RENACER CULTIRAL

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jueves, 10 de diciembre de 2015

La bella ciudad italiana muestra su increíble legado artístico en plazas y palacios

La bella ciudad italiana muestra su increíble legado artístico en plazas y palacios
Por Rossend Arqués, ViajesNG 186
http://www.nationalgeographic.com.es/articulo/viajes/rutas_y_escapadas/10661/florencia_ciudad_del_renacimiento.html?_page=2

El viajero, cuando llega a Florencia, se precipita a ver con sus propios ojos lo que la mayoría ya sabe de antemano, porque la publicidad, wikipedia y otros mecanismos de la cultura de masas se lo han puesto ante los ojos. Florencia es bella y, para rendirle pleitesía, hay que hacer cola en los principales museos (Galería de los Uffizi, Bargello...) e iglesias (Catedral, Santa Croce...), contemplar la plaza de la Signoria con la copia del David de Miguel Ángel, subir al Duomo y su campanario, entrar al Baptisterio, tomar algo en la plaza de la República y contemplar el río Arno desde el Ponte Vecchio.
La belleza es el principal problema de Florencia, un muro erigido con el objetivo de no desvelar su secreto. Para entenderla conviene pasar del suspiro de admiración a la identificación de los estratos históricos y a la dialéctica entre ellos. Se requiere entonces una estrategia distinta: mirarla desde la Piazzale Michelangelo, superponiendo a un plano moderno el mapa del Asedio de Florencia (1530) que pintó Vasari, y advertir que donde había murallas y torres ahora hay paseos y plazas que mal contienen el tráfico.
Esas murallas fueron construidas entre los siglos XIV y XV para albergar a sus 110.000 habitantes –cien años antes había solo 10.000–, así como a sus actividades comerciales, que no dejaban de crecer gracias al impulso del florín, el euro de la época. Cayeron, sin embargo, bajo el peso de la modernidad, cuando Florencia fue la capital del reino de Italia, de 1865 a 1870. El rey Vittorio Emanuele II, acompañado por una corte de más de 30.000 funcionarios, quiso convertirla en una metrópoli a imagen y semejanza de París, Viena o su Turín natal, con bulevares, un Ring o anillo y la transformación de la ribera del río en un lugar de paseo, con la consecuente demolición de muchas casas señoriales e iglesias.


El centro de Florencia lo conforma el Baptisterio, uno de los edificios más antiguos de la ciudad, del siglo IV. Su prisma geométrico y el oro oriental que brilla en su interior irradia luz y sombra sobre la catedral y el campanario. Los cercanos palacios Strozzi y Vecchio intentan rivalizar, sin conseguirlo, con esa joya que contiene el mosaico del Juicio Final y que cierran las puertas de bronce realizadas por Andrea Pisano y Lorenzo Ghiberti. El influjo de este edificio dedicado a san Juan debió ser tal que los florentinos, hacia 1290, decidieron construir una catedral en el lugar en que se erigía la iglesia de Santa Reparata. La cúpula de Brunelleschi, acabada en 1436, generó estupor en el mundo entero por sus 91 metros de altura, pero sobre todo por su pericia constructiva, sin armazón fija.
La peatonal Via dei Calzaiuoli conduce hasta la plaza de la Signoria. Allí reina el Palacio Vecchio, sobre el que se eleva una esbelta torre que domina todo el centro. Igual que la del Duomo, también esta plaza fue ampliada y el espacio se remató con la Loggia dei Lanzi o de los Lanceros, en la que se yergue, elegante y provocadora, la escultura de bronce de Perseo sujetando la cabeza cortada de Medusa.

Esta figura es la imagen sintética de la cuestión esencial de Florencia: cómo enfrentarse a su belleza sin fracasar en el intento; cómo mirarla directamente a los ojos sin quedarse petrificado. La Galería de los Uffizi fue ideada por Francisco I de Médicis como un recorrido de la mirada a través de la historia de la pintura. Este paseo artístico lo completa el Corredor Vasariano (1564), el pasillo superior del Ponte Vecchio, que permitía a los Médicis cruzar del Palazzo Vecchio al Pitti sin mezclarse con el pueblo

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