La expedición de Hernández de Córdoba (1517)
Las expediciones mexicanas anteriores a Cortés, Hernández de Córdoba y Juan de Grijalva
“Dos días ha que llegó aquí una carabela que viene desta tierra nueva que se dice Hiucata (Yucatán); trae en ella seis indios desta misma tierra; dicen que están allá quince o veinte años ha, ocho hombres castellanos, y que son estos hombres de una carabela que se perdió y que están allá casados y ricos. Es tierra donde hay villas cercadas a la manera de acá e también cibdades y la primera cibdad es de cuatrocientos vecinos y es a la boca de un río en el que cabe la mar (…).
Eran éstas las primeras noticias que se tenían en España de tierras mexicanas y hacían referencia a las expediciones de Hernández de Córdoba y Juan de Grijalva.
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La expedición de Hernández de Córdoba (1517)
La primera expedición a lo que sería Nueva España fue la formada por Francisco Hernández de Córdoba con Cristóbal de Morante y Lope Ochoa de Caicedo como socios capitalistas. Se pertrecharon tres barcos que, dirigidos por el piloto Antón de Alaminos, miembro del último viaje colombino y de la expedición de Ponce de León, pusieron rumbo hacia la costa donde Colón se había tropezado con una embarcación de mercaderes mayas.
La expedición zarpó de Santiago el 8 de febrero de 1517 y tras veintiún días de navegación avistó una pequeña isla del litoral de Yucatán a la que llamaron “las Mujeres”, al encontrar en ella varios ídolos femeninos. Continuaron rumbo al noroeste, sufriendo al norte de la península un ataque de los indios tras desembarcar y aceptar sus invitaciones de entrar en el territorio con la palabra “Cotoch” que al parecer significaba “venid”, razón por la que bautizaron al cabo como “Catoche”. Fue en esa refriega donde apresaron a dos indios mayas – Julianillo y Melchorejo – cuyos conocimientos del idioma y del terreno habrían de resultar trascendentales en futuras expediciones. Tras reanudar la navegación llegaron en busca de agua a un pueblo llamado Akimpech, al que dieron el nombre cristiano de Lázaro, nombre que también pusieron a su cacique. Los navegantes penetraron en la desembocadura del Champotón (Chakan Putum), que bautizaron río de Mala Pena, por ser el lugar donde fueron diezmados por los ataques de los indios, quedando malherido el propio Córdoba y decidiendo los supervivientes regresar a Cuba. Como pudieron y tras quemar una de las naves por no tener hombres que la tripularan se hicieron a la mar sin provisión de agua y por iniciativa de Alaminos navegaron en su busca hacia la Florida por la corriente del Golfo. Allí se repitieron las hostilidades con los indios y aunque consiguieron agua resultó herido Alaminos. Finalmente, los barcos alcanzaron Santiago de Cuba, donde Hernández de Córdoba murió al poco de llegar. Bernal finaliza el relato de la expedición escribiendo:
“Oh que cosa tan trabajosa es ir a descubrir tierras nuevas, y de la manera que nosotros nos aventuramos”.
La expedición de Juan de Grijalva (1518)
A la vista de las pobladas tierras encontradas, pronto Velázquez hizo aparejar tres navíos y un bergantín para enviarlos con el mismo rumbo; el nuevo capitán de la expedición sería su paisano el segoviano Juan de Grijalva. Velázquez ordenó embarcar abundantes cosas de Castilla para cambiarlas por oro y prohibió a Grijalva el poblar la nueva tierra que encontrase. Como piloto se recurrió de nuevo a Alaminos.
La expedición zarpó de Matanzas el 10 de abril de 1518 formando parte de ella Pedro de Alvarado, el clérigo Juan Díaz, autor de la crónica del viaje, y el indio Julianillo para hacer de intérprete. Las naves pusieron rumbo al suroeste hasta llegar al extremo occidental: el Cabo San Antón, manteniendo tal rumbo hasta alcanzar, tras ocho días de viaje, la Isla Cozumel, que Hernández de Córdoba había bautizado como de Santa Cruz. Los expedicionarios tomaron posesión de la isla y el clérigo Juan Díaz dijo misa
Reanudada la expedición, los barcos rebasaron el Cabo Catoche y recalaron de nuevo en el río Champotón. Los indígenas volvieron a hostigar a los expedicionarios e hirieron a varios, entre ellos, al propio Grijalva. Días después descubrieron la Boca o Laguna de Términos – que Alaminos juzgó equivocadamente como un estrecho – avistaron un gran río, que recibió el nombre del capitán – río de Grijalva – y, más adelante los dominios del cacique Tabazcooh, que los españoles llamaron Tabasco, entablaron relaciones con los naturales. El cacique visitó a Grijalva cargado de oro, como si de una armadura se tratase, y le regaló varias piezas de ese metal, correspondiéndole Grijalva con varios regalos. Las entrevistas fueron tan cordiales que algunos expedicionarios desearon el poblar pero Grijalva su opuso por no tener permiso para ello.
Los barcos costearon el litoral mexicano avistando la barra de Dos Bocas, la desembocadura del Coatzacoalcos, el volcán de San Martín y el río Papaloapan, en el cual entró un grupo dirigido por Pedro de Alvarado hasta Tlacotalpan, En el río Banderas o Jamapa – nombre con el que los españoles bautizaron el lugar al divisar numerosos indios que portaban banderolas en sus lanzas – se produjo otro encuentro pacífico con los naturales. A continuación los expedicionarios llegaron a las islas de Sacrificios y San Juan de Ulúa, donde los indios les regalaron adornos de coral y objetos preciosos.
Desde allí Grijalva envió un barco al mando de Alvarado a Cuba para informar a Velázquez de los descubrimientos realizados, conducir a los enfermos y mostrar parte de las riquezas obtenidas, en tanto él siguió adelante para comprobar si aquella costa pertenecía a Tierra Firme llegando hasta Tuxpan y la provincia del Pánuco, desde la cual emprendieron el regreso por consejo del piloto Alaminos, ya que los navíos iban muy cargados, el invierno se había adelantado y la comida escaseaba.
Pese a la oposición de algunos capitanes, Grijalva ordenó poner rumbo a Cuba, donde llegaron el 21 de septiembre de tras cuarenta y cinco días de navegación. Los españoles ya se encontraban a las puertas al imperio azteca.
Autor: Ignacio del pozo Gutiérrez para revistadehistoria.es
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