocho años. Fue expulsado por los invasores asirios (con saqueo de Tebas incluído), que fundarían la XXVI Dinastía, la última antes de la invasión persa y el inicio del Periodo Tardío de Egipto o Baja Época, que culminaría con la conquista de Alejandro.
Los reyes kushitas regresaron a Nubia donde siguieron reinando durante nada menos que un milenio primero desde Napata y, a partir del siglo VI a.C., desde la nueva capital, Meroe, tras ser arrasada Napata por los egipcios-asirios.
Pirámides de Nubia
Allí mantuvieron la ancestral costumbre, aprendida de los grandes faraones egipcios, de ser enterrados bajo pirámides, y el conjunto de pirámides de Meroe, en Sudán, es absolutamente espectacular. Si bien estas pirámides nunca alcanzaron la magnificencia de las grandiosas construcciones del Imperio Antiguo, el conjunto es imponente.
Meroe
Estos bellos monumentos, herederos de la milenaria cultura egipcia, son sin duda sus grandes olvidados.

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