Escena que representa a un grupo de esclavos.
La vida cotidiana de los esclavos en Roma
En la antigua Roma, la esclavitud era considerada como algo perfecta- mente normal, se le consideraba un inferior pero se respetaba sin embargo su "humanidad", era un integrante más de la familia donde cada uno tenía un rol preestablecido, por eso se le quería o castigaba paternalmente, o se le mandaba y favorecía. Los esclavos eran considerados como niños, sin mucho uso de razón, y a quienes debía hacérsele obedecer los mandatos. Sin embargo los romanos siempre padecieron un controlado temor de insurrección por parte de los esclavos, y son frecuentes los relatos en que se describen tales insurrecciones donde incluso el amo llegaba a ser asesinado. Eran considerados como hombres y no como cosas o animales porque se les inculcaban deberes morales: "servir con entrega y fidelidad". Aunque por otra parte los esclavos eran considerados un bien más del patrimonio, junto a los animales, la tierras y las construcciones; en ello radicaba su inferioridad, en ser la posesión de un amo, y como tal, su poder sobre él no obedece a ningún reglamento que no sea su propia voluntad. También la esclavitud, como dijimos, daba lugar a sentimientos afectivos, y la posición general con respecto a ella estaba fundamentada en la muy arraigada creencia en el destino: a aquel le tocó ser amo, a tal otro, ser esclavo.
El origen de la masa esclava provenía mínimamente de las guerras o de su trata en las fronteras, se incrementaba más bien por la reproducción entre ellos mismos: todo hijo de esclava, sea quien fuere el padre, es propiedad del amo; también eran esclavizados los niños abandonados y la venta de hombres libres que no podían demostrar su condición de libertad. Así mismo, debido a la pobreza, los propios esclavos vendían a sus hijos a los tratantes (quienes los compraban recién nacidos, sanguinolentos), o algunos pobres libres se vendían incluso a sí mismos para asegurarse el pan y el abrigo a la sombra de algún amo; otros inclusive, más ambiciosos, se vendían como esclavos para asegurarse alguna buena posición de admi- nistrador de algún noble, o como tesoreros imperiales; se dice que tal fue el caso de Pallas, descendiente de una noblefamilia de Arcadia, que se vendió como esclavo a una dama de la familia imperial, llegando posteriormente a ser ministro de finanzas muy cercano al emperador Claudio.
El origen de la esclavitud romana se remonta también al principio de la existencia de la polis, pero cobró su verdadera importancia a partir de la "guerra de Aníbal", cuando este cruzó los Alpes en 218 a.C. al mando de un ejercito de 60.000 hombres (el 90% fueron infantes íberos). Durante 16 años arrasaron la Italia meridional, expulsando a los pequeños campesinos independientes (la verdadera columna dorsal de la República) de sus, hasta entonces, fértiles tierras, y sembrando así la semilla del futuro ocaso de Roma. Una vez derrotado y expulsado Aníbal, estas tierras se convirtieron en latifundios y, para trabajarlas, sus nuevos propietarios empezaron la importación masiva de esclavos extranjeros. La principal fuente de esclavos era la guerra: decenas de miles de prisioneros púnicos y después macedonios, helenos e íberos fueron llevados a Roma como esclavos; además, todas aquellas personas convictas de crímenes graves y los deudores, que se vendían a sí mismos o vendían a miembros de su familia para pagar sus deudas, pasaban a ser esclavos. A la larga, este cambio social convirtió Roma de una república democrática en una autoritaria e "imperial" y, con el tiempo, el Mediodía en la región más pobre y atrasada de Italia. El pequeño campesinado que se había refugiado en Roma se convirtió en el "lumpen" de entonces, que había que mantener quieto y contento con "pan y circo" y con la compra de sus votos. Este mismo lumpen fue también la principal fuente de reclutamiento para las legiones. De esta forma ciudadanos romanos supuestamente libres entraban en una especie de "esclavitud militar" (de 20 años de duración) bastante más dura que la esclavitud real de la mayoría de los esclavos. El destino más dura dentro de la esclavitud romana fueron las minas y las galeras, reservadas en general para criminales convictos y esclavos revoltosos y peligrosos.
Dentro de la clase esclava existían subclases, así, prácticamente todos los funcionarios del imperio eran esclavos del emperador, algunos de ellos bastante exitosos. En contraste, en lo más bajo de la escala se encontraban los esclavos rurales, siendo sin embargo característicos no de todo el imperio sino más bien de ciertas regiones como Sicilia y el sur de Italia; fuera de aquellas regiones la esclavitud es parte del conjunto de relaciones de producción, junto al asalariado rural y a la aparcería, e incluso en algunas regiones del Imperio, como el Egipto, la esclavitud rural no existió; hay casos, entre los pequeños terratenientes, en que se negaban a tener esclavos y se decidían a cultivar la tierra por su cuenta porque sus esclavos le resultaban muy caros. Pero la jerarquía de la clase esclava no termina allí, también los administradores solían ser esclavos del amo, y era su mujer quien cocinaba para todos; se dice que la gran mayoría del artesanado residente en las ciudades eran esclavos, mientras que la agricultura parece haber estado compuesta sobretodo por pequeños campesinos independientes o aparceros que trabajaban para grandes terratenientes, por hombres libres de condición pobre que trabajaban en jornales y esclavos de cadena, malos esclavos, que cumplían algún tipo de condena. De manera que "los esclavos constituían la cuarta parte de la mano de obra rural en Italia".
Los esclavos urbanos, por vivir cerca de sus amos, gozaban de ciertos privilegios inexistentes para un esclavo rural. Eran "criados", y cumplían las más variadas funciones, desde desvestir y vestir a su amo en los baños termales (como los del gramático Galieno) hasta espiar a los amigos y sirvientes de condición libre del amo o la señora de la casa. Los romanos muy ricos podían llegar a tener decenas de esclavos, mientras que los no tan ricos (pero de situación económica que les permitiera no trabajar) tenían de uno a tres esclavos en sus hogares. Pero eran tales los privilegios de los esclavos domésticos que incluso muchos hombres libres e instruidos, gramáticos, arquitectos, poetas o comediantes, preferían esclavizarse a ser asalariados, pues gozarían de una intimidad capaz de otorgarles mayor provecho que siendo lejanos asalariados, con esperanza cierta además, de ser liberados algún días. En el artesanado y las distintas profesiones existentes ocurría algo similar, pues todos ellos trabajaban con esclavos, siendo bastante frecuente que aquellos sucedieran a su amo en el cargo, una vez muertos los últimos o liberados los primeros. Por eso la condición asalariada era más bien rehusada, porque no se basaba en una relación personal.
Aún considerando la variedad de clases esclavas, había algo común a todas ellas: el poder sin límites del amo sobre ellos y el trato paternal o superior sobre los esclavos, a quienes consideraban como niños (pais, puer) grandes o al menos como inferiores; el esclavo era considerado inferior no solo en el trato diario sino que también lo era jurídicamente. El esclavo, como dijimos, podía gozar de algunos beneficios de los que no gozaban los hombres libres pero pobres, podía por ejemplo ser destinado a encargarse de algunos negocios del amo y reunir patrimonio, lo que en la época se denominaba como Peculio, pero seguía sin embargo atado, en su condición de esclavo, a la voluntad de su amo, que podía venderlo o incluso matarlo, posibilidad de la que se hallaba libre, todo liberto o ciudadano; al esclavo se le podía torturar a fin de que confesara los crímenes de su amo mientras que el resto quedaba protegido de los tormentos.
En la antigua Roma se consideraba indecente cuestionar la libertad o la condición esclava de tal o cual persona, pero en los casos judiciales siempre estuvo la libertad favorecida, pues en caso de duda o de empate en un fallo, se decidía por la libertad, de modo que la balanza de la justicia estuviese siempre levemente inclinada hacia el lado de la libertad, lo cual únicamente era humanitario en los casos de duda. Así mismo la liberación de un esclavo era irrevocable, el antiguo amo perdía todos sus derechos sobre el esclavo liberado. Pero si el esclavo seguía siéndolo se sometía al tribunal doméstico regido por el padre, el amo de la casa.
Socialmente, el esclavo no tenía derecho a la familia pues ésta era derecho exclusivo de los ciudadanos libres, vivían como un rebaño, y el amo no tenía más que alegrarse cuando su rebaño se multiplicaba. Los nombres propios que les asignaban solían ser de origen griego, nombres que los mismos griegos no usaban entre ellos: Mirza, Melania, Medoro, Sidonia,...frecuentemente deformaciones romanas de los originales griegos. Sin embargo no es que los esclavos no tuviesen vida privada, pues tenían libre acceso a la religión y podían, si era su deseo, ordenarse sacerdote de alguna de ellas, inclusive de la cristiana que "jamás pensó en abolir la esclavitud". Los días festivos todos libraban: esclavos, funcionarios y rebaños, e iban frecuentemente a las arenas, a los teatros o al circo.
Habían también malos esclavos, delincuentes o mal criados, que por lo general debían llevar cadenas toda su vida; incluso podía demandarse a terceros por haber pervertido a su esclavo, constituía un delito dar asilo a un fugitivo o haberlo estimulado a desobedecer o escapar; se decía que los esclavos no tenían autonomía y que por lo tanto eran una especie de reflejo del amo, si el último era gandul, también lo sería su esclavo, por eso, el padre, que por lo general era el amo de la domus, debía dar siempre el ejemplo.
Los esclavos tomaban su condición con resignación, sometiéndose al destino, y puesto que siempre había sido así y "más valía servir que ser libre pero morirse de hambre", no quedaba más que agradar al amo, quien siempre tenía el poder de liberarlo, a él y a su futura descendencia; entonces las luchas y trampas entre esclavos eran frecuentes, lo mismo que las adulaciones y el constante miramiento hacia los amos, a quienes llamaban entre ellos el "mismísimo" (ipsimus, ipsisimus). Aunque hay que reconocer que también hubo un par de famosas revueltas, como la de Espartaco o la de Sicilia; lo curioso es que ninguna de las dos tenía por finalidad abolir la esclavitud sino más bien fundar una propia jurisdicción dentro del imperio para gozar de los mismos privilegios que los ciudadanos romanos.
El otorgar la libertad a un esclavo probaba la bondad del amo, pero el esclavo no tenía ningún derecho a pedir y mucho menos a exigir su libertad; otorgarla era un acto meritorio pero en ningún caso era un deber del amo, un acto meritorio no solo ante los esclavos sino también ante los hombres libres. Los únicos que podían interceder a favor de los esclavos eran otros hombres libres que pedían al amo o lo aconsejaban para que otorgara la preciada libertad; de hecho el esclavo que se refugiaba en casa de un amigo libre de su amo no era considerado fugitivo. Leamos las palabras de Trimalción: "Amigos míos, los esclavos son también hombres y han mamado la misma leche que nosotros, aunque la Fatalidad los haya postrado; pero no van a saborear menos el agua de la libertad antes de que sea demasiado tarde (si bien no hemos de tentar a la mala suerte hablando de estas cosas, porque yo quiero seguir viviendo); en una palabra, les doy a todos la libertad en mi testamento".
La crueldad para con los esclavos era bastante común en Roma, incluso por parte de las esposas que mandaban azotar a sus esclavas en sus ataques de celos. Como dijimos, muchos vivían miserablemente, con hambre y sin derechos particulares, eran simplemente una posesión del amo. Sin embargo, también se observa una paulatina suavización del trato con el cambio que se produjo en Roma con el acento, al parecer espontáneo, que se puso sobre la pareja. El autor recalca que dicha suavización no fue producto del miedo a la rebelión, ni de una toma de conciencia vis a vis de la esclavitud sino que fue el producto "autónomo" del cambio sucedido en las relaciones de pareja. Vemos, en efecto, como los esclavos adquieren el derecho al matrimonio, que antes hubiese sido inconcebible, el derecho a la familia, el esfuerzo de los amos por vender paquetes de esclavos (para no amputar a los miembros de la familia), y ciertos cambios legales de todas maneras crueles: el amo debe ir preso si y solo si no justifica ante los tribunales el asesinato del esclavo. Así mismo, los esclavos tuvieron derecho, sobretodo con la llegada del cristianismo y el estoicismo, a sepultar a sus seres queridos. Se produjo una especie de atribución de deberes morales al esclavo, se aceptó que los esclavos podían poseer y cumplir ciertas reglas morales, y así, tuvo deberes para con su mujer y sus hijos. Pero siguió viviendo en la miseria, y su vida y libertad siguieron dependiendo del amo.
Igual que los espartanos, los romanos tenían auténtico temor a sus esclavos que a través de los siglos llegaron a ser mayoría absoluta dentro de la población en la península itálica. Por esta razón la legislación romana concerniente a la esclavitud fue enormemente dura y daba a los amos derecho absoluta sobre la vida o muerte de su "propiedad mobiliaria", equiparando sus esclavos con sus caballos, vacas o otro tipo de ganado. Es siempre difícil establecer relaciones causa-efecto y por esto no sabemos con certeza si la legislación fue el resultado de los muchas rebeliones y revueltas de esclavos que hubo en la historia romana (solamente en los 120 años anteriores a la famosa rebelión de los Gladiadores de Espartaco, hubo 5 grandes rebeliones y miles de revueltas locales) o que, al revés, fue la legislación y su aplicación exagerada lo que provocó las rebeliones. De todas formas ya hubo críticos (Cicerone y otros muchos) que señalaron la total ineficacia del sistema. El continuo sabotaje de baja intensidad por parte de los esclavos bajó el rendimiento del campo itálico a un tercio de lo que había sido antes de la introducción del latifundio. A largo plazo, la esclavitud tuvo un curioso efecto sobre la composición étnica de la población. A partir del siglo II a.C. se introdujeron esclavos de todas las etnias y tribus conocidas, un total de casi 100, desde el Sur subsahariano al Norte Germánico, desde el Occidente Celta hasta el Oriente Persa. Entre todos llegaron a constituir el 70% de la población itálica antes de la caída del Imperio; si a este número añadimos la masa de invasores bárbaros, habrá que llegar a la conclusión que la población de la Italia actual es probablemente la más mestiza, o mejor "plurimestiza", de la Historia- exceptuando quizás Grecia - en donde los genes romanos han virtualmente desaparecidos. Una Justicia poética, ya que la verdadera Historia de Roma es más que otra cosa la historia de sus esclavos; los arquitectos que diseñaron sus edificios y monumentos fueron esclavos griegos, y también fueron esclavos los que con su sudor los construyeron.
Por mucho que la gran mayoría de los esclavos eran extranjeros ya hemos visto que tampoco los ciudadanos romanos se liberaron completamente; muchos fueron esclavizados por deudas o vendieron sus hijos por esta razón. Pero también los demás pudieron convertirse en esclavos, especialmente los viajeros, comerciantes y marineros que cubrieron las rutas del Mediterráneo, coto de caza de los piratas que operaban desde el Norte de África (Berbería) y, por mucho que fueran destruidos con regularidad, resurgieron con igual regularidad a través de los siglos, y hasta milenios. En el mundo clásico no había seguridad para nadie, o casi nadie.
Cuando a partir del año 312 d.C. el cristianismo fue penetrado por la alta burguesía romana y terminó fusionándose con el Mitraísmo formando la Iglesia Apostólica Católica Romana, se olvidó por completo de su temprana inclinación a favor de mujeres y esclavos y se puso - como nunca ha cambiado desde entonces- firmemente al lado del poder. Hasta el siglo XIX los cristianos en general han justificado su defensa de la esclavitud principalmente en muchos versículos del Antiguo Testamento en donde la esclavitud ha sido regulada con todo detalle. Para los que tienen interés en estudiarlos doy aquí una relación pormenorizada:
Génesis16:1-2,17:13,17:27,21:1-4,21:7-8,30:3-4,30:9-10;Éxodo20:17,21:20-21,21:26-27;Deuteronomio5:21,15,12-18,20:14,21:10-14,23:15-16;Levítico19:20-22,25:39,25:44-46,25:48-53;Números 31:28-47 etc.
Desde mediados del siglo XIX la Iglesia se ha opuesto a la esclavitud adoptando los argumentos humanísticos sobre su inmoralidad y a partir de allí, con su inimitable capacidad para la manipulación histórica, ha manifestado que el cristianismo siempre ha estado opuesto a la esclavitud y, por lo tanto, nunca ha cambiado de idea. La verdad es bien diferente: en los Evangelios no hay ninguna mención en contra y Pablo de cierta forma lo condonó. En el Concilio de Gangra (340 d.C.) se aprobó la siguiente resolución: "Si alguien, usando la fe como pretexto, enseña a un esclavo ajeno a escaparse y no servir a su amo con total entrega y respeto, será anatema". Esta resolución fue incorporada a la Legislación Canónica y aceptada como verdadera hasta finales del siglo XVIII. Alrededor del año 600 el Papa Gregorio I escribió: "Los esclavos .........deben aceptar que no son nada más que esclavos". En 655 el IX Concilio de Toledo, tratando de imponer el celibato a los clérigos, legalizó que " todos los hijos de clérigos serán automáticamente esclavizados" (sic!). la masa esclava provenía mínimamente de las guerras o de su trata en las fronteras, se incrementaba más bien por la reproducción entre ellos mismos: todo hijo de esclava, sea quien fuere el padre, es propiedad del amo; también eran esclavizados los niños abandonados y la venta de hombres libres que no podían demostrar su condición de libertad. Así mismo, debido a la pobreza, los propios esclavos vendían a sus hijos a los tratantes (quienes los compraban recién nacidos, sanguinolentos), o algunos pobres libres se vendían incluso a sí mismos para asegurarse el pan y el abrigo a la sombra de algún amo; otros inclusive, más ambiciosos, se vendían como esclavos para asegurarse alguna buena posición de administrador de algún noble, o como tesoreros imperiales; se dice que tal fue el caso de Pallas, descendiente de una noble familia de Arcadia, que se vendió como esclavo a una dama de la familia imperial, llegando posteriormente a ser ministro de finanzas muy cercano al emperador Claudio.
Recordemos, para terminar con el tema, que la esclavitud era considerada una fatalidad del destino, que sin embargo se debía respetar; el propio Séneca lo tomaba de esta manera, afirmando que incluso los nobles podían caer en la esclavitud si perdían alguna guerra, como de hecho sucedió después.
Las revueltas de los esclavos romanos
En diverso grado a lo largo de la historia de Roma, la existencia de una fuente de trabajo barato en forma de esclavos fue un factor importante en su economía, que se definió por Marx como un modo de producción esclavista. Los esclavos se adquirían de varias formas diferentes, entre ellas la compra a mercaderes extranjeros y la esclavización de poblaciones extranjeras tras la conquista militar. Con la gran implicación de Roma en guerras de conquista en el primer y segundo siglos a.C., se importaban a la economía romana decenas o cientos de miles de esclavos de una vez. Aunque el uso de esclavos como sirvientes, artesanos y asistentes personales fue limitado, un enorme número de esclavos trabajaba en las minas y en las tierras agrícolas de Sicilia y el sur de Italia.
En general, los esclavos fueron tratados con crueldad y opresión durante el periodo republicano. Bajo el Derecho romano, un esclavo no era considerado una persona sino una propiedad. Los amos podían abusar, herir o incluso matar a sus esclavos sin consecuencias legales. Aunque había muchos grados y tipos de esclavos, los grados inferiores -y más numerosos-, que trabajaban en los campos y las minas, estaban sujetos a una vida de duro trabajo físico.
Esta gran concentración de la población de esclavos y el trato opresivo al que eran sometidos dieron como resultado varias revueltas. En 135 a. C. y 104 a. C. estallaron en Sicilia la Primera y la Segunda Guerras Serviles, respectivamente, en las que pequeñas bandas rebeldes encontraron decenas de miles de seguidores voluntariosos que deseaban escapar de la vida opresiva del esclavo romano. Aunque el Senado las consideró como serios disturbios civiles, y fueron necesarios varios años de intervenciones mili-tares directas para sofocarlos, nunca se consideró que fueran una amenaza seria para la República. El centro de los dominios de Roma, la provincia de Italia, nunca había presenciado un levantamiento de esclavos, ni tampoco estos habían sido nunca una amenaza potencial a la ciudad de Roma. Esto cambiaría con la Tercera Guerra Servil.
Primera guerra contra los esclavos (134-132 a.C)
La primera tuvo lugar 134 al 132 a. J. c. en Sicilia y en ella los esclavos deseando una libertad que se les negaba eligieron como jefe a Euno y armados con utensilios agrícolas, bastones y otras armas entraron en la ciudad de Euna hoy Castrogiovani que fueron bien recibidos por los esclavos de allí saqueando casas y acabando con la vida de personas no sujetas a su condición de esclavos.
Cogieron como prisioneros a Damófilo y a su mujer Megálida que se habían caracterizado por su despiadado trato a los esclavos y los llevaron encadenados al teatro de la asamblea por ordenes de Euno para ser juzgados y cuando Damófilo intentaba defenderse delante de aquella asambles dos esclavos a los que había tratado muy cruelmente Hermesías y Zeuxis lo asesinaron. Su esposa Megalida fue entregada a las esclavas sufriendo todo tipo de tormentos y después la arrojaron a un acantilado.
Los amos viendo que sus campos eran quemados y sus casas saqueadas pidieron ayuda al ejercito romano que a las ordenes del pretor Manilio con una legión romana que se enfrentó a los esclavos sublevados pero fue vencido y tuvo que darse a la fuga. En los dos años siguientes el Senado de Roma envió tres ejércitos más de romanos a las ordenes de los pretorios P. C. Lentulo y C. pisón pero también fueron derrotados. Los esclavos sublevados a las ordenes de Euno cogieron fama y un tal Cleón de Cilicia le entregó 5000 hombres para aumentar sus filas.
Roma envió después al pretor L. P. Ipseo se encontró con un ejercito de 60000 esclavos armados que pudiera a llegar a 200000 con otros esclavos de la isla pero en el primer enfrentamiento los sublevados dispersaron al ejercito romano compuesto de 8000 legionarios y sitiaron y tomaron la ciudad de Taurominium. Posteriormente Roma envió al cónsul C. Fulvio pero que no consiguió vencer a los sublevados.
El siguiente cónsul L. C. Pisón logró levantar el sitio de Messana plaza fuerte de los sublevados y acabó con la vida de 6.000 esclavos pero no acabó con esta guerra de esclavos a pesar de la vistoria que estaba reservada esta victoria definitiva contra los esclavos sublevados a P. Rupilio que comenzó sitiando por hambre Taurominium que situada en una altura inaccesible era inexpugnable solo utilizando a las legiones y los sitiados decidieron morir antes que rendirse llegando al extremo de comerse unos a otros.
No obstante esto debido a la traición de un esclavo llamado Serapión la plaza fue tomada por las legiones romanas y el cónsul mandó precipitar desde lo alto de la fortaleza al gobernador y a la guarnición de esclavos que había.
Luego fue a sitiar la ciudad de Ennua donde estaban Eunno y los suyos intentando Cleón una salida contra los romanos de gran valor pero fueron rechazados y Cleón murió al cabo de unos días. El cadáver fue expuesto por el cónsul romano para inspirarles temor y muchos de aquellos esclavos se acobardaron y entregaron la plaza a los romanos que pasaron a cuchillo a todos lo esclavos que encontraron. Rupilio al acabar la guerra se quedó algún tiempo más como procónsul e hizo lo siguiente:
- Sitió y tomó otras ciudades en manos de los rebeldes
- Los amos recobraron a sus esclavos fugitivos
- Devolvió orden y paz a la isla
Segunda guerra contra los esclavos (102-99 a.C)
La segunda tuvo lugar entre el 102 a. J. c. al 99 a. J. c. en Sicilia ya que las victimas de la primera dejaron en la conciencia de los esclavos la lucha armada para conseguir la libertad y los sufrimientos por ser esclavos era cada vez más evidentes y como anécdota histórica ya hubo en el 104 a. J. c. un caballero que armando a sus esclavos se proclamó rey pero se dio muerte.
La segunda guerra la inició la actitud del pretor Nerva que si dio la libertad de pleno derecho a 800 esclavos se negó a hacer lo mismo con los demás y dos adivinos Salvio y Atenion se proclamaron reyes presentándose con la purpura y la diadema delante de los esclavos iniciando la guerra pero Atenión abdicó y Salvio que se apellidaba El rey Trifón se hizo dueño cuatro años de Triocala. El cónsul Aquilio derrotó a Atenión y en el 99a. J. c. fue derrotado Salvio.
Posteriormente quedaron unos numero de insurrectos al mando de Satiro que sitiaron Lilibea pero al fin fueron exterminados por las legiones romanas al mando de Aquilio. El numero de muertos en esta guerra fue la de un millón de esclavos recobrando la isla la calma.
Tercera guerra contra los esclavos (73-71 a.C)
En la República de Roma del siglo I a. C., los juegos de gladiadores eran una de las formas de entretenimiento más populares. Con el fin de suministrar gladiadores para los combates, se establecieron varias escuelas de entrenamiento, o ludi, por toda Italia. En estas escuelas, los prisioneros de guerra y los criminales convictos -que eran considerados como esclavos- eran entrenados en las habilidades necesarias para luchar hasta la muerte en los juegos de gladiadores. En 73 a. C., un grupo de unos 200 gladiadores de la escuela de Capua, pertenecientes a Lentulus Batiatus, planearon una fuga. Cuando se reveló su plan, una fuerza de unos 70 hombres se armaron con utensilios de cocina (hachuelas y espetones), lucharon hasta escapar de la escuela y se apoderaron de varios carros de armas y armaduras de gladiador.
Una vez libres, los gladiadores fugados eligieron líderes, seleccionando a dos esclavos galos -Criso y Enomao- y a Espartaco, que se dice que era o bien un antiguo auxiliar tracio de la legión romana, condenado posteriormente a la esclavitud, o bien un prisionero capturado por las legiones.8 Sin embargo, hay ciertas dudas sobre la nacionalidad de Espartaco, ya que "tracio" era un tipo de gladiador romano.
Estos esclavos huidos consiguieron vencer a una pequeña fuerza de tropas enviada tras ellos desde Capua y equiparse con el material militar que capturaron, además de con sus armas de gladiador.10 Las fuentes son un tanto contradictorias sobre el orden de los acontecimientos que siguieron inmediatamente después a la huida, pero en general están de acuerdo en que esta banda de gladiadores se dedicó al pillaje en la región de los alrededores de Capua, reclutando a muchos otros esclavos en sus filas, y que finalmente se retiró a una posición más defendible en el Monte Vesubio.
Derrota de los ejércitos pretorianos.
La revuelta y los asaltos en Campania -que era una región vacacional para la gente rica e influyente de Roma y en la que se localizaban muchas fincas-, llamaron rápidamente la atención de las autoridades romanas. A Roma le llevó cierto tiempo darse cuenta de las escala del problema, ya que percibían que la revuelta de esclavos era más una ola de crímenes que una rebelión armada.
Sin embargo, en 73 a. C., Roma envió una fuerza militar bajo mando pretoriano para terminar con la revuelta. Un pretor romano, Clodio Glabro, reunió un cuerpo de 3.000 hombres, no como legiones sino como milicias "escogidas con prisa y azar, porque los romanos todavía no consideraban esto como una guerra, sino como un asalto, algo parecido a un ataque de robo". Las fuerzas de Glabro asediaron a los esclavos en el Monte Vesubio, bloqueando el único camino conocido que descendía de la montaña. Con los esclavos contenidos de esa manera, Glabro estaba dispuesto a esperar hasta que el hambre forzara a los esclavos a rendirse.
Como los esclavos carecían de entrenamiento militar, las fuerzas de Espartaco mostraron cierto ingenio en su uso de los materiales locales disponibles, que a su vez resultó en un uso de tácticas inventivas y poco ortodoxas, al enfrentarse a la disciplina de los ejércitos romanos.En respuesta al asedio de Glabro, los hombres de Espartaco hicieron cuerdas y escalas a partir de las parras y los árboles que crecían en las laderas del Vesubio y las usaron para descolgarse por los precipicios del lado de la montaña opuesto al de las fuerzas de Glabro. Se desplazaron alrededor de la base del Vesubio, atacaron al ejército por el flanco y aniquilaron a los hombres de Glabro.
Tras esto se envió contra Espartaco una segunda expedición bajo el mando del pretor Publio Varinio. Por alguna razón, parece que Varinio dividió sus fuerzas poniéndolas al mando de sus subordinados Furio y Cosinio. Plutarco menciona que Furio comandaba a unos 2.000 hombres, pero no se conoce la fuerza numérica de las tropas restantes, ni si la expedición estaba compuesta de milicias o legiones. Estas fuerzas también fueron derrotadas por el ejército de esclavos: Cosinio murió, Varinio casi fue capturado y los esclavos se apoderaron del equipamiento de los ejércitos. Gracias a estos éxitos, más y más esclavos se unieron a las fuerzas de Espartaco, al igual que "muchos de los arrieros y pastores de la región", engrosando sus filas hasta unos 70.000 hombres.Los esclavos rebeldes pasaron el invierno de 73 a. C. armando y equipando a sus nuevos reclutas y expandiendo su territorio de pillaje para incluir las ciudades de Nola, Nuceria, Turios y Metaponto.
Sin embargo, las victorias de los esclavos rebeldes no se obtuvieron sin coste. En algún momento de estos sucesos, o posiblemente durante los asaltos del invierno a finales de 73 a. C., perdieron a su líder Enomao -quizás en batalla- y no se menciona más en las historias.
Motivaciones y liderazgo de los esclavos fugados.
A finales de 73 a. C., Espartaco y Criso comandaban un gran grupo de hombres armados con demostrada habilidad para resistir a los ejércitos romanos. Lo que pretendían hacer con esta fuerza es algo difícil de determinar para los lectores modernos. Como la Tercera Guerra Servil fue finalmente una rebelión sin éxito, no existe un relato de primera mano sobre los motivos y objetivos de los esclavos, y los historiadores que escriben sobre la guerra proponen teorías contradictorias.
Muchos relatos populares modernos de la guerra afirman que existía una división en dos facciones de los esclavos fugados: los que comandaba Espartaco, que querían escapar por los Alpes hacia la libertad, y los de Criso, que deseaban permanecer en el sur de Italia para seguir asaltando y saqueando. Esto parece una interpretación de los eventos basada en lo siguiente: las regiones que Floro lista como las que estaban siendo atacadas por los esclavos incluyen Turios y Metaponto, que están geográficamente distantes de Nola y Nuceria. Esto indica la existencia de dos grupos: Lucio Gelio Publícola atacó finalmente a Criso y a un grupo de unos 30.000 seguidores que fueron descritos como separados del grupo principal de Espartaco. Plutarco describe el deseo de algunos de los esclavos fugados de saquear Italia en lugar de escapar por los Alpes.Aunque esta división en facciones no se contradice con las fuentes clásicas, no parece que exista ninguna evidencia directa que la apoye.
A veces, los relatos ficticios -como la película Espartaco de Stanley Kubrick, 1960- retratan a Espartaco como un libertador que lucha para cambiar una sociedad romana corrupta y para terminar con la institución romana del esclavismo. De igual manera, esto no se contradice con los historiadores clásicos, pero ningún relato histórico menciona que el objetivo de los esclavos rebeldes fuera terminar con la esclavitud en la República, ni ninguna de las acciones de Espartaco parece específicamente dirigida a terminar con la esclavitud.
Incluso entre los historiadores clásicos, que escribieron sus relatos solo unos años después de los propios sucesos, parecía haber división sobre cuáles eran las motivaciones de Espartaco. Apiano y Floro escriben que pretendía marchar sobre la misma Roma, aunque esto puede no haber sido más que el reflejo de los miedos de Roma. Si Espartaco pretendió realmente marchar sobre Roma, debió de ser un objetivo que abandonó más tarde. Plutarco escribe que Espartaco simplemente deseaba escapar hacia el norte a la Galia Cisalpina y dispersar a sus hombres de vuelta a sus hogares.
No está claro si los esclavos fueran un grupo homogéneo bajo el lide- razgo de Espartaco. Aunque es una suposición tácita de los historiadores romanos, puede que los romanos estuvieran proyectando su propia visión jerárquica del poder militar y la responsabilidad sobre la organización ad hoc de los esclavos. De hecho, se mencionan otros líderes esclavos- Criso, Enemao, Cánico y Casto- y no podemos saber, a partir de la evidencia his- toriográfica, si fueron ayudantes, subordinados o incluso iguales que lide- raban grupos propios y viajaban en convoy con la gente de Espartaco.
Derrota de los ejércitos consulares (72 a. C.)
En la primavera de 72 a. C., los esclavos fugados abandonaron sus campamentos de invierno y empezaron a moverse al norte hacia la Galia Cisalpina. El Senado, alarmado por el tamaño de la revuelta y la derrota de los ejércitos pretorianos de Glabro y Varinio, envió un par de legiones consulares bajo el mando de Lucio Gelio Publícola y Cneo Cornelio Léntulo Clodiano.
En un principio, los ejércitos consulares tuvieron éxito. El ayudante de Gelio, el propretor Arrio, atacó a un grupo de unos 30.000 esclavos, bajo el mando de Criso, cerca del Monte Gargano, y mató a dos tercios de los rebeldes, incluyendo a Criso, con solo una legión. Según cuentan los histo- riadores los esclavos rechazaron el ataque de la legión y tras la victoria se embriagaron bebiendo vino celebrando, cuando los romanos volvieron los encontraron ebrios y los masacraron.
En este punto de la historia existe una divergencia en las fuentes clá- sicas sobre el curso de los sucesos que no se puede reconciliar hasta la entrada de Marco Licinio Craso en la guerra. Las dos historias más deta- lladas (existentes) de la guerra, de Apiano y Plutarco, detallan sucesos muy distintos. Sin embargo, ninguno de los relatos contradice directamente al otro, sino que simplemente informa de sucesos distintos, ignorando algunos sucesos del otro relato y ofreciendo sucesos que son únicos de ese relato.
De acuerdo con Apiano,la batalla entre las legiones de Gelio y los hom- bres de Criso cerca del Monte Gargano fue el inicio de una larga y com- pleja serie de maniobras militares que casi tuvieron como resultado que las fuerzas de Espartaco asaltaran la misma ciudad de Roma.
Tras su victoria sobre Criso, Gelio se desplazó hacia el norte siguiendo al grupo principal de esclavos de Espartaco, que se dirigía a la Galia Cisalpina.Se desplegó el ejército de Léntulo para obstruir el paso de Espar- taco, y los cónsules esperaban encerrar a los esclavos rebeldes entre ellos. El ejército de Espartaco se enfrentó a la legión de Léntulo, la derrotó,se dio la vuelta y destruyó el ejército de Gelio, forzando a las legiones romanas a retirarse desbaratadas.Apiano afirma que Espartaco ejecutó a unos 300 soldados romanos capturados para vengar la muerte de Criso, forzándoles a luchar entre ellos hasta la muerte como los gladiadores.Tras esta victoria, Espartaco avanzó hacia el norte con sus seguidores (unos 120.000) tan rápido como pudo, "después de haber quemado todo su material inútil, matado a todos sus prisioneros y masacrado a sus bestias de carga para acelerar su movimiento".
Los ejércitos consulares derrotados regresaron a Roma para reagruparse mientras los seguidores de Espartaco se movían hacia el norte. Los cónsules volvieron a atacar a Espartaco en algún lugar de la región del Piceno, y de nuevo fueron derrotados.
Apiano afirma que en este momento Espartaco cambió su intención de marchar sobre Roma -dando a entender que ese era el objetivo de Espartaco tras la confrontación de Piceno-porque "no se consideraba preparado todavía para ese tipo de lucha, ya que su fuerza no estaba armada adecuadamente, porque ninguna ciudad se le había unido, solo esclavos, desertores y chusma", y decidió retirarse al sur de Italia de nuevo. Asedia-ron la ciudad de Turios y la campiña de los alrededores armándose,asal- tando los territorios circundantes, cambiando los botines por bronce y hie- rro con mercaderes (con los que manufacturar más armas) y enfrentándose ocasionalmente con fuerzas romanas, que siempre acababan derrotadas.
De acuerdo con Plutarco, tras la batalla entre las legiones de Gelio y los hombres de Criso (a quienes Plutarco describe como germanos ) cerca del Monte Gargano, los hombres de Espartaco atacaron a la legión comandada por Léntulo, la derrotaron, se apoderaron de sus suministros y equipa-miento, y avanzaron directamente hacia el norte de Italia. Tras esta derrota, ambos cónsules fueron relevados del mando de sus ejércitos por el Senado Romano y regresaron a Roma. Plutarco no menciona en absoluto el ataque de Espartaco a las legiones de Gelio, ni que Espartaco se enfrentara a las legiones combinadas consulares en el Piceno.
Luego Plutarco detalla un conflicto no mencionado en la historia de Apiano. De acuerdo con Plutarco, el ejército de Espartaco prosiguió hacia el norte hasta la región de los alrededores de Mutina (la actual Módena). Allí, un ejército de unos 10.000 soldados comandados por el gobernador de la Galia Cisalpina, Cayo Casio Longino, intentó bloquear el avance de Espartaco y también fue derrotado.
Plutarco no hace mención de ningún otro suceso hasta la confrontación inicial entre Marco Licinio Craso y Espartaco en la primavera de 71 a. C., omitiendo la marcha sobre Roma y la retirada hacia Turios descritas por Apiano. Sin embargo, como Plutarco describe que las fuerzas de Craso forzaron a las de Espartaco a retirarse hacia el sur desde el Piceno, uno podría inferir que los esclavos rebeldes se acercaron a Piceno desde el sur a principios de 71 a. C., implicando que se retiraron hacia el sur desde Mutina para pasar el invierno en el sur o el centro de Italia.
Por qué harían algo así, cuando aparentemente no había razón para no escapar por los Alpes -el objetivo de Espartaco según Plutarco -, es algo que no se explica.
Los sucesos de principios de 71 a. C. Marco Licinio Craso recibe el mando de las legiones romanas, se enfrenta a Espartaco y fuerza a los esclavos rebeldes a retirarse a través de Lucania hacia los estrechos cercanos a Mesina. Plutarco afirma que esto ocurrió en la región del Piceno, mientras que Apiano sitúa las batallas iniciales entre Craso y Espartaco en la región del Samnio.
A pesar de las contradicciones de las fuentes clásicas con respecto a los sucesos de 72 a. C., parece haber un consenso general sobre que Espartaco y sus seguidores estaban en el sur de Italia a principios de 71 a. C.
El Senado, alarmado ya por la aparentemente imparable revuelta del sur de Italia, le encomendó a Marco Licinio Craso la tarea de sofocar la rebelión. Craso había sido pretor en 73 a. C. y, aunque era conocido por sus conexiones políticas y su familia, no tenía ninguna reputación como comandante militar.
Le fueron asignadas seis nuevas legiones además de las dos anteriores legiones consulares de Gelio y Léntulo, sumando un ejército de unos 40.000 soldados romanos entrenados.Craso trató a sus legiones con una disciplina férrea, incluso brutal, recuperando el castigo de la decimatio (castigo mediante el cual se diezma a un grupo de soldados, matando a 1 de cada 10 de ellos en castigo por su cobardía). Apiano no tiene claro si aplicó la decimatio a las dos legiones consulares por cobardía cuando fue nombrado su comandante, o si se la aplicó a todo el ejército por alguna derrota posterior (un suceso en el que hasta 4.000 legionarios habrían sido ejecutados). Plutarco sólo menciona la decimatio de 50 legionarios de una cohorte como castigo tras la derrota de Mimio en la primera confrontación entre Craso y Espartaco. Al margen de lo que sucediera realmente, el trato de Craso a sus legiones demostró que "era más peligroso para ellos que el enemigo" y los espoleó para lograr la victoria y no correr el riesgo de disgustar a su comandante.
Cuando las fuerzas de Espartaco se desplazaron hacia el norte de nuevo, Craso desplegó seis de sus legiones en las fronteras de la región (Plutarco afirma que la batalla inicial entre las legiones de Craso y Espar- taco se dio cerca de la región del Piceno, Apiano afirma que sucedió cerca de la región del Samnio )y destacó a dos legiones bajo el mando de Mumio, su legado, para que maniobrara por la retaguardia de Espartaco, pero le dio la orden de no atacar a los rebeldes. Cuando se le presentó la oportunidad, Mumio desobedeció a Craso y atacó a las fuerzas de Espartaco, pero fue derrotado. A pesar de esta derrota inicial, Craso atacó a Espartaco y le derrotó, matando a unos 6.000 rebeldes.
La marea de la guerra parecía haber cambiado de dirección. Las legio- nes de Craso salieron victoriosas en varios enfrentamientos, matando a miles de esclavos rebeldes y forzando a Espartaco a retirarse al sur a través de Lucania hacia los estrechos de Mesina. Según Plutarco, Espartaco hizo un trato con piratas cilicios para transportarle a él y a unos 2.000 hombres a Sicilia, donde pretendía incitar una revuelta de esclavos y conseguir refuer- zos. Sin embargo, fue traicionado por los piratas, que recibieron el pago pero abandonaron a los esclavos rebeldes. Fuentes menores mencionan que hubo algunos intentos de construir barcos y balsas entre los rebeldes como medio de escape, pero que Craso adoptó medidas sin especificar para asegurar que los rebeldes no pudieran cruzar a Sicilia, y como consecuen-cia de esto abandonaron sus esfuerzos.
Entonces las fuerzas de Espartaco se retiraron hacia Rhegium. Las legiones de Craso las persiguieron y al llegar construyeron fortificaciones a lo largo del istmo de Rhegium, a pesar del hostigamiento de los esclavos rebeldes. Los rebeldes fueron asediados y aislados de todo suministro.
Los últimos sucesos de la guerra en 71 a. C., en los que el ejército de Espartaco rompió el asedio de las legiones de Craso y se retiró hacia las montañas cercanas a Petelia. Muestra las escaramuzas iniciales entre ele- mentos de ambos bandos, el giro de las fuerzas de Espartaco para la confrontación final.Nótense las legiones de Pompeyo incorporándose desde el norte para capturar a los supervivientes.
En este momento, las legiones de Pompeyo volvían a Italia tras haber sofocado la rebelión de Quinto Sertorio en Hispania. Las fuentes discrepan sobre si Craso había solicitado refuerzos o si el Senado simplemente se aprovechó del regreso de Pompeyo a Italia, pero se le ordenó esquivar Ro- ma y dirigirse al sur para ayudar a Craso.El Senado también envió refuer- zos bajo el mando de "Lúculo", que Apiano confundió con Lucio Licinio Lúculo, comandante de las fuerzas implicadas en la Tercera Guerra Mitri- dática en aquel momento, pero aparentemente se trataba del procónsul de Marco Tenterio Varro Lúculo, el hermano pequeño del anterior.Con las le- giones de Pompeyo marchando desde el norte y las tropas de Lúculo desde Brundisium, Craso se dio cuenta de que si no ponía fin a la revuelta con ra- pidez,el mérito de la guerra iría para el general que llegara con los refuer- zos, y por tanto espoleó a sus legiones para que dieran rápidamente fin al conflicto.
Al parecer el plan romano era cercar a los esclavos desde tres frentes: noroeste (Pompeyo con 7 legiones), suroeste (Craso con 8 legiones) y este (Lúculo con 5 legiones) En total, los romanos sumarían unas 20 legiones (alrededor de 120.000 hombres).
Tras saber del acercamiento de Pompeyo, Espartaco intentó negociar con Craso para dar fin al conflicto antes de que llegaran los refuerzos romanos. Cuando Craso se negó, una parte de las fuerzas de Espartaco rompieron el confinamiento y huyeron hacia las montañas al oeste de Petelia (la actual Strongoli) en Bruttium, con las legiones de Craso en persecución. Las legiones consiguieron alcanzar a una parte de los rebeldes –bajo el mando de Cánico y Casto– separada del ejército principal, matando a 12.300 de ellos. Sin embargo, las legiones de Craso también sufrieron pérdidas, ya que algunos de los esclavos en huida se dieron la vuelta para enfrentarse a las fuerzas romanas bajo el mando de un oficial de caballería llamado Lucio Quicio y el cuestor Cneo Tremelio Escrofa, derrotándolas. En cualquier caso, los esclavos rebeldes no constituían un ejército profesional y habían llegado a su límite. No querían huir más y varios grupos de hombres se separaron de la fuerza principal para atacar de manera independiente a las legiones de Craso. Con la disciplina echándose a perder, Espartaco dio la vuelta a sus fuerzas y empleó toda su potencia para aguantar a las legiones vinientes. En esta última batalla, las fuerzas de Espartaco fueron derrotadas completamente, y la gran mayoría de sus hombres murieron en el campo de batalla. Se desconoce el destino final del propio Espartaco, ya que nunca se halló su cuerpo, pero los historiadores cuentan que pereció en batalla junto a sus hombres.
Consecuencias de la revuelta de Espartaco.
La revuelta de la Tercera Guerra Servil había quedado aniquilada a manos de Craso. Las fuerzas de Pompeyo no atacaron directamente a las de Espartaco en ningún momento, pero sus legiones, acercándose desde el norte, consiguieron capturar a unos 5.000 rebeldes que huían de la batalla, "a los que dio muerte". A causa de esto, Pompeyo envió un mensaje al Senado diciendo que, aunque fue ciertamente Craso quien había vencido a los esclavos en batalla abierta, él había terminado la guerra, reclamando así una gran parte del mérito y ganándose la enemistad de Craso.
Aunque la mayor parte de los esclavos rebeldes murieron en el campo de batalla, las legiones de Craso capturaron a unos 6.000 supervivientes. Todos ellos fueron crucificados a lo largo de la carretera de Roma a Capua.
Pompeyo y Craso obtuvieron beneficios políticos por haber sofocado la rebelión. Ambos volvieron a Roma con sus legiones y se negaron a disolverlas, acampándolas fuera de la ciudad en su lugar. Ambos se presentaron a cónsul en 70 a. C., aunque Pompeyo no tenía derecho a ello por su edad y por no haber servido como pretor o cuestor.No obstante, ambos hombres fueron elegidos cónsules ese año,en parte por la amenaza implícita de sus legiones acampadas fuera de la ciudad.
Los efectos de la Tercera Guerra Servil sobre la actitud de los romanos hacia la esclavitud y la institución de la esclavitud en Roma son difíciles de determinar. Desde luego, la revuelta había conmocionado al pueblo romano, que "a partir de un miedo absoluto parecían haber empezado a tratar a sus esclavos con menos dureza que antes". Los ricos dueños de los latifundia empezaron a reducir el número de esclavos agrícolas, optando por emplear al gran conjunto de hombres libres desposeídos en contratos de mediería. Con el fin de la Guerra de las Galias de Julio César en 52 a. C., las grandes guerras de conquista romanas cesarían hasta el reinado del emperador Trajano (que reinó del 98 d. C. al 117 d. C.), y con ellas el abundante y económico suministro de esclavos provenientes de la conquis- ta militar, promoviendo el uso de trabajadores libres en las fincas agrícolas.
El estatus y los derechos legales de los esclavos romanos también empe- zaron a cambiar. Durante la época del emperador Claudio (que reinó del 41 d. C. al 54 d. C.) se promulgó una constitución que convertía el hecho de matar a un esclavo viejo o enfermizo en un acto de asesinato y decretaba que si esos esclavos eran abandonados por sus amos, se convertían en hombres libres. Con Antonino Pío (que reinó del 138 d. C. al 161 d. C.) se extendieron más los derechos legales de los esclavos, haciendo responsa- bles a los amos del asesinato de sus esclavos,forzando la venta de los escla- vos cuando se podía demostrar que estaban siendo maltratados, y propor- cionando una autoridad tercera (teóricamente) neutral a la que podía apelar un esclavo. Aunque estos cambios legales se dieron muy tarde como para que fueran resultado directo de la Tercera Guerra Servil, representan la codificación legal de unos cambios en la actitud de los romanos hacia los esclavos que habían evolucionado durante décadas.
Es difícil determinar en qué medida contribuyeron los sucesos de esta guerra a los cambios en el uso y los derechos legales de los esclavos romanos. Parece que el fin de las Guerras Serviles coincidió con el fin del periodo más importante del uso de esclavos en Roma, y el comienzo de una nueva percepción del esclavo dentro de la sociedad y el derecho. La Tercera Guerra Servil fue la última de las Guerras Serviles y Roma no vería nunca más un levantamiento de esclavos de este tipo.
Mosaico que representa a dos esclavos trabajando en el campo.
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Autor:
Benedicto Cuervo Álvarez
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