Los oscuros orígenes del comunismo: Parte 2 de 3
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Un grabado que muestra la decapitación de Luis XVI durante la Revolución Francesa. (Bibliothèque nationale de France)
El Reino de Terror en la Revolución Francesa sentó las bases para que creciera el comunismo. Propulsó una idea de “liberación” que destruyó gradualmente el libre albedrío, y que se basaba en un sistema de control que buscaba establecer el bien social regulando las creencias y opiniones del individuo.
El comunismo se sostiene suprimiendo violentamente todas las otras ideas. Sus dictadores sostienen que sus ideas son la Utopía, el fin del progreso humano, y que todas las ideas contrarias a la suya deben ser aplastadas con fuerza.
Antes que François-Noël “Gracchus” Babeuf intentara su Conspiración de los Iguales, y antes que sus ideas se materializaran en la Liga de los Proscriptos, su nombre era como cualquier otro en el club de Maximilien Robespierre. Robespierre estuvo detrás del segmento más sangriento de la Revolución Francesa, el Reino de Terror.
La Revolución Francesa duró de 1789 a 1799, en simultáneo con la Revolución en Estados Unidos, que duró de 1775 a 1783. Sin embargo, a diferencia de la Revolución en Estados Unidos, que se basaba en individuos con un conjunto de ideas en común y en la unidad por un objetivo en común, los muchos clubes y sociedades de la Revolución Francesa tenían ideologías y objetivos vastamente diferentes.
Ellos no sólo estaban luchando contra su propio rey. Estaban luchando contra todos los sistemas vigentes, incluidas la religión y la moral tradicional.
Los líderes de la Revolución en Estados Unidos luchaban por la independencia del gobierno de la realeza, pero los líderes de la Revolución Francesa tenían un enemigo muy diferente. Ellos no sólo estaban luchando contra su propio rey, estaban luchando contra todos los sistemas vigentes, incluidas la religión y la moral tradicional.
Los errores que cometieron se repitieron bajo los regímenes comunistas que aparecieron en otras partes del mundo.
Los líderes de la Revolución Francesa recurrieron a leyes de barrido persiguiendo con obsesión la liberación, y con cada nueva ley, etiquetaban franjas completas de la sociedad como enemigos de la revolución. De igual forma, bajo el comunismo, la doctrina de “la persona es política” se convirtió en una razón para crear nuevas leyes; y con cada ley se identificaba un conjunto nuevo de “enemigos”.
Poco después que Vladimir Lenin tomara el poder en Rusia por medio de su Revolución de Octubre en 1917, erigió una estatua de Robespierre, según describe “Le Bolchevisme et le Jacobinisme”, escrito en París en 1920 por Albert Mathiez y traducido por el sitio web comunista Marxists Internet Archive.
Fue algo simbólico, escribe Mathiez, ya que “Lenin, como todos los rusos socialistas, se nutre de la historia de nuestra gran revolución [francesa], se inspira en su ejemplo, y lo pone en práctica mientras la adapta a su país y las circunstancias”.
Él escribió que tanto el jacobinismo de Robespierre como el bolchevismo de Lenin eran “dictaduras de clase operando bajo los mismos métodos: el terror, las expropiaciones y los impuestos, y que propusieron como resultado final el mismo objetivo, la transformación de la sociedad. Y no sólo de la sociedad rusa o francesa, sino de la sociedad universal”.
El partido de Robespierre salió de adentro del Club Jacobino, una sociedad radical revolucionaria, que se dividió a su vez entre los Girondinos liberales y los Montagnardinos radicales, de los cuales Robespierre era el miembro líder.
Los desacuerdos entre sus miembros moderados y sus miembros extremistas causaron mucho del caos que hicieron famosa a la Revolución Francesa. Cuando Robespierre se hizo con el poder en julio de 1793, el Comité de Seguridad Pública había lanzado recientemente, el 2 de junio, el Reino de Terror, finalizando así con la democracia parlamentaria dentro de la Revolución Francesa.
“Muchos diputados jacobinos ya habían concluido que salvar la revolución requería de medidas despiadadas”, escribió William S. Cormack en su libro “Revolución y conflicto político en la marina francesa 1789-1794”. Cormack agrega que Robespierre creía que “Francia necesitaba una voluntad única, ‘une volonté une'”.
El movimiento del terror de estado puede resumirse en un discurso de uno de sus participantes líderes, Louis Antoine de Saint-Just:
“Podemos esperar no tener prosperidad mientras el último enemigo de la libertad respire. Se debe castigar no solo a los traidores sino también a los neutrales; … ya que el pueblo francés declaró su voluntad, todo aquel que se oponga queda fuera del cuerpo soberano; y todo aquel que está fuera del cuerpo soberano es un enemigo”.
El uso masivo de violencia en el Reino de Terror empezó a principios de septiembre de 1793, luego que una multitud invadiera la asamblea y exigiera que se acepte el programa de su movimiento colectivo. Los Sans-culottes, la gente de clase baja en la Francia del siglo XVIII, culpaba a los granjeros por la falta de alimento, y creían que se los guardaban para sí mismos. Les pidieron a los jacobinos que aumentaran el Terror contra los granjeros y que sacaran los alimentos de los graneros con bayonetas.
Este movimiento es el reflejo de lo que se vio después bajo muchos de los líderes comunistas, desde Lenin a Mao Zedong, quien lanzó movimientos para apropiar semillas, plantaciones e incluso herramientas de los granjeros, lo cual disparó hambrunas incluso peores.
El 17 de septiembre de 1793, el Comité de Seguridad Pública introdujo su ley de los sospechosos. Declaraba culpable a cualquiera sospechoso de estar contra las políticas del régimen, y las violaciones incluían actuar sospechosamente, asociarse con la gente “equivocada”, o decir o escribir cualquier cosa considerada fuera de lugar. Los que violaban esta nueva ley eran decapitados con la guillotina.
Robespierre explicó este concepto: “Aquellos que nos acusan son ellos mismos acusados”
Entre el pueblo y sus enemigos, no hay nada en común excepto la espada.
Políticas similares se vieron en dictaduras comunistas, donde cualquiera que se opusiera a las varias revoluciones violentas era catalogado como “contrarrevolucionario” y se denunciaba o asesinaba como tal. Esta fue una piedra basal en las políticas de Mao durante la Revolución Cultural de 1966 a 1976.
El 24 de octubre, bajo la ley de los sospechosos, entre la gente que se decapitó primero habían 22 líderes de la Girondinos liberales. Esto acabó con la influencia de los Girondinos en la Revolución Francesa y consolidó el control de los Montagnardinos radicales.
Durante una purga en el pueblo francés de Leon, Saint-Just dijo: “Entre el pueblo y sus enemigos, no hay nada en común excepto la espada”.
Lenin usó más tarde un concepto similar bajo su idea de “partidismo”. Estaban los que apoyaban la revolución y aquellos que no. Y los que no la apoyaban eran marcados para la destrucción. La idea de que la sociedad debe ser dividida en sólo dos facciones, sin tonos grises, puede aún encontrarse en los conflictos políticos de hoy en día.
Los líderes de la Revolución Francesa predicaban el bien común para justificar el uso extendido de la violencia. Había una “cierta consistencia en la Revolución de atribuirse la autoridad “del pueblo” para justificar la violencia contra la gente”, dijeron Ralph C. Hancock y L. Gary Lambert en su libro “El legado de la Revolución Francesa”.
Los líderes de la Revolución Francesa predicaban el bien común para justificar el uso extendido de la violencia.
La idea de “el pueblo” invocado por estos dictadores revolucionarios no se refería a la gente del país, sino a la gente del sistema que buscaban crear. Por el beneficio de crear este pueblo, no había crimen tan grande o atrocidad tan horripilante que la Revolución no hiciera.
Aunque la Revolución Francesa exigía los principios de libertad, igualdad y fraternidad, el concepto de “total libertad” que proponían podía ser mejor descrito como “total anarquía”, dijo Fr. William Jenkins en un segmento del show de televisión en los 80 “What Catholics Believe” (Lo que creen los católicos).
Durante el Terror, dijo, Robespierre y sus compañeros revolucionarios asesinaron a muchos campesinos franceses. Él dijo que basados en la lógica extremista, “la gente aquí nunca antes ha visto [violencia como ésta], la gente aquí nunca cometió delito alguno, pero ellos debían morir para que Francia fuera transformada en una sociedad socialista”.
Un grupo más pequeño y más extremo dentro de los Montagnardinos, conocido como el Club de los Cordeliers ejecutó partes claves en este nuevo movimiento.
El Club de los Cordeliers fundado en la Comuna de París, la cual gobernó a París durante la Revolución Francesa desde 1789 a 1795. Debido a los movimientos como las Masacres de septiembre, en la que se mató a más de 1.200 sacerdotes y otros prisioneros para eliminar el cristianismo entre la iglesia y el pueblo, la Comuna de París sería recordada como una de las primeras instituciones modernas del terror de estado.
Los fundadores del Club de los Cordeliers fueron Georges Danton, quien jugó un rol principal en la irrupción en la Bastilla y Camille Desmoulins, quien era amigo de la infancia de Robespierre y un actor clave de la revolución.
En esta facción extrema estaba el aún más extremo Jacques Hébert, quien dio origen al movimiento Hébertista y promulgó el Culto a la Razón, una religión de estado con el objetivo de aplastar la religión.
El Culto a la Razón había sido formado por Antoine-François Momoro, pero la adoración a la Razón fue comenzada por Hébert y Pierre Gaspard Chaumette. El nuevo sistema rechazaba la idea de una deidad, y en su “religión explícita del hombre”, construyó una nueva “diosa de la razón” y se convirtió en la primera religión atea del estado.
“Es una total burla que Robespierre haya encabezado una procesión a Notre Dame para honrar la ‘Diosa de la Razón’ y luego en el medio de su derramamiento de sangre, en el nombre de la libertad, igualdad y fraternidad, destruyera cientos de miles de vidas inocentes”, dijo Jenkins refiriéndose a las estimaciones de muertes de la Revolución Francesa, que oscilan entre los 300 mil y 400 mil muertos en hambrunas, guerra, ejecuciones y otras causas.
El Culto de la Razón trajo consigo la campaña de descristianización para eliminar el cristianismo y el catolicismo en Francia.
En noviembre de 1793, el Culto de la Razón lanzó su Festival de la Razón. Los sacerdotes fueron humillados públicamente; los hombres vestidos con sotanas orinaban en los altares y destrozaban las iglesias; se quitaban los símbolos religiosos de las tumbas y vestían a los animales de granja como sacerdotes y se los ponía en las iglesias.
Fue un movimiento demasiado similar a la destrucción de la religión y las creencias tradicionales que luego llegaron bajo Lenin, Mao y otros dictadores comunistas quienes instalaron sistemas similares de ateísmo estatal.
El Culto de la Razón llevaba la insignia de la máscara de la indulgencia, actos lascivos y escenas de destrucción. Llegó a tal depravación que incluso Robespierre se volvió contra él.
La respuesta de Robespierre fue crear una ley para reconocer la libertad de culto, y luego formó su propia religión deísta, el Culto del Ser Supremo, el cual idolatraba un poder supremo sin definir. El lanzó el culto con su Festival del Ser Supremo en junio de 1794.
Sin embargo para Robespierre, este fue el comienzo de su final. Fue decapitado al mes siguiente, el 28 de julio de 1794. Esto terminó su Reino de Terror, aunque Francia aún tendría muchos años duros por venir antes de que Napoleón Bonaparte restituyera el orden en 1804.
Donald Sanborn dijo en un episodio de “What Catholics Believe” que “la Revolución Francesa redujo una nación a una pandilla. El comunismo se alimentó de eso”.
La Revolución Francesa redujo una nación a una pandilla. El comunismo se alimentó de eso
“El comunismo es la completa equalización y socialización de una nación entera”, que funciona olvidando los derechos individuales, derechos de propiedad, familias e incluso las estructuras sociales más básicas, afirmó. “Y eres, en cada aspecto de tu vida, controlado por el estado”.
“Eso es solo posible si se destruyen todas las instituciones dadas por Dios a los hombres… Si destruyes eso y dices que todo es igual ante el estado, y el estado ni siquiera ve a las familias, no ve a la iglesia, no ve a Dios, y solo ve a los individuos, esa es la base del comunismo”.
Al final hizo referencia a una cita del Papa Pío XI, que declaró el 15 de mayo de 1931 que “nadie puede al mismo tiempo ser un católico sincero y un verdadero socialista”.
Se estima que el comunismo ha matado al menos 100 millones de personas, no obstante sus crímenes no han sido recopilados y su ideología aún persiste. La Gran Época busca exponer la historia y creencias de este movimiento, que ha sido una fuente de tiranía y destrucción desde su surgimiento. Lea toda la serie de artículos aquí.
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