La bella ciudad italiana muestra su increíble legado artístico en plazas y palacios
, ViajesNG 186
http://www.nationalgeographic.com.es/articulo/viajes/rutas_y_escapadas/10661/florencia_ciudad_del_renacimiento.html?_page=2
El viajero, cuando llega a Florencia, se precipita a ver con sus propios ojos lo que la mayoría ya sabe de antemano, porque la publicidad, wikipedia y otros mecanismos de la cultura de masas se lo han puesto ante los ojos. Florencia es bella y, para rendirle pleitesía, hay que hacer cola en los principales museos (Galería de los Uffizi, Bargello...) e iglesias (Catedral, Santa Croce...), contemplar la plaza de la Signoria con la copia del David de Miguel Ángel, subir al Duomo y su campanario, entrar al Baptisterio, tomar algo en la plaza de la República y contemplar el río Arno desde el Ponte Vecchio.
La belleza es el principal problema de Florencia, un muro erigido con el objetivo de no desvelar su secreto. Para entenderla conviene pasar del suspiro de admiración a la identificación de los estratos históricos y a la dialéctica entre ellos. Se requiere entonces una estrategia distinta: mirarla desde la Piazzale Michelangelo, superponiendo a un plano moderno el mapa del Asedio de Florencia (1530) que pintó Vasari, y advertir que donde había murallas y torres ahora hay paseos y plazas que mal contienen el tráfico.
Esas murallas fueron construidas entre los siglos XIV y XV para albergar a sus 110.000 habitantes –cien años antes había solo 10.000–, así como a sus actividades comerciales, que no dejaban de crecer gracias al impulso del florín, el euro de la época. Cayeron, sin embargo, bajo el peso de la modernidad, cuando Florencia fue la capital del reino de Italia, de 1865 a 1870. El rey Vittorio Emanuele II, acompañado por una corte de más de 30.000 funcionarios, quiso convertirla en una metrópoli a imagen y semejanza de París, Viena o su Turín natal, con bulevares, un Ring o anillo y la transformación de la ribera del río en un lugar de paseo, con la consecuente demolición de muchas casas señoriales e iglesias.
El centro de Florencia lo conforma el Baptisterio, uno de los edificios más antiguos de la ciudad, del siglo IV. Su prisma geométrico y el oro oriental que brilla en su interior irradia luz y sombra sobre la catedral y el campanario. Los cercanos palacios Strozzi y Vecchio intentan rivalizar, sin conseguirlo, con esa joya que contiene el mosaico del Juicio Final y que cierran las puertas de bronce realizadas por Andrea Pisano y Lorenzo Ghiberti. El influjo de este edificio dedicado a san Juan debió ser tal que los florentinos, hacia 1290, decidieron construir una catedral en el lugar en que se erigía la iglesia de Santa Reparata. La cúpula de Brunelleschi, acabada en 1436, generó estupor en el mundo entero por sus 91 metros de altura, pero sobre todo por su pericia constructiva, sin armazón fija.
La peatonal Via dei Calzaiuoli conduce hasta la plaza de la Signoria. Allí reina el Palacio Vecchio, sobre el que se eleva una esbelta torre que domina todo el centro. Igual que la del Duomo, también esta plaza fue ampliada y el espacio se remató con la Loggia dei Lanzi o de los Lanceros, en la que se yergue, elegante y provocadora, la escultura de bronce de Perseo sujetando la cabeza cortada de Medusa.
Esta figura es la imagen sintética de la cuestión esencial de Florencia: cómo enfrentarse a su belleza sin fracasar en el intento; cómo mirarla directamente a los ojos sin quedarse petrificado. La Galería de los Uffizi fue ideada por Francisco I de Médicis como un recorrido de la mirada a través de la historia de la pintura. Este paseo artístico lo completa el Corredor Vasariano (1564), el pasillo superior del Ponte Vecchio, que permitía a los Médicis cruzar del Palazzo Vecchio al Pitti sin mezclarse con el pueblo
Otras plazas rivalizan con las citadas. La calle Borgo de’Greci comunica la plaza de la Signoria con la de Santa Croce. Bajo la mirada de la estatua de Dante se alza la iglesia del mismo nombre, erigida a principios del siglo XIV y centro del poder franciscano. Este magnífico templo contiene las tumbas de Miguel Ángel, Maquiavelo y Galileo, entre otros genios, el cenotafio de Dante (hijo de la ciudad), que aún espera los huesos del poeta, y dos capillas pintadas por Giotto.
En Santa Maria Novella, en la zona oeste del casco antiguo, se instalaron los dominicos, quienes encargaron la elegante fachada a Leon Battista Alberti. Dentro de la iglesia gótica (1279-1357) hallamos La Trinidad de Masaccio, con una estricta aplicación de la perspectiva matemática, y los frescos de Nardo di Cione y de Andrea Orcagna que ilustran La Divina Comedia de Dante.Junto al Mercado Central, se sitúa otra plaza singular, la de San Lorenzo; era la iglesia de los Médicis, que encargaron el proyecto a Brunelleschi, el cual una vez más aplicó las matemáticas para definir un orden esencial y puro.
Excepto la iglesia de Santa María Novella, ninguno de los otros tres templos (Catedral, Santa Croce y San Lorenzo) pudo completar su fachada hasta el siglo XIX, como si un influjo maligno no dejara que rivalizaran con el diamantino Baptisterio. Fue en esa época cuando se ideó otro espacio que representara el vínculo del estado unitario con el republicanismo romano, una operación urbanística que dio vida a la actual y anodina plaza de la República.
Con la desaparición del barrio judío, Florencia recuperó el antiguo trazado romano: el foro, situado en la encrucijada del cardo (calles Roma y Calimala) y el decumano (calles Strozzi, Speziali y Corso). Los bares históricos que se asoman a dicha plaza han sido testimonio asimismo de grandes luchas ideológicas y artísticas (futurismo, novecentismo, fascismo...), prueba una vez más de esa violencia que anida entre las arrugas de la belleza.
Transitar al otro lado del Arno (el distrito de Oltrarno) por el puente de Santa Trinitá nos recuerda la labor de destrucción y reconstrucción que caracteriza esta ciudad. Los nazis, por ejemplo, antes de abandonarla en 1944 minaron todos los puentes excepto el Ponte Vecchio y, años después, en 1966, unas devastadoras inundaciones derrumbaron muchos edificios asomados al río.
En esta ribera reina la calma, tal vez por su relativa distancia del centro. Gracias a ello existe el milagro de la Capilla Brancacci, situada en el barrio de San Frediano, cuyos frescos de Masaccio y Masolini resultan esenciales en la historia de la pintura. Más allá se erige el Palacio Pitti, sede de ocho museos y antigua residencia de tres poderosas dinastías: los Médicis, los Lorena y los Saboya.
Al final del día, contemplando los reflejos en el Arno desde el Puente Vecchio, se comprueba que Florencia, a pesar de su belleza y de sus heridas, no ha dejado de compactarse en torno a su núcleo antiguo, como si las desaparecidas murallas aún ejercieran de cinturón de una de las ciudades más hermosas del mundo.
MÁS INFORMACIÓN
Cómo llegar y moverse: el aeropuerto Amerigo Vespucci, a 5 km, recibe vuelos directos de Madrid y Barcelona. La línea de autobús «Vola in bus» conduce al centro de Florencia en unos 30 minutos. El autobús City Sightseeing y las bicicletas de alquiler (hay 70 km de carril bici) son una buena forma de tomar contacto con la ciudad. La Firenze Card incluye la entrada a 50 museos y villas, así como el uso ilimitado del transporte público. La aplicación gratuita para móviles «Travel intoscana», disponible para iOS y Android, en inglés e italiano, ofrece contenidos sobre museos, restaurantes, eventos y hoteles.
http://www.nationalgeographic.com.es/articulo/viajes/rutas_y_escapadas/9213/seductora_ciudad_del_renacimiento.html#gallery-4
No hay comentarios.:
Publicar un comentario