Los Dominios Españoles en el Pacífico, Islas Marianas y Carolinas II
Las expediciones posteriores. Legazpi y Urdaneta
Magallanes no llegó a disfrutar las dignidades de aquella gesta memorable. El gran navegante cumplió el principal cometido de aquella expedición, la posesión de las islas Filipinas en nombre de la Corona, pero el fatal destino le impidió ver materializada su conquista que llevaba aparejada la gobernación de las mismas. Logró la conversión al cristianismo de la mayoría de los caciques locales con los que negoció y comerció amistosamente. Sin embargo, su fervor religioso incomodó al poderoso cacique de Mactán, Cilapulapu, que se negó obstinadamente a bautizarse. La inicial desconfianza de los nativos se trocó en manifiesta hostilidad, amenazando la propia integridad de los marinos españoles. Magallanes, para evitar que aquella actitud insurgente pudiera contagiar a las demás tribus, dispuso un castigo ejemplar. Sorprendidos por la firme reacción de los indígenas, los españoles se vieron envueltos en una emboscada que finalmente resultó trágica. El 27 de abril de 1521, Magallanes pereció heroicamente junto a medio centenar de compatriotas en la Batalla de Mactán. La victoria de Cilapulapu infundió gran temor al resto de los caciques, que ya no podían confiar en la protección de los españoles. Cuatro días después, hostigados por la animosidad de los indígenas, la escuadra española dispuso el camino de regreso. En un angustioso viaje, tras atravesar el océano Índico y dar la vuelta a África, Juan Sebastián Elcano completó la primera circunnavegación del globo.
Por el Tratado de Zaragoza de 1529, Carlos I de España y Juan III de Portugal delimitan sus respectivas zonas de influencia en el Pacífico. Los informes confidenciales que le revelan al monarca los diarios de navegación y las crónicas de sus comisionados, urgirán a preparar nuevas partidas para consolidar la posesión de los nuevos territorios incorporados. Se encomienda una segunda expedición comandadas por Juan García Jofre de Loaysa y Juan Sebastián Elcano que partirá desde La Coruña en 1525. Siguiendo la ruta de Magallanes, el 14 de septiembre de 1526, tras sufrir diversas penalidades durante el trayecto, la nao Santa María de la Victoria arriba finalmente a la isla de Guam.
La enorme distancia con la metrópoli aconsejarán al Emperador que a partir de entonces el punto de partida hacia las Malucas se realice desde los dominios americanos. Ordena a Hernán Cortés que prepare nuevas flotas desde los puertos de Nueva España para asegurar la ruta marítima al archipiélago filipino. Los primeros intentos fracasan al no encontrar una ruta segura en el tornaviaje. La expedición de Hernando de Grijalva en 1530 avista las islas de los Ladrones llegando hasta el archipiélago filipino, pero será incapaz de encontrar una ruta de retorno a tierras mexicanas. Más fructífera fue la expedición capitaneada por Ruy López de Villalobos en 1543 tras recibir el encargo del primer virrey de Nueva España en busca de nuevas rutas comerciales hacia las Islas del Poniente. Aunque no conseguirá encontrar la ruta del tornaviaje, logrará asentar el dominio sobre gran parte del archipiélago filipino. No será hasta 1564 cuando la exploración del Pacífico tome una nueva dimensión gracias a las exploraciones de Miguel López de Legazpi y su mentor, el cosmógrafo agustino Andrés de Urdaneta. El 21 de noviembre pusieron rumbo a las islas del Poniente, llegando a las Marianas en apenas dos meses
Tras el aprovisionamiento partió la flota hacia las Filipinas. Legazpi tomará posesión de varias islas mayores (Samar, Leite y Cebú). En esta última encontrará una fuerte resistencia ante la hostilidad del principal gobernador local, el Rajah Tupas, hijo de aquel cacique que treinta y cuatro años antes había acabado con la vida de Magallanes. No sin muchas dificultades, logró al fin un acuerdo de paz que le permitirá establecer los primeros asentamientos españoles en el archipiélago: la Villa del Santísimo Nombre de Jesús y la Villa de San Miguel, que se convertirían en las fortalezas desde las cuales se iniciarían las conquistas posteriores. Dispone que Urdaneta zarpe en unos de los navíos de la armada rumbo a Nueva España en busca de la ruta del tornaviaje. El agustino era un explorador audaz y curtido, poseedor de unos conocimientos de cosmografía de extraordinaria trascendencia. Su experiencia en la navegación marítima resultaría fundamental a la hora de lograr con éxito aquella empresa nunca antes lograda. Aprovechando los cambiantes vientos monzónicos, puso rumbo hacia el Japón encontrando una corriente favorable cerca del paralelo 42. Alejándose de los contralisios logró al fin, tras sortear las calmas oceánicas, aprovechar la corriente del Ártico y navegar hacia las costas californianas, llegando a Acapulco el 8 de octubre de 1565. El triunfo de aquella misión abrió las puertas a una nueva era de colonización y supuso el establecimiento de una nueva ruta comercial regresando de Asia por el Este, y uniendo Filipinas con la América española que a su vez transportaba las riquezas del Oriente hasta España. La presencia de soldados españoles a partir de 1674 propició posteriormente la evangelización de los isleños a cargo de una misión jesuita. A partir de este momento las islas de los Ladrones se empezarán a denominar las islas Marianas en honor a la reina de España, Doña Mariana de Austria.Al quedar apartado el archipiélago mariano de la ruta del tornaviaje las islas quedaron aisladas del comercio con las Filipinas. Gracias a la tenacidad de los jesuitas, lograron el abastecimiento regular de la colonia. Así, desde el año 1683 se estableció un despacho regular entre ambos archipiélagos a través de un patache que zarpaba con provisiones, primero desde Cavite y más adelante desde Manila, hasta la isla de Guam. En 1704, preocupado ante la amenaza constante de los piratas ingleses y holandeses que hostigaban la zona periódicamente, el gobernador planteó la posibilidad de abandonar las Marianas, evacuando a cerca de dos mil quinientos isleños hasta Filipinas. Pero la Corona, entendiendo el valor geoestratégico de las islas, se negó a contemplar tal posibilidad, reforzando la presencia española con nuevos destacamentos militares.
Autor: José María González de Diego para revistadehistoria.es
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